Los defensores del Toro de la Vega reivindican el festejo como parte de su identidad colectiva: “Al prohibirlo es como si tiraran abajo un monumento”
José Antonio Rico Ovejero, lancero de Tordesillas, ante el monumento al Toro de la Vega. Kike Para
J. J. Gálvez
Aguarda el toro a las puertas de Tordesillas. Bajo el cielo nuboso del sábado, un astado de bronce se yergue impoluto en esa cuesta que atraviesa cada año un morlaco a la carrera,
segundos antes de cruzar el puente sobre el río Duero y adentrarse en
la vega donde le espera la muerte. Detrás de la estatua, se aposta José
Antonio Rico Ovejero. Con 43 años de vida y 28 como lancero. Con dos
hijos de 10 y 4 años. Y con, desde el pasado jueves, una indignación y
una impotencia que le corroe. "Han entrado en mi casa, han llegado a la
cocina y me han cambiado hasta las cortinas", resume sobre ese decreto
ley aprobado por la Junta de Castilla y León que ha prohibido el formato actual del Toro de la Vega. Tras casi cinco siglos de "tradición", según sus defensores. Tras casi cinco siglos de "crueldad", según sus detractores.
Estos colectivos convirtieron al Toro de la Vega en un icono a abolir. Decenas de sus miembros se han trasladado hasta el municipio, cada año, para protestar el mismo día del encierro. Se concentran habitualmente en una rotonda, que forma parte del recorrido del astado, donde se enfrentan a los defensores del festejo. Y allí, cada septiembre, se repite la tensión, los gritos y los golpes. Una batalla —entre foráneos y locales— que no acaba después con el alanceamiento del astado, sino que continúa en los medios de comunicación y en las redes sociales.
Toda una "guerra" que explica también que se haya reforzado, entre muchos vecinos, el sentimiento de pertenencia e identidad como pueblo, según explica Jesús López Garañeda, autor del libro El Toro de la Vega. Una reliquia histórica. Porque han sentido que desde fuera venían a imponerles algo que ellos no habían decidido. "Porque Tordesillas se ha sentido muy atacada. El lobby antitaurino ha venido cada año aquí y nos ha insultado, vejado... Ahora prohíben la fiesta, que tiene un gran poso social. Es como si hubieran tirado abajo un monumento", añade de inmediato el escritor, nacido en la década de los cincuenta en esta localidad de 9.000 habitantes. "Yo estoy convencido de que la fiesta habría desaparecido ya si hace diez años no aparece este movimiento, porque cada vez hay menos gente que se ponga delante del animal y porque no se transmiten esos valores y principios", remacha Ovejero.
Pero, hasta que llegue septiembre, ¿qué ocurrirá? La Junta ha talado el tronco principal del torneo, pero será mucho más complicado acabar con las raíces de un festejo que se enredan en torno al ADN de este municipio castellano. "Creo que vamos a conseguir parar en los tribunales esa norma. Para que este año, por lo menos, podamos respirar y celebrarlo como siempre", cuenta Francisco Hernández, presidente de la Federación de Tauromaquia Popular de Castilla y León.
El edil de Festejos, Javier Campos (PSOE), ya ha manifestado que pedirá a los vecinos que depositen una papeleta en blanco en las próximas elecciones generales para manifestar su enfado, según recoge Efe. Aunque, también, en la web del Patronato del Toro de la Vega —colectivo que lleva por lema Sin raíz, nada— se ha colgado un texto que invita a dar un paso más: "Es el momento de incumplir las leyes. Es el momento de olvidar la paz y prepararse para la guerra. Es el momento de seguir cumpliendo nuestra tradición ancestral como siempre, pese a todo y pese a quien pese. Es el momento de matar al Toro Vega".
"Aquí no somos maltratadores ni asesinos"
"Los que hemos estado siempre en contra del Toro de la Vega nos hemos
sentido insultados desde fuera y, a su vez, hemos sentido cierto
rechazo desde dentro del pueblo. Porque, incluso los detractores del
festejo, como yo, hemos recibido correos electrónicos con insultos y
amenazas", relata Mercedes San José al hablar de un torneo medieval, que
ha puesto a Tordesillas en el foco mediático y que consiste en alancear
al toro hasta la muerte. El Partido Animalista (Pacma) califica este
encierro como el "mayor exponente del maltrato animal en nuestro país".
"Aquí no somos maltratadores ni asesinos", se defiende José Antonio Rico Ovejero, que atribuye a la prensa y las televisiones buena parte de la responsabilidad de la presión que ha provocado la aprobación del decreto ley. Porque, según el Patronato del Toro de la Vega, este cambio normativo no lo exige Tordesillas o Valladolid: "Sino las clases políticas dirigentes urbanas. Todos los que pretenden ser alguien plantean una moral acaramelada en la que el Toro Vega es puro sadismo que escandaliza, pero cualquier película de balazos en la televisión a las horas punta es cultura".
"Aquí no somos maltratadores ni asesinos", se defiende José Antonio Rico Ovejero, que atribuye a la prensa y las televisiones buena parte de la responsabilidad de la presión que ha provocado la aprobación del decreto ley. Porque, según el Patronato del Toro de la Vega, este cambio normativo no lo exige Tordesillas o Valladolid: "Sino las clases políticas dirigentes urbanas. Todos los que pretenden ser alguien plantean una moral acaramelada en la que el Toro Vega es puro sadismo que escandaliza, pero cualquier película de balazos en la televisión a las horas punta es cultura".
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