"..Y pasaron
ocho años, desde Venezuela a España, de niños a hombres y ya de luces
en las Navas de San Juan. Ellos son Jesús Enrique Colombo y Andrés Roca
Rey, que van camino en convertirse en lanzadera de la Fiesta en sus
propios países, Venezuela y Perú; Roca Rey ya a las puertas de la
alternativa de manos de José Antonio Campuzano, y Colombo en las de Juan
Ruiz Palomares y su hijo Juan, en su primera temporada con picadores y
ya dando mucho que hablar..."
Salieron a hombros tras su triunfo con santacolomas
COLOMBO Y ROCA REY, FELIZ REENCUENTRO EN LAS NAVAS DE SAN JUAN.
Jesús Enrique Colombo / Fotografía de Jesús Delgado
Juan Lamarca
Y
pasaron ocho años, desde Venezuela a España, de niños a hombres y ya de
luces en las Navas de San Juan. Ellos son Jesús Enrique Colombo y
Andrés Roca Rey, que van camino en convertirse en lanzadera de la Fiesta
en sus propios países, Venezuela y Perú; Roca Rey ya a las puertas de
la alternativa de manos de José Antonio Campuzano, y Colombo en las de
Juan Ruiz Palomares y su hijo Juan en su primera temporada con picadores
y ya dando mucho que hablar.
Jesús Enrique Colombo / Fotografía de Jesús Delgado
Esta novillada despertó
lógica expectación desde su anuncio en Las Navas de San Juan, un
histórico y taurinísmo enclave de buenos aficionados, orgullosos además
de habitar la tierra adoptiva de Enrique Ponce, a donde lo llevó con
once años, desde su valenciano pueblo natal, Chiva, su providencial
descubridor Juan Ruiz Palomares para hacerlo figura del toreo.
Jesús Enrique Colombo / Fotografía de Jesús Delgado
En estos tiempos en que
los apoderados llevan entre algodones a sus sus pupilos, no saliéndose
del "sota, caballo y rey" ganadero, llamaba la atención que un novillero
triunfador como el peruano y otro en los albores de su carrera como el
tachirense, los pusieran delante de utreros de encaste de Santacoloma.
Pues así fue, dando una gran tarde de toros dando la cara ante la
"bondad y maldad", quede todo hubo, de las reses muy bien presentadas de
la ganadería jienense 'El Añadío".
El más beneficiado del
sorteo resultó ser Andrés Roca Rey, llevándose el lote de la corrida,
dos negros zaínos de muy buenas hechuras. Su primero con menos fuelle
pero obediente al que exprimió de principio a fin, andándole sobrado y
con toda clase de recursos y suertes, para proninarle, tras un pinchaz,
una eficaz estocada que le valió una oreja.
En su segundo el peruano
mostró su mejor versión ante un toro de extrema nobleza, pronto y
repetitivo a las telas y de larga duración como las buenas baterías.....
Lo de Colombo fue otra cosa. Fue la superación de la adversidad con la entereza y madurez impropias de un joven como él.
Le tocó lidiar dos
cárdenos impresionantes de cuajo y comportamiento, uno de ellos el
sobrero por haber sido precipitadamente devuelto al corral por la
presidenta del festejo el primero de su lote, que apreciaría invalidez
cuando no era más que síntomas de calambres en el tercio posterior, que
ibana desapareciendo cuando tardíamente apareció el pañuelo verde sobre
la barandilla del palco. Realmente fue una pena para Jesús Enrique
Colombo, ya que el despreciado novillo delataba noble y humillada
embestida.
Pero como no hay mal que
por bien no venga, esta circunstancia dio lugar a que el tachirense nos
hiciera vibrar dando un recital de toreo, primero porque tuvo dos toros
de verdad enfrente, y segundo porque se vio obligado a desplegar todo
lo que lleva dentro para dominar primero y torear después, he dicho
torear, a los dos cárdenos que a más de un matador del escalafón actual
les hubiera puesto a cavilar.
Al primero, con aviesas
intenciones, gazapón y a menos, le cortó una oreja tras una laboriosa y
concienzuda faena buscándole las vueltas por todos lados. Pero lo más
importante vendría en el otro, su segundo cárdeno, un ejemplar con
salida de muchos pies acometiendo a todo lo que veía hasta que la medida
brega de capote de Colombo lo dejó como hipnotizado y presto para el
del castoreño que se llevó una ovación del público al aguantar el
impetuoso arreón contra el peto del poderoso en una magnífica suerte de
varas.
El tachirense, dolorido y
cojeando, rechazando su visita a la enfermería, ni corto ni perezoso
allá que se fue con la muleta en la diestra al desafiante y orientado
bicho, para someter su enrazada violencia y meterlo en razón, bordándolo
con la derecha con poderío, exposición y riego consciente. Desengañado
el cerril ejemplar por el mando de Colombo, se resistía ya a la pelea y
más por el lado izquierdo, pero allá que el venezolano se puso a pensar
delante del toro, dando los toques precisos encelándo y cambiándole los
terrenos para trazar una faena sublime al natural, de uno en uno,
cierto, que es lo que requería el cárdeno, cruzándose al pitón contrario
para echar la bambeta de la franela al hocico, y pasárselo por la
barrica en arrastrada y templada muleta. Únicamente era posible ligar el
obligado de pecho, pero ¡qué pase! Sí señor eso fue lo más enjundioso
de la tarde, y quizás de hecho hasta ahora por Colombo, una faena para
profesionales, una actuación para aficionados, y un orgullo para él
mismo al verse en condiciones de resolver, triunfando, problemas los
problemas que más de una vez le podrán plantear los toros que le esperan
en su esperanzadora carrera. Su entrega en la colosal estocada, rodando
el toro a sus pies, el fue de impacto, tan impresionante como la
decisión de la presidente del festejo de conceder solo una oreja cuando
el público pedía las dos y en justicia hubiera sido de rabo, pero claro,
hemos dicho que para calibrar el mérito de es actuación habría que ser
buen aficionado y lamentablemente ese palco de las Navas de San Juan no
pudo dar más de si en su ignorancia supina, y el enfadado público se
encargó de recordárselo.
¡Grande Colombo!
Completó este festejo mixto el novillero sin picadores, natural de Sabiote, Luis Eduardo Salido, con buen porte, bien vestido y ofreciendo la veta artística en sus formas de torea.
Completó este festejo mixto el novillero sin picadores, natural de Sabiote, Luis Eduardo Salido, con buen porte, bien vestido y ofreciendo la veta artística en sus formas de torea.
Lidió dos buenos becerros de la ganadería de Enrique Ponce, con brío y a veces genio, mostrándose entregado pero no siempre acertado. Cortó una oreja en su primero y en el otro los estropeó todo por el mal manejo de los aceros.
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