sábado, 9 de abril de 2016

FERIA DE ABRIL: Una faena de rítmica cadencia de Enrique Ponce

El maestro de Chiva cuaja una faena de supremos temple y elegancia y corta la única oreja

Un bravo toro de Juan Pedro desborda a un Manzanares en caída libre; vuelta al ruedo para el valor de Roca Rey

Relajado derechazo de Enrique Ponce, que cortó la única oreja de la... 

Relajado derechazo de Enrique Ponce, que cortó la única oreja de la tardeJESUS MORON
Rey emérito en el palco y Rey nuevo en el albero. Un ambientazo de reyes en la Maestranza. De estreno, canela y oro el debutante. Andrés Roca Rey entre figuras: Enrique Ponce y José María Manzanares. Un lujo. Un peligro. El maestro de Chiva explicó el porqué con un toro colorado de pitones acaramelados, alma de dulce y manos de algodón. Pero la humillada intención del juampedro juanrramoniano se sobrepuso a sus orondas carnes de trémula potencia. Terciopelo en la muleta de Ponce, la elegancia al ralentí desde el prólogo a media altura. Y la derecha de hombros caídos, relajado encaje y sedosa reunión dibujó una faena calma como un mar sin olas. Los pases de pecho subieron el gozo a pulso. Como los excelsos cambios de mano. Como los doblones finales de genuflexa profundidad. EP había cuajado la clase del pitón derecho -el izquierdo punteaba- del domecq entre las rayas como quien escancia con rítmica cadencia un vino añejo. Supo a gloria la oreja. Para algunos pañuelos incluso a poco.

Manzanares se despeinó con la espada. El momento del volapié es cuando verdaderamente ataca. Como un rayo además. Cayó el toro rodado de un gran espadazo. Punto en boca para una faena de escasas apreturas, que diría un antiguo revistero por tapar. El juampedro de amplia cara se había dejado con bondad y sin excesivo celo por su mano derecha. Series cortas y distantes. Como corto y desentendido fue el viaje a izquierdas. Hacia ninguna parte.

Roca Rey se había hecho presente en el anterior en un quite por cordobinas. Una colada se tragó. Para su turno el sorteo había deparado un toro de lavada expresión y blandos apoyos. A contraestilo y desordenado entre caídas. No impidió el brindis a Don Juan Carlos del peruano. Ni una faena de largo tesón juvenil. Un natural quedó como una solitaria perla. El fulgor del acero se hundió con rectitud.

Devolvió la presidencia un cuarto de robusto morrillo y brutas hechuras. Las protestas, calientes ya de antes, arreciaron con sus amagos de irse al suelo. A Ponce no le gustaba nada aquello. Ni el ambiente ni el toraco, que se le había frenado debajo en el capote. Un último talegazo en el caballo resolvió las dudas del usía. No mejoró el sobrero, también de Juan Pedro, la situación. Muy agarrado al piso, mirón y de escasa humillación. Marcó en la brega de Mariano de la Viña todo. Enrique Ponce lo sintió de cerca. Hubo de tirar de amor propio. Ya muy quedo y sangrado el toro. Orgullo de mil batallas. Le animaron a matarlo. La ovación reconoció al sabio maestro.

Chocolate a caballo provocó las palmas inexistentes hasta entonces en la lidia con dos sobrias varas; el juampedro metió la cara abajo y empujó con riñones y codicia. La cuadrilla de Manzanares siguió la cosecha con los palos. Rosas y Blázquez saludaron montera en mano. La bravura del juampedro ardía en sus hechuras de taco. Notario dejó constancia de ella en la muleta de un Manzanares desbordado, atropellado y en caída libre. El tiempo entre series sí transcurrió lento. Injusta la plaza con el toro en el arrastre, incomprensible en la ovación para el matador. Ni siquiera se tapó con su mejor baza. Queda ya demasiado lejos 2011. Aunque la generosa memoria de Sevilla no olvide. Todavía.

La variedad de Roca con el capote continuó con el sexto de estrechas sienes y amplia culata. Las tijerillas del saludo sumaron a las saltilleras del quite en el quinto. La explosividad de la apertura de faena, los estatuarios y la espaldina, aguantó un par de series más. Lo que duró el domecq en su mano diestra. Rey sobrevivió a un arrimón de distancias inexistentes: el toro lo empaló durante segundos eternos. Como si lo hubiera ensartado, sin soltarle del pitón. No hubo caso ni sangre. Pero el susto encogió todos los ánimos menos el suyo. Sintió el aliento de la Maestranza en la vuelta al ruedo de despedida. Hasta la próxima cita.

JUAN PEDRO DOMECQ/ PONCE, MANZANARES Y ROCA REY

  • Plaza de toros de la Maestranza. Sábado, 9 de abril de 2016. Séptima de feria. Lleno de 'no hay billetes'. Toros de Juan Pedro Domecq, incluido el mirón y complicado sobrero (4º bis); serios de presentación en sus diferentes hechuras; de gran clase por el derecho el 1º; bravo y codicioso el 5º; blando y desordenado el 3º; de bondadoso y escaso celo el 2º; el 6º se vino abajo. 
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  • Enrique Ponce, de rioja y oro. Estocada casi entera (oreja y leve petición). En el cuarto, estocada casi entera (saludos). 
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  • José María Manzanares, de azul pavo y oro. Gran espadazo (saludos). En el quinto, media estocada defectuosa (saludos).

  • Roca Rey, de canela y oro. Estocada (saludos). En el sexto, pinchazo y estocada (vuelta al ruedo). 
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  • Presidió la corrida desde el Palco del Príncipe el Rey emérito, acompañado de la Infanta Elena y su nieta Victoria Federica.

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