Eduardo Soto, A.T.T.
Comencemos por aquello de que la Fiesta Brava es muerte, esa es su esencia. ¡Cáspita! Posiblemente entienda las razones que motivaron tan drástico encabezado, pero no puedo estar de acuerdo con una afirmación tan tajante y excluyente.
La Fiesta Brava es en esencia arte, cultura, belleza, poesía, música y atrevida danza que se ejecuta en peligroso entorno de tragedia y muerte, la cual viene a ser colofón de una obra de nobleza y valor. Si la esencia de la Fiesta Brava fuese la muerte, las plazas de toros permanecerían vacías, salvo quizás por un puñado de necrófilos y habría que descalificar, de un plumazo, la afición de Portugal, que se regodea presenciando espectáculos taurinos incruentos. Ni tan cerca que queme al santo, ni tan lejos que no lo alumbre, la llama de la afición ciertamente se aviva con la suerte suprema, pero en un contexto de vibrante pasión, como pincelada final de la lidia de un toro.
También estoy en desacuerdo cuando señalas que de hecho el tercer acto no es la faena, es el tercio de la muerte, no solo por las razones arriba esgrimidas, sino porque considero que tal aseveración se corresponde más bien al estilo antiguo del toreo, cuando no existía faena de muleta, excepto por unos cuantos pases en preparación del toro para el estoque, desenlace que entonces tenía trascendencia capital.
Todavía subsiste algo de eso en el toreo actual, pero sería inconcebible redondear una lidia sin faena de muleta, la cual ha llegado a ser de mucha importancia al valorar la actuación de un diestro y apreciar las condiciones de un burel. La variedad, belleza y plasticidad que han venido adquiriendo los pases de muleta, constituyen parte sustancial del buen desempeño de un torero, ponen en evidencia su arte y sapiencia, sin posibilidad alguna que la faena pueda ser considerada producto del azar, como si puede ocurrir con un espadazo certero.
El tema de los indultos se presta más a controversia, porque intervienen muchos factores y no es fácil justipreciar cada uno de ellos de la misma manera, para arribar a una apreciación final que, por tal razón, casi siempre genera disentimiento.
Todos estamos de acuerdo con los fundamentos teóricos que justificarían un indulto, algo se ha avanzado al desengancharlo del premio al torero, pero es mucho más difícil desencajar el indulto de sus meras circunstancias inmediatas,
Hay quienes juzgan un indulto limitándose solamente a analizar los méritos del caso en cuestión, pero hay también quienes deben además considerarlo en un contexto más amplio. Al enfocar la concesión del indulto de diversa manera, lógicamente se genera una disparidad de criterios al parecer insalvable por ahora. Como nadie tiene el monopolio de la verdad ni la exclusiva del error, no queda otra salida que convivir en desacuerdo, poniendo en práctica una juiciosa combinación de crítica constructiva y mejor comprensión de las opiniones ajenas, que muchas veces ha sido germen de tolerancia. En lo que de seguro hay pleno acuerdo en unos y otros, es en no caer en exageraciones inconvenientes para todos.
Algunos arguyen que en España para que ocurra un indulto transcurren decenios. No hay sorpresa alguna, por cuanto existen centenares de ganaderías de casta en feroz competencia, que ha forzado incluso a malbaratar toros de lidia, enviándolos no a la plaza sino al matadero. Además, no hay perentoria necesidad de mantener y reconstruir una cabaña brava arrasada por la intransigencia y animosidad de las autoridades. Baste recordar los toros españoles indultados en San Cristóbal hace unos años, salvajemente masacrados en una dehesa cercana, cuando se recuperaban para comenzar a padrear. Quienes estén familiarizados con la situación de nuestras ganaderías de casta, seguramente podrán sacar sus propias conclusiones al respecto.
Por otra parte, estoy de acuerdo con tus comentarios sobre el trapío de los toros. Si bien no existen parámetros para medir el trapío, a ojo de buen cubero se puede determinar con cierta facilidad su presencia o ausencia; lo que no resulta tan fácil es establecer un listón, para marcar el límite de aceptación o rechazo de un animal por motivos de trapío. No obstante, se puede afirmar sin ambages, que algunos ejemplares que se lidiaron recientemente evidenciaban no tener trapío suficiente para pisar la arena merideña. Ya no se puede hacer mucho al respecto, excepto todo lo posible para que tal situación no se repita.
Seguramente, las autoridades taurinas habrán tomado nota de las justificadas críticas e instrumentarán las medidas del caso, con suficiente anticipación, para evitar situaciones que fuercen flexibilidades extremas ante la inminencia del calendario ferial.
Bueno amigo Acacio, he vaciado mi espuerta sobre tu escrito el cual, en muchas partes, tiene sobrada razón. Quisiera hacerte llegar mis palabras de estímulo para que te mantengas interesado y pendiente del acontecer taurino, como corresponde a un buen aficionado.
Para terminar quisiera señalar, parafraseando una máxima cuyo autor se me escapa, que no estoy de acuerdo con todo lo que dices, pero defenderé siempre tu derecho a decirlo. Por supuesto, teniendo presente que la crítica nunca debe responder a la voluntad de ofensa, sino a la libertad de opinión para explicitar sentimientos sobre temas caros a nuestro espíritu.
2 comentarios:
Mi estimado Embajador
Gracias por dedicar un tiempo a analizar mis escritos, curiosamente lo vi primero en redes sociales y en la pagina web del apreciado Germán D´Jesus Cerrada que en mi propio correo.
Tal vez no sea la esencia pero si el origen, a eso me refiero, la fiesta brava existe porque era la antigua manera de matar toros, de no ser por esto esta maravillosa fiesta que tanto disfrutamos y compartimos no existiría. Luego con Belmonte y quienes le sucedieron la fiesta evolucionó al punto que se hizo exquisita, agradable, artística, hermosa y se convirtió en el espectáculo de masas de hoy en día.
Lo que quiero hacer notar es que no podemos caer en el juego de los animalistas que se empeñan en darle cualidades humanas a los animales, sembrando la duda de que todo lo que se hace en el ruedo es solo por la morbosa idea de hacer daño al animal, hasta tortura lo han llamado.
Inicialmente al escrito lo había titulado "No a la Indultis" pero me pareció más adecuado el que en definitiva le coloqué porque considero una parte esencial y fundamental del mundo taurino, el arte de matar a un toro bravo.
Lo que realmente quiero destacar es que la Suerte suprema se da a consecuencia de la lidia, y solo debería ser evitada cuando se den circunstancias excepcionales, cuando el toro sea realmente un fuera de serie. Debería ser la excepción y no la norma.
Hemos visto con pesar como año tras año aceptamos animalitos que realmente dan pena, en parte motivado a las exigencias de las "figuras" para torear en América y lo peor es que muchos de esos animalitos que no debieron ser aceptados de entrada, terminan como padrotes de nuevas generaciones.
En esta feria hubo una curiosidad que creo que nadie apuntó y que me motivó a escribir sobre el indulto, al negarse la CTM a indultar el toro de regalo de la última tarde, el grito generalizado de los tendidos contra el Matador (Esau) y la Autoridad fue de ¡Asesinos, Asesinos! Lo cual me hizo pensar en el cambio conceptual que están logrando dar los ambientalistas, ecologistas y defensores de animales a nuestra fiesta, por el camino que vamos, todos los taurinos seremos señalados como asesinos.
Otro punto es que aceptamos, ya con descaro, es el afeitado de los toros, lo cual si es un irrespeto al animal, que da una ventaja tramposa al hombre y reduce paridad del duelo que quisiéramos ver. En este punto todos somos culpables porque todos lo terminamos aceptando sin pudor (Matadores, empresarios, ganaderos, aficionados, autoridades)
La facilidad con que se otorgan actualmente los indultos es un tema que de verdad me preocupa y lo veo como un ataque de nosotros mismos a nuestra fiesta, ya en Ecuador, los ecologistas lograron imponerse y ahora la fiesta es mas bien un circo con poco riesgo, sin suerte suprema (aunque al final los toros son apuntillados en los corrales), el próximo paso será colocar protectores a los cuernos y una almohadilla sobre el morrillo para clavar las banderillas sin herir al toro. (tal como hacen en Las Vegas)
Todo esto me recuerda el cuento del trapecista que caminaba sobre una cuerda floja y tenia muchísimos seguidores por el riesgo que implicaban sus maromas, pero luego las autoridades le exigieron que por seguridad y para evitar una tragedia colocara una malla bajo la cuerda. Con el tiempo perdió todo interés en el público ya que sabían que de equivocarse, nada le iba a pasar, así sucede con los toros, al perder el riesgo se pierde también el interés.
En definitiva, creo que estamos indultando por satisfacer a nuestros enemigos y nos ocupamos solo de la nobleza pero olvidamos la bravura. Terminamos dando indultos que solo sirven para seguir produciendo los toros de los que luego tanto nos quejamos y que terminan contribuyendo a acabar con la fiesta.
Un fuerte abrazo, y que siga la controversia, que sería del mundo del toro sin ella
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