Quinientos veintitrés años después, los españoles siguen conquistándonos con sus caballos y su toreo de espejo.
EL APUNTE DE JUANGUI (CALI 2015)
Diego Aventura volvió con su tropa de equinos saltimbanquis y fue capaz de satisfacer los deseos incontrolables, desbordados, vaporosos, de esta Cali dadivosa y festejadora.
Ya no importa si el toro es manso, como el primero de Fuentelapeña, o codicioso, como el de Juan Bernardo. Ya no se necesitan antagonistas fieros y temibles para ver torear. Solo bastan unos cuantos cuarteos, un quiebro, dos rejones de castigo, un par giros del caballo en la cara de un toro, cien metros planos de trote a dos pistas, dos piruetas de alta escuela, un juego completo de banderillas y un rejón en todo lo alto para seducirla. Ella, hechizada ante la conducción sobrenatural del montador y la magia de su cuadra, abre sus extremidades (las superiores) y agita con ellas su pañuelo blanco, el himen, y le pide así a la máxima autoridad el permiso para honrar al caballero sin armadura, al nuevo héroe de los efectos especiales.
Los de a pie dieron lo que pudieron. El debutante López Simón, en medio del aturdimiento de enfrentar por primera vez a un tipo de toro, el americano que es bipolar, logró algunos destellos que confirmaron lo que sentíamos al ver el programa español Tendido Cero: que tiene un no sé qué que lo hace especial. Un manejo del capote insípido, de mantero, salvo una verónica, sembró las dudas, pero unos movimientos largos del brazo, llevando al toro imantado con la muleta, en medio de una quietud irresponsable y desafiante, sembró la ansiedad de seguir viendo torear al pálido español. Pudo cortar oreja, pero por su precocidad juvenil, inexplicable en la gran revelación de la temporada, se volcó con la espada sin preparar la suerte y sin notar que sus dos antagonistas no estaban igualados sino excesivamente espatarrados, o patiabiertos, como dicen aquí. Por eso pinchó.
Ritter, el tercer espada, osciló entre series en las que se quedó corto y otras más profundas que no pudo mantener. Inició la lidia al quinto con circulares profundos de mano abajo, pero, inexplicablemente, se obstinó en dar series con la mano izquierda, el pitón incierto, que terminaron en trompicones y que le partieron en dos la faena. Como se alarga por sus ganas de torear, terminó partiéndola en tres.
Lo mejor de todo es que se siente un ambiente de resurrección. Cali quiere volver al que fue durante mucho tiempo su espectáculo favorito de fin de año. Se nota cierta efervescencia en los tendidos, mujeres bellas y hombres bien vestidos que van a reconocerse y a saludarse. Un año antes, la salida de la plaza era un momento aciago y veloz, un velorio. Ahora se escuchan las cumbias revivir en las tascas que se instalaron justo al salir. Solo falta que embistan los toros. Ah, y que regrese el llamado "toro de Cali”, cornalón y bien comido, pues los que han salido hasta el momento parecen jóvenes que se han hecho la liposucción.
FICHA DEL FESTEJO
59ª Feria de la Cali. Segunda corrida, 26 de diciembre del 2015. Clima agradable. Asistencia: casi tres cuartos de plaza. Se lidiaron toros de Fuentelapeña, terciados, descastados y con complicaciones. El cuarto, de Juan Berrnardo Caicedo, codicioso y con fondo.
Diego Ventura: palmas con saludo y 2 orejas. Vuelta al ruedo al toro, dadivosa.
López Simón: saludo y saludo desde el tercio
Sebastián Ritter: silencio y aviso.
Salió en hombros el rejoneador. Saludó Santana nuevamente.
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