Jaime de Rivero - Fotos: Oscar Medrano
Revista Caretas. Perú
Hace muchos años que en Acho no se sentía tanta emoción y expectativa
como la que vivimos el domingo pasado. Un ambientazo para comprobar que
Andrés Roca Rey es una promesa hecha realidad, en el marco excepcional
de un mano a mano con el Torero de Lima, Enrique Ponce, en la corrida de
cierre de una buena Feria del Señor de los Milagros. Todo hacía
presagiar una gran tarde de toros, como finalmente lo fue, a pesar del
ganado.
El encierro de Roberto Puga, desigual en presentación,
cumplió con tres toros bien presentados y otros muy justos. El tercero
anovillado y sin trapío fue reemplazado por uno de Caicedo con un poco
más de presencia. Los pugas fueron nobles, pero bajos de fuerza, sosos y
sin transmisión, salvo el cuarto que se empleó y el quinto que fue
bravo. La fuerza es indispensable para lucir otros atributos de la
bravura; sin movilidad la gente se aburre y el buen toreo se desmerece.
Los toros no me gustaron, pero sirvieron, permitiron faenas de orejas y
el público que cubrió los tendidos se fue satisfecho del conjunto.
La
tarde la sacaron adelante Ponce y Roca Rey, quienes con su sobrada
capacidad y habitual entrega suplieron las deficiencias del encierro. Y
aquí reside la dimensión auténtica de sus faenas, porque los dos toreros
pusieron lo que a los toros les faltaba.
El que abrió plaza,
tardo y sin codicia, llegó parado a la muleta. Nada había por hacer. Al
tercero (bis) de Caicedo, que salió suelto y manseando, Ponce lo cuidó y
sujetó hasta el tercio final. Ahí con el poderío que lo caracteriza
armó una faena limpia sacándole el fondo de bravura. El toro fue a más y
Ponce se impuso por derechazos principalmente, pues nada había por el
izquierdo. Series cortas, de mano baja, alternadas con adornos, dándole
aire al toro y manejando los tiempos para que no perdiera intensidad.
Con circulares probó que pasaba para luego instrumentar las Poncinas
finales. Una estocada entera pero trasera, redujo el premio a una oreja.
Con
el quinto, un bravo colorado que tumbó al caballo, Ponce dirigió la
lidia cuidándolo sin dejar que le peguen capotazos ni para colocarlo en
suerte para las banderillas. Las primeras series fueron lucidas y
coreadas, aprovechando el recorrido y la clase del toro por el pitón
derecho. Por naturales punteaba y se quedaba corto, pero igual lo hizo
pasar. Faena seria, de peso que bajó de intensidad en el tramo final
porque el burel acusó cansancio mientras Ponce insistía para cortarle
las orejas. Faena lidiadora de un maestro consumado. Estocada entera que
corta orejas, pero el toro tardó en caer y el pedido se redujo a muy
pocos, negándosele una oreja de ley. El juez no puede actuar como un
autómata reglamentarista, su responsabilidad es resolver y hacer
justicia. Tras la estocada hubo pedido mayoritario y algo tan aleatorio
como doblar pronto no puede minimizar un triunfo claro.
Antiguamente
fallar con el descabello no era demérito según Gregorio Corrochano, pero
hoy si lo es. Quizá los animaleros nos han convencido que la muerte
debe ser rápida para poder triunfar.
Roca Rey, con 19 años, es un
torero hecho y derecho con una seguridad impresionante en todo lo que
hace delante del toro. Torero largo, con variedad capotera, muleta clara
y poderosa, valor a raudales y un pundonor y entrega envidiables. Por
si fuese poco, es un gran estoqueador al que no se le escapan las
orejas. Posee todo para ser mandón del toreo.
Con el segundo,
exhibió su repertorio de verónicas, tafallares y caleserinas ajustadas,
pero el toro llegó con poco recorrido a la muleta desluciendo su
trasteo. Con el cuarto también se luce de capa. En la muleta el toro
tardea, pero con poderío logra meterlo en muleta, repitiendo en series
de derechazos muy emocionantes. Faena de poder y cercanías por ambos
pitones que ponen la plaza a hervir y que remata con redondos y
arrucinas. Una estocada arriba y le conceden las dos orejas.
Con
el sexto, manso y huidizo, Roca Rey sacó la raza y el hambre que lleva
dentro, se puso de rodillas y lo buscó por toda la plaza. En donde no
había, inventó una faena acorde a la condición de su oponente, porque no
todas pueden ser de lucimiento estético. Una oreja merecida y la
segunda un regalo del juez que no guardó un criterio uniforme ni
coherente, desconociendo que un trasteo persecutorio como este no se
premia con dos orejas.
Roca Rey obtuvo el Escapulario de Oro por
larga mayoría de un jurado en el que, como en ninguna otra feria del
mundo, aficionados elegidos por sorteo tienen un peso cercano al 50% de
la votación. La faena de López Simón me pareció más completa porque tuvo
a un gran toro, Travieso de Daniel Ruiz, al que se le dio el
Escapulario de Plata, mientras que la de Roca Rey fue de matador
consumado y poderoso con un toro más complicado al que superó
largamente. Dos grandes faenas en una elección bajo las reglas de la
democracia.
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