López Simón sale a hombros en una desigual y floja corrida de Juan Pedro Domecq
Varea remata el saludo capotero - Efe
ANDRÉS AMORÓS Castellón
Concluye una Feria de Castellón marcada por la gran asistencia de público, a pesar del clima. En las tres últimas corridas, toros de Cuvillo, Garcigrande y Juan Pedro. Las reses de Juan Pedro Domecq, que dieron mal juego en Fallas, no mejoran, aunque López Simón corte dos benévolas orejas y Varea, una. Ponce vuelve a estrellarse con toros imposibles.
El segundo, anovillado, sin picar; a la muleta acude pronto y largo. López Simón encadena los recursos de la actual tauromaquia: muletazos cambiados, de rodillas, circulares invertidos o no; todo ello, rápido, voluntarioso, no deja huella. Aunque el sablazo cae muy bajo, sorprendentemente, se concede la oreja. En el quinto, flojo y manejable, repite la quietud, las cercanías y los tirones. Está puesto pero la cantidad vence a la calidad. El arrimón final desata el entusiasmo: otra oreja y salida en hombros.
El castellonense Varea afronta su segunda temporada como matador, un trance decisivo. Tiene personalidad estética singular; le falta regularidad y usar mejor la espada. No puede desaprovechar la oportunidad de esta tarde, en su tierra. El tercero es cómodo de cabeza. Varea intenta torear a la verónica con lentitud. Logra algunos muletazos suaves, con gusto, hasta que el dócil toro se raja y se acaba. Mata a la tercera, entrando de lejos. En el último, que flaquea pero «se deja», muestra su buen estilo en la media verónica, los derechazos, los remates con sabor, algún natural excelente. Mata a la segunda pero corta una oreja. Se nota que ha toreado poco pero se agradece que intente hacer el toreo clásico.
En su temporada número 28 como matador, Enrique Ponce está toreando mejor que nunca pero los toros de Juan Pedro no le dan ninguna opción. El primero es deslucidísimo: se para a mitad del muletazo, se desentiende; al final, se pone gazapón. Sacar agua de un pozo seco tiene sus límites. Hace el esfuerzo en el cuarto, que intenta dos veces saltar la barrera; en la muleta, sorprende por su mal estilo, brusco, incierto. Con su sabiduría, le saca más de lo que tiene, en una faena de mérito y valor pero de imposible lucimiento. Y está seguro con la espada.
La salida en hombros ha resultado chocante. Como no sólo Pablo Iglesias tiene derecho a citar a Lope de Vega, recuerdo yo lo que dice de cómo hay que hablar al vulgo…
Postdata. Antes de la conversación de Vargas Llosa con Bieito Rubido, un importante empresario me preguntaba mi opinión sobre los carteles de las primeras Ferias. «Para atraer a más público –le dije– están más rematados, cuestan más». Insistió: «¿Y los toros?» «Los de siempre –respondí–, los que exigen las figuras». «Entonces –concluyó él– todo va a seguir igual, no se va a recuperar la emoción». Este empresario no tiene un pelo de tonto.
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