Ponce muestra sus dos caras.
En el primero, dibuja preciosos derechazos, un pase de pecho que parece
infinito. Por la izquierda, el toro va desigual. Vuelve a la derecha,
en muletazos plenos de armonía, con un remate sensacional. La tanda
final es de antología. Con el toro rajado, en tablas, traza las
poncinas. Se vuelca en la estocada, una pizca desprendida: oreja. ¿Por
qué no le dan dos? Da igual: parece difícil torear mejor.
Al cuarto, bien armado, lo sujeta, rodilla en tierra. El toro protesta,
es incierto, en banderillas. Se ocupa de la lidia y brinda al público
su último toro de la Feria: lo ahorma, aguanta parones, lo engancha con
maestría, sin dejar que se vaya. Esta vez ha sido el Ponce «domador de
toros», como se decía de Domingo Ortega. Una faena de mucho mérito y valor seco. ¡Y algunos se impacientan! Hay que saber valorar la lidia, no sólo las faenas brillantes.
Con su hierro favorito, El Juli logra una de sus mejores tardes de
la temporada. El segundo, colorado, se mueve, alegre; flojea, sale
suelto. Comienza en el centro, con pases cambiados; manda mucho,
forzando la figura, con más firme decisión que estética. El arrimón
final calienta al público. Entrando de muy largo, con salto, estocada
desprendida: oreja. No se entrega el quinto en los primeros tercios pero
Julián se dobla y el toro rompe a embestir. La faena es rotunda,
completa: arrastra la muleta, manda mucho. Pocas veces habrá logrado una
labor tan redonda. Al final, el arrimón levanta un clamor. Suena el
aviso antes de entrar a matar. Estocada trasera de efectos rápidos:
oreja y gran bronca al presidente. ¿Por qué no le ha dado la segunda?
Todavía no lo sé.
Brindis a Inma Sequí
El tercero sale suelto, hace hilo, sin fijeza, flaquea pero se mueve. Me cuentan que Perera brinda a Inma Sequí, la candidata de Vox Cuenca y taurina, bárbaramente agredida.
El diestro está muy firme, lo mete en el canasto, aunque es soso y
transmite poco. Concluye con gran estocada. En el último, se luce
Joselito Gutiérrez, en banderillas. Comienza de rodillas, en el centro;
conduce con templanza las nobles pero sosas embestidas, alarga, liga
naturales clásicos. Al final, clavadas las plantas, demuestra que él
también domina el arrimón. Pierde el trofeo porque mata mal.
Equivocaciones del presidente
No me gusta que la crónica de una corrida de toros se
centre en el presidente (ni la de un partido, en el árbitro). Eso supone
darle un protagonismo que no debe tener. Pero no se debe callar que
este presidente, que ha hecho mucho por la categoría de esta Plaza, ha
tomado ahora decisiones verdaderamente sorprendentes.
Sigo sin entender su blandura, el día anterior, al no echar para atrás
varios toros; ni su presunta severidad, esta tarde, al negarle la
segunda oreja del quinto toro al Juli. Sin ninguna demagogia, me parecen
graves equivocaciones.
Pero lo que importa, en definitiva, es otra cosa: ha vuelto
la sana pasión a esta Plaza. El público sale de ella encantado con lo
que ha visto: dos maestros nos han emocionado,
cada uno en su estilo.
Dentro de poco tiempo, no recordaré yo si las
orejas que cortó El Juli, esa tarde, fueron una, dos o tres, pero no se
me olvidará que alcanzó una de sus cotas más altas. También recordaré
que Enrique Ponce estuvo magistral, en sus dos versiones, la de la
armonía y la del «domador de toros». Ésa es la belleza única del arte de
torear.
Postdata. En la
excelente revista anual «Clarín Taurino», leo a Paco Camino: «Si el
torero quiere dedicarse a esto, debe intentar estar bien siempre, tenga
delante el toro que tenga. La inteligencia y la capacidad están para
eso, para no tener que esperar a que salga el toro perfecto». Ya no es
un «niño» pero sigue siendo «sabio». El buen torero debe demostrarlo con
todos los toros... que sean toros; es decir, que tengan fuerza y casta.
Sin eso, todo se hunde.
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