domingo, 9 de agosto de 2015

Tres espectaculares caballeros en Pontevedra

En el casco histórico de Pontevedra, en la plazoleta de las Cinco Rúas, junto a un precioso crucero con Adán y Eva de arte románico, una casa de piedra, con empaque hidalgo, ostenta esta inscripción: «Aquí vivió Valle-Inclán». Un auténtico genio del teatro y de la novela, que escribió siempre en castellano, con profundas raíces gallegas. Más allá de la conocida anécdota con Juan Belmonte («Sólo le falta morir en la Plaza». «Se hará lo que pueda, don Ramón»), hay que recordar sus frases sobre la Tauromaquia: «Si nuestro teatro tuviese el temblor de las fiestas de toros, sería magnífico; sería un teatro heroico, como la Ilíada».

Dentro de las corridas de rejones, ésta tiene un cartel inmejorable: los toros del Capea, con la nobleza de la casta Murube, y las tres figuras actuales. Interesa sobre todo un enfrentamiento que se da menos veces de lo que debiera, el del clasicismo de Hermoso de Mendoza con la arrolladora espectacularidad de Diego Ventura. Me recuerda varios títulos de películas: «Duelo de titanes (OK Corral)», «Duelo en la alta sierra», «Dos cabalgan juntos» (pero no son amigos); Leonardo Hernández podría ser «El tercer hombre»; la terna, «Los tres caballeros».

A dos pistas

En el muy noble primero, Pablo Hermoso galopa a dos pistas, con «Berlín»; con el agilísimo «Pirata», clava en corto, se adorna y mata certero: oreja. En el cuarto, con «Disparate», se luce en la suerte que él ha inventado, como si alternara las dos caras de su muleta (el caballo); «Dalí» baila y se adorna en la cara del toro; clava a dos manos con «Pirata» pero pierde el trofeo con el descabello.
En el segundo, suelto, Ventura arriesga mucho con «Nazarí», quiebra espectacular con «Milagro», levanta de manos a «Remate» y clava al violín. Una faena de gran eco pero falla al matar. Encela bien al quinto, levanta clamores con los quiebros, al son de «Luna de España» (la canción de Celia Gámez, aquí tradicional), repite la suerte de su rival para demostrar que él también la domina. Una faena completa, que entusiasma. Mata a la segunda: oreja.

Leonardo, muy valiente, levanta clamores, en el tercero, con los recortes en tablas y alardes ecuestres; clava con acierto pero mata a la segunda (quizá ha abusado del toro, agotándolo): dos orejas, generosa la segunda. Vuelve a lucirse en el último, en una labor ardorosa, pero clava desigual. Mata a la segunda: una oreja más remata su feliz tarde.

Sale a hombros Leonardo Hernández. El rejón de muerte impide a Ventura ese premio, que merecía. Pablo Hermoso luce su maestría: son tres espectaculares caballeros.

En Palma de Mallorca y Marbella, un ciudadano holandés ha repetido su número: es un notorio profesional de tirarse al ruedo... cuando el toro ya ha muerto. Frente a la Peregrina, unos cincuenta antitaurinos se manifiestan contra los toros, mientras de la Plaza salen, felices, los aficionados (cien veces más): es la estampa viva de un esperpento aunque ellos, probablemente, no lo sabían. Dudo mucho que hayan leído a Valle-Inclán o que conozcan su tajante opinión: «Los toros son la única educación que tenemos. Una corrida de toros es algo muy hermoso». En Pontevedra y en cualquier otro sitio, disfrutemos -el que quiera- leyendo a Valle-Inclán y acudiendo a las Plazas de toros.

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