«Como ahora en cuanto un torerito muy relamidillo da cuatro o cinco muletazos bonitos y, componiendo la figura, se adorna en la cara como ante el espejo una duquesita de los tiempos de Pepe-Hillo. De entonces acá no se ha interrumpido la costumbre, pero el aficionado de provincias, como apunta Don Ventura, queda sorprendido al asistir por primera vez a una corrida en Madrid y observar que no toca la música por más que claven banderillas los matadores que sean, o realicen una faena de muleta, parecida, nada más que parecida, a las que hacía Lagartijo el Grande», escribe Rafael López Chacón en su libro «Toros en Barcelona».
Todo esto ocurrió en la vieja plaza de la Barceloneta, donde se anunciaban el citado Lagartijo, Villaverde y Rafael Molina, con toros de Ripamilán. «Supone Don Ventura que quizá fuera Barcelona la primera población donde sonó la música para amenizar una faena de muleta... Hasta entonces los espadas eran objeto de grandes ovaciones, se concedían orejas, caían al ruedo cigarros, sombreros y prendas de vestir, mas a nadie se le había ocurrido, porque no era costumbre, pedir música, durante la faena de muleta, a la banda, que se limitaba a amenizar la función ante de empezar esta y durante los intermedios. Mientras estaba el toro vivo, jamás se dejaba oír, tal como ocurre en Madrid actualmente».
La musa del genio
También el profesor Santainés apunta esta teoría: «Hay versiones autorizadas que consideran que quizás fuera Barcelona en la corrida del 13 de mayo de 1877 donde sonara por primera vez la música en una faena de muleta de Lagartijo. Pero la revista El Toril (año I, junio 1900) admite que en nuestra plaza el 13 de mayo de 1887 (aquí acepto un error de imprenta en el año) banderilleando Villaverde el sexto con Lagartijo a tal altura brilló éste que fue obsequiado con música. En cualquiera de los casos, Lagartijo se sintió atrapado por la musa del genio».Lagartijo se despidió de Barcelona el 21 de mayo de 1893 con seis toros del Duque de Veragua. Al cuarto lo tumbó de un soberbio volapié que hizo innecesaria la puntilla. Con el que cerró plaza, de nombre «Pavón,» estuvo colosal. Entró siete veces a los caballos y en la última vara hizo el quite Lagartijo, que terminó toreando al alimón con Torerito. Los dos banderillearon y después de una faena magnífica acabó de una gran estocada, recordaba en un artículo de ABC Santainés. Y añade: «Acabada la corrida mucho público se arrojó al ruedo tributando a Rafael Molina un homenaje sin precedentes al que fue durante muchos años torero predilecto de Barcelona».
Volviendo a López Chacón, este remataba: «Reconozcamos, pues no está de más, sino que viene como miel sobre hojuelas, el que mientras presenciemos una estupenda faena, la música subraye con sus notas las faenas artísticas de los espadas».
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