Dos grandes toros de Adolfo Martín en la Feria de Otoño
El Cid, en un derechazo de mano baja - Paloma Aguilar |
Concluye la Feria de Otoño con un guiño al sector torista: los «grises» de Adolfo Martín, que lidia dos grandes toros, primero y quinto. Rafaelillo y El Cid tienen dignas actuaciones pero no redondean el éxito. Después de la tarde anterior, tan accidentada como un Comité en Ferraz, ésta es grata e interesante, por el comportamiento variado de las reses. También da gusto a ver cerca de veinte mil personas en la Plaza y que la duración del festejo sea la razonable.
Rafaelillo es, ahora mismo, el máximo especialista en estas divisas duras, a las que sabe aplicarles la receta de una lidia clásica. Le tocan dos adolfos muy distintos. El primero, «Carpintero», me parece extraordinario: va largo y templado, humilla, repite. ¿Qué más se puede pedir? Los doblones iniciales tienen emoción y Rafaelillo está bien… pero no más. El problema de este toro es que no llegue a ahogar al torero.
He recordado, una vez más, a Juan Belmonte: «¡Dios te libre de que te toque un toro bravo!» También, lo que me contó Marcial Lalanda: «Me tocó un toro tan bravo que, después de unos doblones, me apresuré a matarlo, antes de que el público se diera cuenta de lo bueno que era…» Y la explicación que daba Alfredito Corrochano de cómo cortó un rabo, en Las Ventas: «El toro repetía, sin parar, y yo tenía que seguir, dándole naturales…»
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