Le bastaron 48 horas, las que ocupaban el 21 y el 22 de mayo de 1991.Ahora se cumplen 25 años y aún sigue en el recuerdoPrimero con una corrida de Baltasar Ibán, al día siguiente una de Murteira Grave. Y en las dos ocasiones le esperaba la Puerta Grande de Madrid. Pero aquello no resultó fruto de la casualidad. Ya lo había dejado claro ante toros de Cuadri en abril del 91, aunque la tarde no resultara redonda. Y por detrás quedaban unos años de mucha lucha, de mucha fe en su vocación taurina. Por eso cuando llegó la ocasión rompió con tanta fuerza. Por eso y porque supo arriesgar: a otros después de haber cortado dos orejas en Madrid, les costaba más volver con una sustitución al día siguiente, no fuera a ser que devolviera los trofeos. Uno de los grandes toreros que ha dado América apostó y ganó. |
||||||||||
| ||||||||||
Este mes de mayo se cumple un cuarto de siglo de aquel San Isidro protagonizado enteramente por un torero que, en apenas quince días, se convirtió en máxima figura. La apoteosis de César Rincón[1]
en Las Ventas significó el triunfo de un estilo y de una interpretación
del toreo plenamente clásica que, de esta forma, regresó al primer
plano de la actualidad [2].
Hasta el momento que César Rincón atravesó la Puerta Grande de Madrid en la anochecida del 21 de mayo de 1991,
su carrera había sido tremendamente dura y difícil, inclusive su
contratación para el ciclo madrileño había sido cuestionada. El diestro,
nacido en la capital de Colombia, había dejado grata impresión en el
coso venteño tras lidiar acertadamente el lote de toros de Celestino Cuadri que le correspondió el domingo 28 de abril.
La primera puerta grande
El cartel previsto para el martes 21 de mayo
no llamaba especialmente la atención entre el gran público, aunque para
el aficionado sí que contaba con notas de interés. Se trataba de una
terna de espadas totalmente internacional, pues junto a César Rincón figuraban Curro Vázquez y Miguel Espinosa “Armillita”. Las reses enchiqueradas llevaban el hierro de Baltasar Ibán,
que a esas alturas ya tenía en su haber dos premios de los que cada año
otorga la Comunidad de Madrid al mejor encierro del serial isidril. En
su caso, fueron los correspondientes a 1986 y 1987, gracias a sendas corridas que propiciaron, respectivamente, las salidas a hombros de Ortega Cano y Víctor Mendes. Hasta ese 12º festejo del abono, tan sólo se había cortado una oreja, la que obtuvo Juan Mora de un ejemplar de Cebada Gago.
César Rincón,
que vestía un traje verde manzana y oro, ya demostró ante su primer
antagonista la decisión y la mentalización con la que afrontaba el
compromiso, si bien en esta ocasión marró con la espada y todo quedó en
una fuerte ovación. El sexto astado de la tarde, “Santanerito”,
no exhibió demasiadas cualidades positivas durante los primeros tercios
de la lidia. El toro presentaba una embestida bronca y áspera, además de
una más que evidente mansedumbre. Por ello, César Rincón intentó
con buen criterio en el saludo capotero templarlo y empujarlo hacia
delante, primando la eficacia por encima de un mayor lucimiento. Una vez
tomó muleta y estoque, el diestro colombiano se dobló por bajo con el
de Baltasar Ibán, detalle fundamental que ayudó a que “Santanerito”
mejorara, en parte, su condición. El pase de pecho con el que abrochó
esos muletazos iniciales, resultó magnífico. Los terrenos, las
distancias y la perfecta colocación del torero fueron claves a la hora
de que el burel optara por perseguir el engaño y olvidara su propósito
de huida.
Rincón
derrochó valor y conocimientos en una faena que tuvo, entre otras
muchas virtudes, las de la emoción y la verdad más absoluta. Por uno y
otro pitón, el planteamiento del matador era el mismo, franela plana
adelantada y máxima ligazón entre los pases que conformaban la serie. El
riesgo asumido era enorme pero era la única fórmula para extraerle al
cornúpeta lo que de positivo llevara dentro. Idéntica entrega que el
trasteo de muleta tuvo la ejecución de la suerte suprema, citando a
recibir y aguantando, sin mover un ápice las zapatillas, la acometida
del animal. Fulminado por la soberbia estocada, el ejemplar de Baltasar Ibán
se derrumbó a los pocos segundos. El público solicitó con vehemencia
los trofeos para el colombiano, petición que fue atendida por el palco
presidencial. Su triunfo alcanzó mayor magnitud al estar presentes las
cámaras de TVE. En ese momento, comenzaba a hacerse realidad el sueño
que César Rincón había tenido desde pequeño, conquistar la plaza de Las Ventas.
La sustitución de Fernando Lozano
La vacante que dejaba al día siguiente Fernando Lozano --herido grave unas fechas antes en ese mismo ruedo por un toro de Atanasio Fernández-- fue ofrecida por la empresa de Madrid al diestro bogotano, que tras valorar dicha propuesta junto a su apoderado, Luis Álvarez, la aceptó. Con el cartel de “no hay billetes” colocado en los exteriores del coso, Ruiz Miguel, “Espartaco” y César Rincón pisaron la arena de la monumental madrileña la tarde del miércoles 22 de mayo. La materia prima estuvo compuesta por cinco astados de la ganadería de Joaquín Murteira Grave y uno más de la de Alcurrucén.
El primero del lote del colombiano, que eligió para la corrida un terno
rosa palo y oro, fue una res con movilidad pero también con
dificultades, que exigía al espada que se pusiera delante utilizar con
inteligencia todos los resortes técnicos para, de este modo, y sobre el
sólido basamento del valor, construir la faena. Así lo llevó a cabo Rincón,
que acabó por desengañar al toro, tragándose entonces varias tandas de
muletazos. El deficiente manejo de los aceros, imposibilitó la conquista
de una más que probable oreja aunque la afición venteña supo calibrar
el mérito de su labor.
El
sexto cornúpeta de la función tampoco hacía albergar muchas esperanzas,
observado su comportamiento ante los caballos de picar. De cualquier
forma, Rincón se sacó a “Alentejo”, nombre del burel del
hierro portugués, al platillo de la plaza y ahí comenzó a desgranar su
faena. Ésta contó, en esencia, con los mismos parámetros que la del día
anterior, pañosa adelantada, cite cruzado y dando el pecho y gran
ligazón entre los pases. Ante tanta autenticidad del torero, el animal
respondió, ipso facto, entregándose a la tela roja que lo conducía con
mano firme.
La labor fue aún más perfecta que la firmada frente al ejemplar de Baltasar Ibán,
pues a todo lo dicho se sumó el temple y la suavidad que imprimió a la
mayoría de los pases. Derechazos y naturales hondos, profundos,
rematados con pases de pecho de pitón a rabo, intercalando también
algunos trincherazos sublimes. La monumental de Las Ventas estaba,
nuevamente, a los pies del torero nacido en Bogotá. La hazaña volvía a
repetirse 24 horas después. Intentó, en vano, estoquear a “Alentejo” recibiendo pero ante la negativa del toro de Murteira
le endosó un magnífico volapié. El diestro paseó por dos veces el ruedo
con los apéndices en la mano, abriendo por segundo día consecutivo la
Puerta Grande del coso madrileño. Por fin, toda la lucha y el sacrificio
durante tantos años había encontrado recompensa, César Rincón salía lanzado del San Isidro de 1991.
________________________
[1] Julio Cesar Rincón Ramírez (Santafé
de Bogotá, 1965) se inició muy joven en el oficio taurino. A España
viajó por primera vez en 1981 para dar sus primeros pasos. La plaza de
Bogotá fue escenario de su debut vestido de luces en 1980, una tarde que
compartió con Maribel Atienzar. Un año después, el 8 de diciembre de
1982 tomó la alternativa en su ciudad natal, de manos de Antoñete y con
José María Manzanares de testigo y toros de Vistahermosa. Tras confirmar
en la Monumental de México (1983), en Las Ventas se presentó como
matador de toros el 2 de septiembre de 1984, con Manili y Pepe Luis
Vargas, ante toros de Lamamié de Clairac. Sin demasiadas oportunidades
entre medias, volvió a Madrid en abril de 1991, para lidiar una corrida
de Cuadri con Raúl Zorita y Enrique Ponce. El buen ambiente que dejó
aquel día, le permitió entrar en los San Isidros de ese año, que fueron
el escenario de su explosión como torero con sus dos primeras salidas
por la Puerta Grande. Catapultado a todas las ferias como nueva figura,
se mantuvo siempre en primera línea, hasta que en 199 tuvo que retirarse
a raíz de una enfermedad contraída a raíz de una muy grave cornada
sufrida en la plaza de Cali.
Reapareció en plenitud de forma y de
triunfos en la temporada de 2003, retirándose definitivamente en febrero
de 2008 en la Monumental mexicana.
[2]
Como sabe, en esta misma temporada de 1991 Cesar Rincón salió dos veces
más por la Puerta Grande de Las Ventas. Una el 6 de junio, en la
corrida de la Beneficencia, en la que mano a mano con Ortega Cano lidió
una corrida de Samuel Flores. Meses después, el 1 de octubre, durante el
abono de Otoño, volvió a cortarle las orejas a un toro de Sepúlveda;
se acartelaba ese día con José María Manzanares y David Luguillano, que
confirmaba su alternativa. Con posterioridad, en 1995 y en 2005 volvió a
recibir estos honores.
BIBLIOGRAFÍA.
Cossío, José María de: “Los Toros. Inventario biográfico”. Tomo 18. Editorial Espasa Calpe. Madrid, 2007. Cossío, José Maria de: “Los Toros. Crónicas. 1981-2007”. Tomo 30. Editorial Espasa Calpe. Madrid, 2007. Rincón, César: “De Madrid al Cielo”. Autobiografía con Javier Villán. Colección “La Tauromaquia”, nº 45. Espasa Calpe. Madrid, 1992.
HEMEROGRAFÍA.
Ruiz, Alberto: “Hitos de Las Ventas: El memorable año 91 de César Rincón”. Colección “75 aniversario”, nº 23. Revista 6 Toros 6, nº 633, 15-08-2006. “Especial San Isidro. 1947-1997”. 6 Toros 6. Mayo 1997.
© Carmen de la Mata Arcos/2016
|
miércoles, 18 de mayo de 2016
Cesar Rincón, la feria de San Isidro que en 48 horas lo puso en primera figura
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario