El torero de Aranda cuenta el día más duro de su vida en un artículo de puño y letra
Morenito de Aranda y las cuadrillas trasladan a Víctor Barrio a la enfermería - Efe
MORENITO DE ARANDA
Cada tarde, cuando me visto de torero, tengo presente que puede llegar un percance. Es algo más de nuestro día a día. Pero siempre pretendo tener buenas sensaciones delante de la cara del toro, sentirme fuerte y seguro de lo que estoy haciendo. Las cornadas son una parte más de nuestra profesión, nos enfrentamos a ellas con naturalidad; sufrimos como todo el mundo. El sufrimiento es un componente indispensable de la gloria. En ocasiones padecemos daño físico, pero tratamos de sobreponernos con entereza.
Cuando sucede lo que le ha ocurrido a Víctor Barrio, sólo en ese momento, uno se siente impotente por no poder hacer nada. Yo levanté a mi compañero cuando los banderilleros se llevaron al toro, y lo puse en manos de los doctores, pero en aquel instante ya sabía que no había solución. Que no haya espacio para la esperanza cuando regresas al ruedo es el peor sentimiento al que me he enfrentado.
El toreo tiene estos amargos tragos. Hoy lloro a un compañero, mucho más que un compañero. Pero las lágrimas no encharcarán mi camino. Mañana, con su imagen en mi mente, continuaré mi entrenamiento para estar preparado, con mi sacrificio. Con toda mi ilusión dirigiré mi esfuerzo para honrar su nombre en la plaza, con mi capote y mi muleta. Desde hoy y para el resto de mis días, estarás presente en mi memoria. Para siempre y hasta siempre, torero. Gloria a Víctor Barrio.
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