martes, 15 de marzo de 2016

LA CRÓNICA DE VALENCIA Una encina entre las flores

Del Álamo le corta una oreja a cada toro de Zalduendo que le cupo en suerte mientras Fandiño se veía sin opciones con los de El Ventorrillo; una cornada dejaba a Adame con una ovación por todo premio

 Una encina entre las flores
JAVIER FERNÁNDEZ-CABALLERO

Hoy germinó una encina. No fue en La Maestranza que la verá crecer ni en la Salamanca que la ha visto ser proyecto. No. Ha sido entre las flores de Valencia en plenas Fallas, una casualidad que la vida ha puesto en sus manos porque ésta, sabia consejera, sabía y quería que hoy germinara el mítico vegetal. Esa sonrisa a medio gas, esa muesca entredicha de torero recio y ese gesto enjuto y despenado pero de alma inquieta por buscar el toreo. Esa fue la encina.

Ese sueño entre los ojos de un joven de mi edad que ya es palabra mayor porque él lo ha querido: es encina maestrante, es intrahistoria de Vitigudino, es recuerdo y realidad de una Salamanca que no tiene que buscar sino revalorizar lo que ya tiene en sus manos antes de que se le escape entre los dedos. Hoy Juan del Álamo quiso y, queriendo, pudo a dos zalcuentos que bien le podrían haber servido para ser arrojo de debutante pero los utilizó para ser quien quiere ser. Hoy, entre el frío levantino y las circunstancias de la tarde, creció la encina de Del Álamo en la tierra de las flores. 

Fue listo para abonar su nuevo hogar en el tercero y por derechazos, de lejos y con la bamba tersa comenzar trasteo con la pulcritud y elegancia castellanas que don Santiago predicó en el 74. Fue listo, también, para darle con torería gusto al manso e irse a la raya de toriles a cuajarlo. Y fue lista esa encina para, con la fría elegancia de los sabios a pesar de la calidez del "Morenito de Valencia” ambiental, reventarlo al natural con la frialdad con la que Salamanca lo parió.Sin flores ni florituras. Con el espejo bonito –Bento y Benito- de la independencia de un frío y tieso que quiere golpear el Estado del monopolio. Hoy, la encina de Salamanca que el territorio maestrante tiene como misión no germinó en Sevilla sino en la tierra de las flores. 

Supo ser serio Juan cuando las puntas de ese feaco tercero se lo exigieron, supo alegrarse cuando el tendico así lo solicitó y supo ser estrella de su concepto en un elegante epílogo por bajo… ¡vivan las encinas! quiso decir con un ¡vamos ya!, que es como los toreros se lo comunican al cliente. Y supo venderse y vender cómo la encina en La Maestranza de Su Majestad tiene hoy más vida que nunca. 

Quiso plantar la encina del quinto donde puso la montera tras el brindis: en la segunda raya ¡Siempre hace lo mismo!me susurró a mi lado Barquerito, pero sabía lo que Del Álamo tenía y quería en los próximos minutos cuando lo vimos echarse de rodillas. Ese hieratismo al cruzarse, sin enmendar el mentón, sabiendo y queriendo recordar y que lo recuerde la historia. Relean el juego de conceptos: eso es lo que desea la encina florida. Con el toro dormido pero con la cabeza alta cual centinela de su mortecina condición fue otro mulo quinto que no se mereció la Concha Flamenca con que amenizaron su final. Éste llegó por circulares que fueron preludio efímero de la realidad de una estocada posterior que puso en su mano el despojo de la gloria. Sí, una encina entre las flores que sabe a gloria de figura en ciernes. 

Ni encina ni flores encontró un Fandiño que debe primero debe saber lo que quiere y a quién busca para ser torero de Ferias grandes. No estuvo hoy un Iván al que los pitos se le clavaron en el alma al mismo son que dos puñales reventaron la rodilla a Adame en el segundo. Por eso el vasco debió tirar de una voluntad sin fuste para hacerse cargo del mulo sexto, sobrero de El Ventorrillo en lugar del maltrecho titular. Ni quiso ni buscó las flores el vasco, al que le sobran razones para enfrentarse a la muerte pero le faltan argumentos para convencer al aficionado. Duro porvenir le espera al de Orduña si no vuelve al Iván que quiso y pudo hace ahora un lustro. 

De madera de encina era el gordo abreplaza, que brindó al público antes de colocarse fuera de sitio en tandas donde no cargó lo que sentía, que no ya la suerte. Una ligazón ayuna de la enjundia hierática que le abrió camino fue plato de mal gusto para la fría Valencia que ya tenía sus ojos en la también gélida Salamanca. El final de ese principio del abreplaza no fue sino una esperpéntica sinrazón de hinojos que emborronó la parca lucidez anterior. 

La encina la quiso traer Adame del oro de las Américas pero se le tornó en hule cuando el serio segundo le calcinó la rodilla al intentar descabellar. Mal infortunio, pues, de un Joselito que viene a España proclamando su gran cartel azteca, del que no se percatan ni afición ni despachos. Brilló de capote el aquicalidense ante el gordaco al que luego le recetó tandas pulcras pero sin embroque comprometido, un tomadaca que se tiñó de sangre.
Hoy germinó una encina entre las flores. Se parece a Santiago, sí, pero aún no es Majestad. No fue en La Maestranza en la que Vitigudino plantó la elegancia de Castilla en el 74 y con la que Navalón sentó una cátedra que hasta estas líneas perduran. No lo fue, pero hoy creció una encina que vino de Ciudad Rodrigo y que, señalando a una Maestranza en potencia, creció feliz pero con cara seria en la tierra de las flores.

FICHA DEL FESTEJO

Plaza de toros de Valencia. Quinta de la Feria de Fallas. Corrida de toros. Media entrada en los tendidos.

Cuatro toros de Zalduendo (primero, segundo, tercero y quinto, justos de presentación, y tres de El Ventorrillo (cuarto y sexto). Noble y humillado a menos el primero; de sosa y desrazada nobleza el mulo segundo; de sosa calidad el amplio tercero; de calidad sin fondo el mulo cuarto; espeso y noblón a menos el quinto; devuelto por lastimarse una mano el sexto; deslucido, protestón y renuente el sexto bis.

Iván Fandiño (rosa y oro): palmas, silencio tras aviso y silencio.

Joselito Adame (negro y oro): ovación tras aviso en el único que mató.

Juan del Álamo (marino y oro): oreja y oreja tras aviso.

FOTOGALERÍA: JAVIER COMOS

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