Nuevo golpe del torero de la tierra, por la puerta grande
El diestro Rubén Pinar da un pase a uno de sus astados en el último festejo de la feria de la Virgen de los Llanos de Albacete - EFE
Rosario Pérez - CharoABCToros
Tarde de reventón, con cartel de «No hay billetes» en Albacete, la feria más saludable de septiembre. El ambiente se amplificaba con estruendo. Era la revolución de las masas, como si parte del gentío hubiese merendado sopa de letras o se hubiese tragado un altavoz de discoteca ibicenca. Se vociferaba de todo: de los cacharritos del ferial, de las tres bodas del día grande y de cuñados. Mi vecino de localidad se entretuvo entre toro y toro con las tramas de una familia con más líos que en «Falcon Crest».
Aunque para verdadero lío el que formó Rubén Pinar, que ocupaba el puesto de Roca Rey. La sustitución no importó: ni la punta de un alfiler cabía en los tendidos, apiñados como anchoas. Más de diez mil almas se dieron cita en la Chata y vibraron con su paisano. Nueva tarde de esplendor en la arena de Pinar, que volvió a reivindicar más sitio. Acostumbrado a duras batallas, a guerras donde el soldado va con el petate en una mano y la bayoneta en otro, ayer gozó con el mejor lote de Daniel Ruiz, que lidió una noble corrida con los cuatro años recién cumplidos, lo que se notó en la justa presencia de varios animales...
Dispuesto con el capote, no escatimó desde la apertura: se dobló con el toro, se ciñó en un molinete y de hinojos continuó para rematar con un desdén. Por la derecha derrochó temple, lentificó algunos muletazos e hilvanó un pectoral de reloj dormido. Con esa receta y oxigenándolo, aprovechó la dulce calidad de «Niñero». Arrebatado, sorprendió con una espaldina como inicio a otras rondas de absoluta templanza, echando los vuelos con suavidad. Emotiva la faena, a más, hasta el redondo invertido y el afarolado. Agigantado Rubén, variado y torero. Pinchó y se esfumó la opción de doble premio.
Sí se los arrancó al más cuajado quinto, con el que principió con poderío desde las dobladas. El mando siguió sobre la derecha, con cabeza preclara, arrastrando las telas y con la listeza de llevarlo tapado para que no se pirara. Sobre la zurda, asentado y con la cintura rota, echó los vuelos y alargó el humillador viaje del estupendo daniel, pese a sus flecos mansitos. Esta vez agarró una estocada a la primera y los tendidos se convirtieron en un anuncio de detergente clamando las dos orejas.
El acero privó del triunfo a El Juli, decidido desde el prólogo con las dos rodillas por tierra, con despaciosidad. Temple y poder le aplicó sobre la diestra, con el toro metiendo la cara, aunque en la despedida la soltaba un poco. Hundido, dibujó naturales que calaron, con un torero desdén. Cuando regresó a la mano de la escritura, «Rebujito» se rajó descaradamente y, al hilo de las tablas, peleó por sostener la faena. Cuidó en el caballo al buen cuarto, en el que esculpió muletazos de mano baja y largura en una labor in crescendo, especialmente en unos naturales con su sello. Improvisó una espaldina y lo cuajó hasta acabar metido entre los pitones con redondos invertidos y la rúbrica mirando al tendido. Disfrutaba Julián, sabedor de que había brindado una obra de éxito, pero el descabello arrasó con la cosecha.
Una oreja se ganó López Simón con el tercero. Desigual en los inicios, lo fue afianzando en muletazos que emocionaron por su quietud. A izquierdas trató de alargar la boyante embestida, que lo quería por abajo y protestaba en los de pecho. Brotaron tres series intensas, con naturales destacados, hasta acabar en las cercanías. Con el deslucido sexto no tuvo opciones para filmar nada.
La película del broche tuvo de protagonista a Rubén Pinar, que se destapó en su tierra con doble puerta grande.
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