El peruano corta una oreja a cada toro de su lote en una tarde con buena entrada en los tendidos
Andrés Roca Rey, tras dar muerte al último toro de la tarde - Efe
ANDRÉS AMORÓS Bilbao
Llegan las figuras: por fin, se registra una gran entrada. Los toros de Jandilla, que llevan una buena temporada, resultan muy manejables; en la jerga actual, «se dejan», no plantean graves problemas, salvo la justeza de fuerzas (se pican muy poco) y que varios se apagan pronto. Como Roca Rey corta dos orejas y El Juli y Perera las pierden sólo por la espada, este benévolo público se contenta. ¿Dónde quedó aquella exigencia de la severa afición de Bilbao? Como tantas cosas, en el recuerdo…
Se ha caído de este cartel Morante, retirado –por ahora– de los ruedos, que se ha quejado de los «toros grandes». Además de artista, él también es capaz de matar esas reses. Precisamente en Bilbao, ante un toro nada chico ni fácil, le vi una de sus faenas más meritorias, pero la búsqueda de la comodidad es una tentación lógica, para todos.
Comparecen en la Feria dos tardes El Juli y Roca Rey. (Igual que Urdiales y Ponce). Así debe ser.
Torear en este ciclo es un privilegio que muy pocos diestros logran, no un aceite de ricino que se toma a regañadientes. El Juli –me comentaba, hace poco, un empresario– garantiza la entrega, la ambición y la capacidad, más allá de que te agrade más o menos su estilo. Al primero, lo mete enseguida en la muleta, con gran facilidad, aunque protesta y cabecea; por la izquierda, el toro no acepta ni uno. Faena de técnica y estocada hábil, no buena. Flaquea el cuarto, muy poco picado; atropella en banderillas a Fernando Pérez. En la muleta, vuelve a mostrar su debilidad, sin malas ideas. Julián se esfuerza, lo mete en el canasto, pero las caídas deslucen los buenos muletazos. Acaba imponiendo su dominio a un toro parado y rajado. Entrando con salto, pincha tres veces, antes de la estocada desprendida.
Con serias actuaciones se ha ganado Perera la sustitución de Morante. Su firmeza es evidente; debía aunarla con una mayor flexibilidad, según las condiciones del toro. El segundo, suelto, flaquea de atrás, espera mucho a Curro Javier, que se la juega, y se duele, en banderillas. Dándole distancia, Perera, muy seguro, logra muletazos mandones, bajando la mano. El arrimón final, dejando que el toro apoye el pitón en la cadera del diestro, entusiasma. Pierde la oreja por pinchar, antes de la estocada. El quinto claudica ya de salida, apenas lo pican, pero embiste galopando, bonancible. Se luce Ambel, con los palos. Después de los péndulos, Perera aprovecha las alegres embestidas para ligar series lucidas de muletazos pero el toro pronto se apaga y la faena inevitablemente decae. Mata a la segunda.
Su gran virtud
Roca Rey sigue siendo un vendaval, que arrasa y encandila a los públicos, pero lo hace con cabeza, además del valor evidente: ésa es, para mí, su gran virtud; no debe caer en el tremendismo, por buscar el éxito popular. El tercero, un bonito jabonero, con el enigmático nombre «Otus», ya flaquea en los lances de saludo, pero cumple en el caballo y galopa, en banderillas. Después de los muletazos cambiados, el toro embiste con bondad pero queda corto. Con inteligencia, Roca le va sacando muletazos; cuando se apaga del todo, recurre a los alardes de valor. Estocada de rápido efecto: oreja. El toro se ha quedado a medias; la faena, también, pero la seguridad del diestro supera con mucho a su escasa experiencia.El último flaquea y apenas se señala el castigo; en la muleta, saca una gran nobleza. Después de hacer la estatua, Andrés, muy fácil y dominador, tira bien de la res, liga muletazos, en una faena completa: el toro «se deja» y él le hace de todo. Escucho cantos a la gran calidad de la res y hasta alguna voz pide el indulto: no reparan en que apenas lo han picado y, a pesar de eso, ha flaqueado varias veces, en la faena. Mata a la segunda: otra oreja.
Con toros flojos, que se apagan, diestros mandones como El Juli y Perera no acaban de brillar, aunque estén a gusto. Roca Rey ha demostrado su gran capacidad. Para los toreros, supongo que ésta ha sido una corrida casi ideal. También ha salido contento este benévolo público, pero la emoción profunda que producen un toro bravo, encastado, y un torero que domina su fiereza, es otra cosa. Así, el éxito resulta perfectamente descriptible. Con toros medios, los triunfos también son medios. Si el público quiere eso, no cabe duda de que se lo seguirán dando.
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