Una novillada con puntos interesantes de Araúz de Robles permitió que Miguel Maestro y Tulio Salguero paseasen orejas; una cornada grave se llevó Belando y otra en el muslo Salguero en el sexto
MARCO A. HIERRO / FOTOGALERÍA: LUIS SÁNCHEZ-OLMEDO
Miguel
Maestro, Pablo Belando y Tulio Salguero eran los encargados de hacer el
paseíllo a las siete en punto de esta tarde en la plaza de toros de Las Ventas.
En el cartel novilleril estaba anunciado un encierro de Araúz de Robles.
Un tío era el abreplaza, largo, montado y astifino, pero humilló en el capote bisoño y bienintencionado de Miguel Maestro. Mejor en las chicuelinas del quite, pero necesitó esperar un poco más las llegadas dormidas. Eso fue lo que provocó el desarme de Belando en el quite a la verónica. Con la muleta, tras el brindis a su padre, Julián Maestro, quisiera enseñar quietud y pureza al rematar los muletazos por debajo de la pala, pero le faltó temple para alargar, por lo que perdía el toro el objeto y se quedaba bajo la tela. Liviano en las formas, el bajonazo final procedió al silencio.
Menos cara lució el segundo, que tuvo humillación encendida para acometer en el capote de Belando, pero pensándose cada arrancada. Mucha transmisión fue la mejor virtud del animal, al que reventaron en el caballo y lidiaron horriblemente, agravando los problemas cuando llegó la muleta. A penas un par de series pudo dejar Pablo, que a la tercera vio cómo se le revolvía el animal para echarle mano y meterle el pitón. Al hule. Miguel Maestro pasaportó al animal sin darse coba.
A Salguero le sobró intención, pero le faltó asiento para lancear la codicia del tercero con el capote. Tuvo voluntad y valor para gallearlo por gaoneras al caballo. Con la muleta tragó un quinario Tulio para pisar el sitio de la cercanía en un par de series con la mano diestra. Muy pronto se metió encima, viendo que el utrero pasaba siempre cuando estaba muy cruzado. Circulares invertidos confiando en los finales, bernadinas de mucha exposición y media estocada efectiva le pusieron en la mano una oreja.
Al cuarto le aprovechó la movilidad y el recorrido Maestro para lancearlo con encaje y conexión con el tendido. Le puso mucho Miguel a la faena de muleta, con un toro rajado que pidió terrenos de querencia y allí le planteó la pelea. A más el madrileño, supo vaciar por debajo de la pala y pasarse cerca las arrancadas. Por contra, no siempre le sacó pulso a los trazos, pero sí supo enjaretó naturales de buen ritmo. La estocada desprendida no fue obstáculo para la concesión de la oreja.
Tuvo más calidad que ritmo en la briosa arrancada el quinto, rematado y con cuajo, con humillación en los lances sin brillo que le aplicó Salguero. Con la muleta no quiso nada el manso de Araúz, que buscó siempre la naja tras el muletazo ante la porfía de Tulio. Se lo quitó de en medio con la mayor brevedad posible, sabiendo que le quedaba un novillo. Silencio.
Horrible de hechuras era el sexto, largo de caja, corto de cuello, alto de manos y de cruz, bruto en las embestidas al percal que manejó Tulio como mejor pudo. Extraordinario en la brega Curro Robles. Lo puso todo Salguero con la muleta ; desde un asentado inicio por ambas manos hasta el toreo al natural, con algunos muy estimables, que coreó la plaza. Con manoletinas epilogó la faena y una estocada a matar o morir de la que salió con medio pitón en el muslo y sangrando abundantemente. Miguel Maestro descabelló al utrero tras un aviso.
Plaza de toros de Las Ventas. Novillada dominical con picadores. Un cuarto de entrada.
Novillos de Araúz de Robles, manejable aunque exigente el primero, humillado y exigente con mucha transmisión el segundo, humillado y emotivo el tercero, manso repetidor el aprovechable cuarto, manso y sin celo el deslucido quinto, manso con humillada calidad el sexto.
Miguel Maestro, silencio, oreja y
Pablo Belando, herido.
Tulio Salguero, oreja y silencio.
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