Curro Díaz, en el coso francés - Afp
EFEMont De Marsan (Francia)
Una solitaria ovación con saludos a cargo de Curro Díaz fue el escueto balance artístico de la cuarta corrida de feria en la ciudad francesa de Mont de Marsan, en la que los bravos e interesantes toros de Cebada Gago coparon el protagonismo de la tarde.
Rafaelillo se las vio y se las deseó con el primero de la corrida, un cebada duro, áspero, de los que no dejan estar a gusto ni confiarse un solo momento. El murciano anduvo por ahí, robándoselos (los pases) de uno en uno, en una faena laboriosa y de buen oficio.
El cuarto fue otro toro con transmisión y de interesante comportamiento, con el que se vio al Rafaelillo gladiador de tantas tardes para acabar haciéndose con la situación, llegando incluso a firmar pasajes notabilísimos y, sobre todo, muy sinceros por los dos pitones; aunque lo acabaría echando todo a perder con los aceros.
Curro Díaz sorteó en primer lugarun toro también exigente, con el que apenas pasó de los detalles sueltos dentro de un conjunto sin unidad, en el que, no obstante, el de Linares anduvo a la altura de las circunstancias.
El quinto fue un toro mansurrón y más deslucido, que, además, sacó genio y no dejó estar al torero, que anduvo otra vez queriendo mucho pero sin lograr tampoco destacar más allá de las cositas aisladas.
El primero de Pérez Mota fue el toro de la corrida, bravo y con codicia, un torrente de embestidas exigentes y de mucha transmisión. El gaditano anduvo con notables intermitencias, destacando primeramente en varias series de buena factura por el derecho, ya que por el otro lado faltó acople y mando por parte del torero, lo que hizo que el toro se adueñara de la situación y, en consecuencia, la faena se fuera diluyendo hasta quedar en nada.
El sexto, bravo como todos sus hermanos en el caballo, exigió poder y mando en la muleta, algo que no siempre encontró por parte de un Pérez Mota que navegó nuevamente entre dos aguas.
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