Eduardo Soto, A.T.T.
Fotos: Germán D' Jesús Cerrada
Fotos: Germán D' Jesús Cerrada
Los dos muchachos hicieron gala de conocimiento, experiencia, valor e inteligencia para resolver las dificultades presentadas por los novillos, que en términos generales ofrecieron pasable juego y desigual comportamiento.
El uno es torero de empaque, más clásico y refractario a transgredir los cánones. El otro es más de gracia, cuyo duende puede llevarlo a quebrantar los ritos. Cada uno tiene su definida personalidad torera, ambos tienen carisma y su arte llega con fluidez a tendidos y entendidos.
La novillada del domingo nos ofreció un conjunto de elementos que hacen la tarde inolvidable y casi irrepetible.
No voy a referirme a las bondades y variedad de las faenas, a la excelsitud con la espada, a la pericia demostrada para que embistieran ejemplares reacios a la lidia o a los denodados esfuerzos de citar por el pitón que ofrecía mayor riesgo y dificultad, pues sobre ello han abundado con acierto distinguidos profesionales de la crónica taurina.
Me limito solamente a recordar que no siempre se pueden apreciar en el mismo espectáculo (amén de lo arriba señalado) un ramillete de afarolados de rodillas (casi siempre son largas cambiadas), de manoletinas también de hinojos, un quite por fregolinas, tres buenas picas, los diestros (tras compartir el tercio de banderillas) turnándose en airoso jugueteo a cuerpo limpio con el novillo en el centro del ruedo, o resistiendo tentaciones de gesticular en busca de indulto, rubricando con esta demostración de seriedad, madurez y profesionalismo su magnífico desempeño de la tarde.
El Palco descargó aceptablemente sus responsabilidades, quizás un poco tardo al ordenar la entrada de los equinos o para que sonara la música, y acertado al recetar vara al huidizo manso (en vez de su retiro a los corrales), lo que además nos permitió calibrar desde un ángulo distinto el oficio del diestro. También reconocemos la perspicacia y agradecemos la audacia (sembradora de futuro) del empresario, a pesar de que el resultado económico seguramente no estuviera a la altura del pleno éxito artístico del festejo.
Merecidas felicitaciones a los toreros oriundos de los Andes, al igual que parte no desdeñable de los aficionados que se hicieron presentes en el coso valenciano, confirmando de esta manera que en las agrestes montañas andinas anida el genuino sentimiento taurino del país.
Enhorabuena a nuestra Fiesta Brava que, de manera similar a Venezuela, luce a punto de cambiar de rumbo y orientarse de nuevo hacia derroteros de libertad, cuajados de esperanza y oportunidades para todos. Que Dios reparta suerte.
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