Rivera Ordóñez brinda su último toro a su hija Cayetana, se corta la coleta y sale a hombros
Francisco Rivera Ordóñez besa la mano de su hija mientras es sacado a hombros por Cayetano - Reuters
LORENA MUÑOZ Ronda
Iba a ser una tarde de emociones, de recuerdos y sentimientos. La Goyesca rondeña es en sí misma un acontecimiento taurino. Esta tenía el aliciente de la despedida de Paquirri ,que se presentó vestido con un original terno de terciopelo diseñado por su mujer, Lourdes Montes, con el color de la túnica del Cristo de las Tres Caídas de Triana. Como no podía ser de otra forma, Paquirri fue el protagonista del festejo. Todos los brindis de sus compañeros fueron para él, y compartió banderillas en cuatro toros.
El torero, que comenzó en Ronda el 7 de agosto de 1991, ponía punto final a veintiséis años de profesión y a veintidós de alternativa. En su goyesca número quince se cortó la coleta y salió a hombros.
El público, que no estuvo tan entregado como cabía esperar, lo sacó a saludar antes de que el segundo saliera de chiqueros. Y como hizo en muchas de sus mejores tardes, Francisco se fue a portagayola a recibir al de Daniel Ruiz, que salió suelto, aunque el diestro logró templarse a la verónica antes de rematar con la media. Había que darlo todo, era la última tarde vestido de torero, así que invitó a El Fandi. Quería honrar a su padre, de quien tomó su legítimo apodo hace una década, cuando comenzó a poner banderillas. Pero «Limonero» no era el más apropiado para una despedida. Se paró pronto.
Aun así, Paquirri se entregó. Tanto, que en un desplante le pegó una fuerte voltereta que lo dejó a merced del toro, que por fortuna no hizo por él. Se levantó con raza y volvió a la cara con otro desplante de rodillas. No remató con la espada, así que cuando saludó la ovación ya avisó al presidente de que iba a pedir el sobrero.
El que salió de Jandilla tampoco era para tirar cohetes. Aun así pareó con solvencia en solitario y lo recibió con gusto a la verónica. El brindis esta vez fue a su hija Cayetana. Se la jugó en la muleta con un toro nada fácil como el Rivera Ordóñez de los mejores tiempos. Dos orejas.
Con su hermano Cayetano, que cerró cartel con un toro de Juan Pedro al que dejó un vistoso recibo con dos largas y una serpentina de remate, se fundió en un cariñoso abrazo en el brindis. Momentos antes había puesto la plaza boca abajo con un par al quiebro de banderillas cortas. Paquirri y El Fandi, que las habían colocado antes, le aplaudieron junto al resto del tendido. Luego firmó una elegante y exquisita faena que comenzó y terminó con ayudados por alto. Le pidieron el rabo tras un estoconazo, pero el presidente solo le dio las dos orejas. El torero le recriminó, con los dos trofeos en mano, que era la segunda vez que se lo negaba.
Abrió plaza Diego Ventura, que brilló con «Nazarí», un caballo que lo hace todo perfecto, con el que templó la embestida. Con «Lío» y «Fino» completó el tercio de banderillas y al violín clavó con «Remate» antes de dejar un rejón de efecto fulminante. Dos orejas.
El Fandi, que reaparecía tras una lesión y se le vio algo mermado, cortó una oreja y le pidieron la segunda del tercero, con el que se lució a la verónica y por chicuelinas en el saludo y en el quite. El granadino devolvió la invitación a Paquirri e inició con una vibrante serie de rodillas. Fue lo más lucido a pesar de la entrega, con afarolados y manoletinas, ya que el de Garcigrande desparramaba la vista y le puso en apuros.
Otro trofeo cortó Castella (sustituto de Manzanares). Sorprendió ofreciendo los palos a Fandi y Paquirri. El francés hizo lo que pudo en su par al quiebro. Mucho mejor fue el quite por chicuelinas y su labor dispuesta ante el Torrealta que se lastimó una pezuña.
Perera lidió uno de Juan Pedro, con el que destacó en el ajustado quite por tafalleras, gaoneras y saltilleras. Luego estuvo muy centrado alargando los muletazos primero y en cercanías después. Paseó dos merecidas orejas.
Al término del festejo, Paquirri secortó la coleta y fue aupado en hombros por su hermano Cayetano. Feliz despedida.
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