El extremeño logra el único premio con el mejor toro de una encastada corrida de Álvaro Domecq en Sevilla
José Garrrido se gustó en los remates por bajo al cuarto toro - J. M. SERRANO
ANDRÉS AMORÓS Sevilla
Comienza la serie continuada de festejos con un cartel interesante. Esté bien que los jóvenes aspirantes a la gloria alternen con las figuras pero también lo está que rivalicen entre ellos: la competencia – decía Cañabate – es la salsa de la Fiesta, que añade sabor al guiso. Pero sólo se ocupa media plaza: hasta en Sevilla, el gran público no acude si no hay nombres famosos.
Las figuras eluden ahora los toros de Torrestrella, más encastados – se supone – que otros domecqs: buscando la comodidad, suelen causar el tedio de los espectadores. Los de esta tarde dan buen juego, con casta y movilidad; alguno, flojea. Destaca el magnífico cuarto, “Ruidoso”, al que Garrido corta el único trofeo.
José Garrido, lidiador de la línea de Antonio Ferrera, demostró su capacidad en Bilbao, el pasado agosto, con “Barbadura”, de esta ganadería. El primero repite, mete bien la cabeza pero, falto de fuerzas, queda corto y se defiende. Se luce el diestro en excelentes verónicas, con la “pata p’alante”, cargando la suerte, hasta la boca de riego. Brinda a su banderillero Chacón, herido.
Empieza bien, con ayudados por alto, pero el toro se defiende, puntea la muleta y todo se desluce. Vuelve a repetir el brillante comienzo por verónicas en el cuarto, que derriba. El toro va a más, resulta de bandera, se come la muleta, transmite vibrante emoción a toda la faena, desde el comienzo, de rodillas, hasta las series de valientes muletazos. Logra la estocada y la oreja.
Como el llorado Sebastián Palomo, Álvaro Lorenzo procede de la escuela de los Lozano, basada en el mando, la castellana sobriedad y el clasicismo. El segundo flojea un poco pero dura más que el anterior. Traza el diestro suaves verónicas, brinda al cielo y muestra su buen estilo, muy “toledano”: engancha al toro por delante, tira de él, manda y liga. Algunas series son francamente buenas. Le hubieran pedido la oreja si mata bien… pero lo hace desastrosamente. No es su fuerte pero debe corregirlo. Vuelve a manejar con gusto el capote en el quinto, manejable pero sosote; aguanta algún derrote, muestra su bien aprendido oficio y, otra vez, mata mal.
Más vistoso que profundo
Desde que le ví debutar en Olivenza, hace tres años, advertí, en Ginés Marín, cualidades de figura: facilidad, inteligencia delante del toro, estética. Sin estar mal, ésta no ha sido una de sus tardes más felices. Se luce parando al tercero, rodilla en tierra. El toro acude alegre en banderillas, humilla pero protesta algo, al final. Brilla Ginés en una serie de derechazos de mano muy baja, muletea con facilidad y gusto pero no calienta al público, ni cuando concluye con los naturales de frente, a pies juntos, tan sevillanos. Lo mejor, la estocada. El último se mueve, algo irregular. Ginés va a portagayola, enlaza verónicas con chicuelinas. Inicia la faena con el “cartucho de pescao”, al natural; va metiendo al toro en la muleta, aguanta, se justifica con valor. Ha estado – me temo – más vistoso que profundo.Los tres jóvenes diestros han mostrado sus cualidades pero ninguno ha “roto”, como la ocasión y las reses merecían. Sólo en dos toros, segundo y cuarto, ha sonado la maravillosa música de esta Plaza. Y eso que es el día de San Isidoro de Sevilla, que escribió: “Sin la música, ninguna disciplina puede ser perfecta, porque nada existe sin ella”. Así ha sido la tarde…
En el recuerdo, me quedo con el cuarto toro, no “Ruidoso”, sino clamoroso, que contará, al final de la Feria, para los premios. Una vez más, me pregunto: ¿por qué no matan las figuras estos toros? Ellos se lo pierden… Sus nobles embestidas me han recordado a Manuel Machado: “Acomete / rebramando / arrollando…” Y a Rafael Alberti: “Ese toro metido en las venas / que tiene mi gente”.
POSTDATA. En ABC leo, esta mañana, que el Ministerio de Educación busca otra palabra para sustituir el antipático “suspenso”. Los taurinos se han adelantado: al toro flojo, le llaman “justo de fuerzas”; al parado, que “se agarra al piso”; al fácil y cómodo, “toreable” y hasta “artista”… También lo hacen algunos políticos: a la ruptura independentista, la llaman “procés”; a España, “este país” o “el Estado”. Variando sólo el nombre, no se cambia la realidad ni se resuelven los problemas.
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