Revista Caretas. Perú
Hace muchos años que en Acho no se sentía tanta emoción y expectativa como la que vivimos el domingo pasado. Un ambientazo para comprobar que Andrés Roca Rey es una promesa hecha realidad, en el marco excepcional de un mano a mano con el Torero de Lima, Enrique Ponce, en la corrida de cierre de una buena Feria del Señor de los Milagros. Todo hacía presagiar una gran tarde de toros, como finalmente lo fue, a pesar del ganado.

La tarde la sacaron adelante Ponce y Roca Rey, quienes con su sobrada capacidad y habitual entrega suplieron las deficiencias del encierro. Y aquí reside la dimensión auténtica de sus faenas, porque los dos toreros pusieron lo que a los toros les faltaba.


Antiguamente fallar con el descabello no era demérito según Gregorio Corrochano, pero hoy si lo es. Quizá los animaleros nos han convencido que la muerte debe ser rápida para poder triunfar.
Roca Rey, con 19 años, es un torero hecho y derecho con una seguridad impresionante en todo lo que hace delante del toro. Torero largo, con variedad capotera, muleta clara y poderosa, valor a raudales y un pundonor y entrega envidiables. Por si fuese poco, es un gran estoqueador al que no se le escapan las orejas. Posee todo para ser mandón del toreo.
Con el segundo, exhibió su repertorio de verónicas, tafallares y caleserinas ajustadas, pero el toro llegó con poco recorrido a la muleta desluciendo su trasteo. Con el cuarto también se luce de capa. En la muleta el toro tardea, pero con poderío logra meterlo en muleta, repitiendo en series de derechazos muy emocionantes. Faena de poder y cercanías por ambos pitones que ponen la plaza a hervir y que remata con redondos y arrucinas. Una estocada arriba y le conceden las dos orejas.
Con el sexto, manso y huidizo, Roca Rey sacó la raza y el hambre que lleva dentro, se puso de rodillas y lo buscó por toda la plaza. En donde no había, inventó una faena acorde a la condición de su oponente, porque no todas pueden ser de lucimiento estético. Una oreja merecida y la segunda un regalo del juez que no guardó un criterio uniforme ni coherente, desconociendo que un trasteo persecutorio como este no se premia con dos orejas.
Roca Rey obtuvo el Escapulario de Oro por larga mayoría de un jurado en el que, como en ninguna otra feria del mundo, aficionados elegidos por sorteo tienen un peso cercano al 50% de la votación. La faena de López Simón me pareció más completa porque tuvo a un gran toro, Travieso de Daniel Ruiz, al que se le dio el Escapulario de Plata, mientras que la de Roca Rey fue de matador consumado y poderoso con un toro más complicado al que superó largamente. Dos grandes faenas en una elección bajo las reglas de la democracia.
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