jueves, 1 de junio de 2017

La triste Fiesta de los toros mortecinos

La lamentable flojera de la corrida de Juan Pedro frustra un cartel de «No hay billetes»


Cayetano, con el tercer toro
Cayetano, con el tercer toro - Paloma Aguilar
 
ANDRÉS AMORÓS Madrid

Otro cartel de campanillas,otro «No hay billetes» y otro desastre ganadero. Vuelve Manzanares, después del gran éxito del año pasado; vuelve Cayetano, después de cinco años; confirma alternativa el peruano Joaquín Galdós. Asiste Don Juan Carlos, al que brindan los tres espadas. La corrida de Juan Pedro no se lidia completa sino remendada por un toro de Juan Manuel Criado. No es buen comienzo. Lo peor viene luego: la desesperante flojera y sosería de los toros impide cualquier lucimiento, cualquier emoción.
Don Juan Carlos y Doña Elena, en preferente
Don Juan Carlos y Doña Elena, en preferente- Paloma Aguilar
A Galdós le gustaría seguir el camino de su compatriota Roca Rey pero ha toreado bastante menos. Como novillero, no logró triunfar, en esta Plaza. El primero no humilla, mansea en el caballo; en la primera serie, ya flaquea y se para. Dándole distancia, sí acude pero con la cara alta. El trasteo es voluntarioso pero no tiene relieve. Mata con decisión. El sexto hace floja pelea en varas; se para en la muleta: otra porfía desesperante, para un público ya aburrido y harto. Galdós no tiene opción alguna y falla con la espada.
Hace un año, Manzanares puso de acuerdo a todos y logró una de las cumbres de su carrera, con un gran toro de Victoriano del Río. Es uno de los pocos diestros actuales que posee verdadera calidad y empaque natural, además de una espada casi infalible, que también le ha dado muchos éxitos. Al segundo apenas le pican (recordamos la gran vara de Tito, el día anterior), se sujeta con alfileres: al tercer muletazo, está en el suelo. Embiste mortecino, cansino. Muletea Manzanares con majestad: por muy suave y elegante que lo haga, ¿qué emoción cabe? El toro parece moribundo: ¡lamentable! Con la espada, un cañón. El cuarto, de salida, queda corto y flojo; flaquea antes de varas. La duda habitual: ¿aguantará? La respuesta habitual: no. A pesar de lo bien que torea Manzanares, la faena no puede tener interés. Y se le va la mano, en la estocada.
Manzanares compone un bonito muletazo a media altura
Manzanares compone un bonito muletazo a media altura- Paloma Aguilar
La carrera taurina de Cayetano es singular: por formar parte de ilustres dinastías taurinas, como su hermano Francisco; por su popularidad, fuera de los ruedos; por su parón voluntario. Al comienzo, destacaba su estética; luego, va predominando su carácter, sus apasionados arranques, heredados de su padre. La duda permanente es si posee el fondo técnico necesario, porque su aprendizaje ha sido tardío. En esta segunda etapa, volver a Las Ventas supone una apuesta importante. El tercero rompe la vara en un tercio inexistente. Muy bien Iván García, como siempre, con los palos. Cuando lo llevan a una mano, el toro ya se cae. Al tercer muletazo, está en el suelo. Escucho gritos que dan pena: «¡No puede!» (el toro). «¡Hay que venir con toros!» Y tienen razón. A la segunda, mata bien (una de sus armas). Se justifica con el quinto, un sobrero de Criado Holgado que saca nobleza. Cayetano dibuja suaves derechazos, casi al aire, como si fuera el carretón; los naturales, más embarullados. Todo, a media altura, con más estética que mando. Mata con salto (como El Juli).

Hemos visto los intentos de torear al toro inexistente: ¡vaya invento! Para el gran público, un rollazo; para el aficionado, algo lamentable. ¡Qué triste es la Fiesta de los toros cuando los toros no tienen el mínimo de fuerza, casta y emoción! Así estamos. Las figuras seguirán exigiendo estos toros; los ganaderos, criándolos; los empresarios, comprándolos; el público, maldiciendo su negra suerte. ¿Hay algún atisbo de que esto vaya a cambiar? Yo no lo veo…

Posdata. Muchos «niños prodigio» del arte se quedan en el camino pero no todos: Yehudi Menuhin, Barenboim… El niño salmantino Marco Pérez, de nueve años, sorprende a todos los que le ven por su facilidad, desparpajo y torería, delante de las reses. (Últimamente, ha causado sensación en Arles y Ávila). Quizá se quede en eso pero, quizá, logre seguir el camino de Ponce y El Juli. La Fiesta no se acaba… mientras haya toros con la casta y fuerza imprescindibles.

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