Con cartel de «No hay billetes», el rejoneador abre la primera Puerta Grande de la Feria, la número 13 de su carrera
Diego Ventura se marcha en volandas del coso - Paloma Aguilar
ANDRÉS AMORÓS Madrid
Con lleno de «No hay billetes», Diego Ventura da otra lección de toreo a caballo: abre la Puerta Grande, por primera vez en esta Feria (es la número 13, en su carrera). Corta una oreja en cada toro; si hubiera matado bien, hubieran sido dos, en cada uno.
Esta tarde del segundo festejo de rejones, conviene recordar lo que está sucediendo, con este arte, en Baleares. Después de la sentencia del Tribunal Constitucional favorable a la Tauromaquia, el tripartito populista que gobierna las islas ha cambiado de táctica: ya no pretende prohibir las corridas de toros sino regularlas «a la balear». Para defender a los animales, quieren suprimir «las corridas de rejones con caballos»; puede interpretarse que no prohibirían las corridas de rejones sin caballos: ¡genial invento, admirable hallazgo! El ingenio español no tiene límites. Queda la duda de si cada rejoneador cabalgaría una bicicleta –algo muy ecológico– o a uno de sus sufridos ayudadores... Ya se sabe, además, la terrible tortura que sufren los caballos de los rejoneadores: apenas se les da de comer, no se les cuida, por eso ofrecen esa estampa famélica y lamentable…
Quizá, simplemente, lo que quieren esos políticos es prohibir este «bárbaro» espectáculo, que ha deleitado esta tarde, en Las Ventas, a miles de espectadores, evidenciando la decadencia moral de nuestra patria…
Este festejo no ha sido «a la balear», sino acorde con la más vetusta tradición: corrida de rejones con caballos y caballeros. Salvo el segundo, las reses de Los Espartales han dado escaso juego.
El primero es distraído. Andy Cartagena se luce bailando con un «Picasso» de preciosa estampa y en el par al violín con «Jinocente» pero falla alguna vez al clavar; mata a la segunda. El cuarto mansea, la lidia es premiosa. Levanta ovaciones cuando «Luminoso» camina sobre las patas, vertical: un alarde circense. A toro parado, acierta con el rejón de muerte: como rezan el refrán y el poema erótico de Samaniego, le ha dado «al “Maestro” (el nombre del toro) cuchillada».
En el segundo, muy noble, Diego Ventura pone al público de pie con «Nazarí», su estrella, que lleva cosido al toro dos vueltas completas y torea con la grupa. «Fino» mantiene el entusiasmo con quiebros impecables y piruetas, muy en corto. Una faena magnífica, de dos orejas, pero mata a la segunda y corta una. Aunque el quinto pega derrotes, el extraordinario «Sueño» embelesa al público con «muletazos» por los adentros y quiebros de gran aguante. «Chalana» arriesga mucho. Mata a la segunda y se repite la historia: una oreja, que, si acierta en la suerte suprema, hubieran sido dos. Abre la Puerta Grande.
El tercero, huido, logra saltar la barrera al segundo intento, se pega una fuerte costalada. Leonardo Hernández galopa «Despacio» (su nombre) a dos pistas. Con «Calimocho», mucho más fino que su nombre, clava con acierto; arriesga y se adorna con el muy flexible «Xarope» pero mata trasero. El último también es deslucido. Con «Despacio», clava limpiamente un par a dos manos. Arriesga con «Xarope» pero el rejón de muerte de nuevo cae trasero.
Diego Ventura ha mostrado su magisterio como lo hacen las primeras figuras del toreo, a pie y a caballo: tanto con el toro bueno como con el malo. Ahora mismo, ofrece un espectáculo extraordinario. Cabalga, feliz, sobre su «Sueño»…
Postdata. La proposición de ley balear incluye también controles sanitarios y de dopaje para toros y toreros (sic); las reses deberán proceder de la ganadería más cercana a la Plaza; no se podrá matarlas ni herirlas de ningún modo, ni mantenerlas en chiqueros, a oscuras, sino en corrales, con buena luz… ¿Qué diría don Ramón del Valle-Inclán, tan admirador de Juan Belmonte? El esperpento nacional sigue vivo, más vivo que nunca. Y algo más: ante este nuevo ataque, ¿qué están haciendo los profesionales taurinos?
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