jueves, 6 de julio de 2017

Pamplona, una Fiesta con sello propio y único

Como cada 7 de julio

Que hay mucho ruido, pues sí. Que los tendidos se llenan de público bastante variopinto en intereses, pues también. Que en realidad hay dos fiestas: la del sol y la de la sombra.... Pues pese a todo, la feria Pamplona es distinta a todas las demás. En el pasado y en el presente. Sigue siendo un reducto para el toro, incluso cuando hay que hacer algunas concesiones para que no todas las figuras se ausenten de los carteles. Y cuando el torero sabe bordar el torero, no pasa precisamente desapercibido, aunque en momentos bajos encuentren la diversión en otras actividades. Desde el encierro hasta el ultimo minuto, las fiestas en Pamplona son únicas.
 
Taurologia.com 
Decididamente, ser toro en Pamplona es un honor, todo un lujo”, de esta forma tan original concluía un magnífico articulo Antonio Purroy, aficionado pamplonés y expertos  estudioso, titulado “Ser toro en Pamplona”. Data de hace casi 20 años y vio la luz en el diario “El País”[1].   Nos cuenta aquí las razones, el por qué y el cómo, por las que los toros constituyen la columna vertebral de los Sanfermines a lo largo de ese año que separa a cada 7 de julio.

Y un periodista reconocido, Chapu Apaolaza, viene a sostener en su libro “7 de julio” –de lectura muy recomendable en estos días-- algo no muy diferente cuando afirma que “el encierro es un regalo[2]. Nada diferente de lo que Ernest Hemingway descubrió en 1923, cuando en su búsqueda por la inspiración viajó de Paris hasta Pamplona y luego plasmó, entre otros escritos, en “Fiesta”.

Los orígenes de estas fiestas tan únicas se remontan hasta  el siglo XII, cuando el entonces arzobispo de Pamplona, Pedro de París, trajo desde Amiens  a la catedral navarra una reliquia del Santo. Cuentan los cronistas e la época como  el culto a San Fermín se fue acrecentando. Hasta tal punto que muchos de los actos que hoy conforman las fiestas en su honor tienen detrás siglos de tradición. Y así, por ejemplo, de la procesión del Santo ya hay documentos que se remontan hasta el propio siglo XII.

Y dentro de esas fiestas, los primeros encierros  se fechan en el siglo XVI, cuando la manada se trasladaba a caballo desde los corrales del Baluarte de la Rochapea hasta la plaza de toros, entonces ubicada en Plaza del Castillo. Lo que entonces formaba parte en realidad el traslado de los toros, ya en el propio  siglo XVI, se ve acompañada por los mozos a pie. Con el correr de los años se suceden la normas regulatorias, se implantan los vallados y demás elementos. Pero la esencia básica permanece.


Derribo del picador producido en una corrida a finales del XIX. (la “Historia de los Sanfermines” de José Joaquín Arazuri)

En el formato bastante parecido que hoy conocemos, la feria pamplonesa se remonta al siglo XVI, cuando se decide el traslado de la festividad del Santo de octubre a julio. De hecho, queda constancia de una primera función de toros el 8 de julio de  1591. Con un desarrollo creciente
cuentan las crónicas que los primeros en desafiar las prohibiciones que impedían correr delante de los astados fueron los carniceros del Mercado de Santo Domingo, lo que fuerza en 1867 el consistorio a dictar un bando para reglamentar el encierro y dan cuenta el primer "montón" en 1878,. Reforzados internacionalmente a partir de los años 20 del pasado siglo por Hemingway, ahora se cumplen 76 años del primer chupinazo. Entre medias se hacen tradicionales las comparsas de gigantes y cabezudos, los fuegos artificiales  y otras actividades festivas.

Taurinamente la capital navarra ha sido el escenario de muchos acontecimientos que pasron a la historia. Y así, Pamplona fue la plaza en la que se presentó por primera vez, en 1911, la cuadrilla de los Niños Sevillano, que formaban Gallito y “Limeño”. En 1890, Rafael Guerra “Guerrita” y Luis Mazzantini despacharon mano a mano las cinco corridas que compusieron el serial pamplonés. En 1882, ya en el mes de febrero se había contrato a dos figuras de su época: Lagaritijo v Cara-ancha. Pero aquellos eran otros tiempos, cuando entonces las figuras no descartaban de antemano acudir a la hoy Monumental pamplonesa.


[1] El País, 7 de julio de 1999.
[2] Francisco Apaolaza. “7 de julio”. Ed. Libros del K.O.”, 2016

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