Gran figura, ha sido distinguido con el Premio Taurino de ABC «por su excepcional gesto torero al reaparecer una sola tarde en Sevilla, el Domingo de Resurrección, y culminar así su brillante trayectoria profesional»
Juan Antonio Ruiz «Espartaco, en su reaparición en la Maestranza - Raúl Doblado
ROSARIO PÉREZ - CharoABCTorosMadrid
La felicidad tiene un nombre: Espartaco. «Me siento pletórico», dice. Maestro de maestros, recibe con «entusiasmo» y un sinfín de «gracias» la noticia de ser ganador del VIII Premio Taurino de ABC. «Es un broche precioso a un año en el que decidí reaparecer por un día, pues Sevilla me lo pidió en una tarde inimaginable de bonita»
—¿Qué significa este galardón?
—Me llena de orgullo y satisfacción. Cuando yo era miembro del jurado pensaba: «Dios mío, si cuando estaba en activo hubiese tenido la posibilidad de lograr este premio...»
—Y llegó por su trayectoria de figura y por su gesto de acudir a la llamada de la Maestranza, donde volvió a colgar el «No hay billetes» y a salir, por sexta vez, por la Puerta del Príncipe.
—Todavía me emociono. Puse mucho en juego y tenía que estar a la altura de las circunstancias. Era un tema más personal que profesional, con muchos miedos. No habrá ya nada mejor que eso, con ese cariño de la plaza y con la presencia de mis hijos. Ese era mi propósito, que ellos pudiesen verme torear en la Maestranza. Fue de las felicidades más grandes que me ha dado la Fiesta.
—¿Es cierto que pidió una especie de «bendición» a Curro Romero?
—Llamé a todos mis compañeros y al maestro Curro. Yo tenía mucho miedo de hacer el ridículo. Le pregunté qué le parecía, si era una locura. Y me respondió: «Juan, adelante, porque si tú lo ves claro no te puede salir mal, y si no lo haces te quedará una cosita toda la vida».
—Su hijo le cortó la coleta con su padre de testigo. ¿Qué sintió?
—No me lo creía. Compartirlo con ellos fue muy especial.
—Reapareció con 52 años. ¿Tiene edad el toreo?
—Claro que sí, pero la ilusión manda. Eso fue un acontecimiento especial, los toreros de hoy arrean una barbaridad. Y ahí está la prueba de López Simón. Voy a confesar algo: si yo hubiese sido jurado de esta edición, le habría votado sin ninguna duda a él. Ha hecho un esfuerzo tremendo, con la grandeza de pasar de casi nada a casi todo, con exposición y superación, con la capacidad y el don de los privilegiados. Junto a otros jóvenes, merece por justicia estar en la ola del candelero y el éxito.
—¿Considera vital a esta nueva generación?
—Sí, esa entrega y esa juventud son fundamentales para que la gente vaya y vuelva a los toros.
—¿Y si un día su hijo le dice eso de «papá, quiero ser torero»?
—Es muy difícil, aunque se mezclarían dos sentimientos: por un lado, sería una alegría tremenda y, por otro, un gran sufrimiento.
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