Medio siglo después la conferencia sigue teniendo vigencia
En todos sus pasajes fundamentales, la conferencia parece premonitoria
de las circunstancias que hoy vivimos. Pero están dichos ahora va ya
para medio siglo. Se trata de la conferencia que en marzo de 1967
pronunció Marcial Lalanda en la Peña "Los de José y Juan", bajo el
título "Cincuenta años viendo toros". Traemos a nuestras páginas el
texto íntegro de aquella disertación, en la que Lalanda se sincera de
una forma directa, sin andarse con rodeos. Naturalmente, como
corresponde a una conferencia, no estamos ante un tratado histórico;
más bien habría que hablar de un relato de sus memorias, en las que no
elude ningún aspecto. Llama poderosamente la atención como en aquel
1967, Marcial ya adelanta los riesgos por los que hoy atraviesa la
Tauromaquia.
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La tituló “Cincuenta años de ver de toros” y en todo el texto se comprueba que ”a Marcial se le han despertado los recuerdos y los deseos de sincerarse y opinar del toreo, volcándose sobre las cuartillas”.
Tras
narrar con detalle sus inicios en la afición y en la profesión, en unas
páginas bellísimas, en su análisis sobre la trascendencia del paso por
los ruedos Joselito y de Belmonte –su padrino de alternativa--, dijo
entonces Lalanda que “he explicado mi opinión sobre la honda
transformación de la forma de torear de aquellos dos colosos y a donde
llevaron el toreo sin disminución del toro, sin quitarle riesgo. Uno y
otro, y el uno por lo del otro, hicieron posible que el arte de torear
sobre los brazos, a base de valor. se conjugara con la técnica,
refundiendo los terrenos de toro y torero”.
Y más adelante añade: ”los
toreros (y yo entré entonces en la liza y sentí más que nadie la falta
del maestro, mi único maestro) que habíamos aprendido de los dos genios
cuanto sobre el ruedo uno y otro habían puesto, primero lo sostuvimos,
y, más más adelante alguien hubo que lo elevó a la armonía”.
“Desde la trágica tarde de Talavera –añadía Marcial-- hasta
el año 36 (sin anular la lidia, porque el toro no lo permitía), yo
entiendo que fue la época en la que el estilismo prevalece sobre el
aparato de tragedia que hasta entonces había sido tónica espectacular
del toreo.
El mismo BELMONTE lo entiende así y su toreo es otro. Los
toreros de aquellos quince años dimos a cada suerte lo máximo en arte
que toleraba el toro, y como las suertes eran más largas, comenzaban
desde muy lejos y terminaban un cuerpo más allá del toro, y según la
casta, se templaba la embestida; cada lance, cada muletazo eran una
parte triple de lo que terminaron por ser en la época siguiente. Ante un
toro de cuatro o cinco años, con la casta, el poder, la edad y el
peligro del sentido que desarrolla, suponía unas ascensión considerable
sobre lo que hasta entonces había sido el toreo”.
Más adelante destacó el torero su admiración por Domingo Ortega, tomando pie de la lidia que recetó al toro “Tapabocas”, “que
de no haberle tocado en suerte (o en mala suerte) al maestro de Borox,
posiblemente figuraría como fatídico en la historia de la tauromaquia;
porque para no ser víctima de la bravura encastada, avalada por el
excepcional y arrollador poder de aquel toro fue preciso un torero de
las dimensiones de Domingo Ortega. El público le chilló mucho, tanto
como yo le aplaudí y le sigo aplaudiendo”.
Muy
interesantes resultan sus observaciones sobre el papel que les
correspondió a Manolete y a Pepe Luís, por el que siente una particular
predilección, como el interés que le despertaba Victoriano de la Serna.
Pero,
sobre todo, llama la atención la llamada firme que realiza Marcial en
la parte final de su conferencia. Un texto que leído hoy tiene una plena
actualidad. Y así, en un pasaje, advierte --conviene insistir: hace 50
años-- que “lo que nos faltaba para darle un «bajonazo» a la fiesta
va a llegar con la prohibición de permitir a nuestros hijos de ir a los
toros. No creo, ni Ios historiadores nos lo han dicho nunca, que en los
tres siglos que hace que empezó el toreo pie a tierra la asistencia dé
los menores a las plazas haya hecho delincuentes, ni haya aminorado el
respeto a la convivencia entre los españoles”.
Para finalmente realizar unas sabias advertencias. Es cuando afirmaba:
“Daos cuenta de que muchos ganaderos nos están dando «gato por liebre», como vulgarmente se dice, sin que nadie ponga coto al equívoco que ello supone.
Daos cuenta de que las Empresas establecen los precios que para ellas estiman más convenientes, sin que nadie les controle.
Daos cuenta, en fin, que a la parodia se le da la publicidad que lo serio no tuvo nunca, y que todo ello puede llegar a demostrar que convenga que el toreo por falso no tiene razón de existir”.
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