Lorenzo nació en el barrio toledano de Santa Teresa el 2 de agosto de 1995. Sin antecedentes taurinos en la familia, se formó como torero en la escuela taurina de su Toledo natal, donde empezó ya a despuntar. Novillero destacado, su incipiente carrera como matador de toros -tomó la alternativa en 2016, en Nimes (Francia) de manos de El Juli- necesitaba de un golpe en la mesa como el que dio el pasado 1 de abril en la primera plaza del mundo para despegar definitivamente. Así lo cuenta en una entrevista con Efe:
-Una tarde que jamás podrá olvidar...
-Es
lo que siempre he soñado desde que empecé y lo que me hacía falta para
empezar a abrirme paso en esta profesión tan difícil. Por fin, todo el
trabajo y el sacrificio de este tiempo atrás tiene su recompensa. Ahora,
a seguir y a mantener este nivel.
-Más
importante, si cabe, por el hecho de lograr tres orejas en su segunda
tarde como matador de toros en Las Ventas y por lograr poner a todo el
mundo de acuerdo.
-Sin duda. Cortar tres orejas
en una plaza como Madrid es algo muy difícil, deben darse muchas cosas
para que esto ocurra: tener la suerte de que los dos toros embistan, que
los cuajes, los mates bien, no moleste el viento y que el presidente
esté de acuerdo con la petición. El domingo, gracias a Dios, se dieron
todas.
-¿Qué es lo primero que se le viene a la cabeza al rememorar su actuación?
-Sinceramente,
lo tengo todo muy difuso. Me entregué tanto que, la verdad, hay
momentos que te olvidas de todo y te dedicas únicamente a disfrutar el
momento y saborearlo. Recuerdo que disfruté mucho toda la tarde, desde
el paseíllo hasta que llegué al hotel.
-Y qué gran lote de El Torero el que le cupo en suerte.
-Sí,
fueron dos toros magníficos. El primero fue más exigente y pedía más
concentración y precisión en todo lo que se le hacía; pero el sexto fue
un torrente de bravura que me permitió abandonarme, sacar el toreo que
llevo dentro y disfrutarlo muchísimo. Y, claro, cuando un torero
disfruta tanto en la cara de un toro, Madrid lo capta enseguida y se
entrega como ninguna otra plaza lo hace.
-¿A qué suenan los oles de Madrid?
-Notar
a las cerca de 10.000 personas que hubo aquella tarde es algo muy
grande. Ese calor, esos olés tan profundos..., una auténtica maravilla.
Ya estoy deseando volver a notarlos otra vez.
-¿De quién se acordó cuando enterró la espada en lo alto del toro Viscoso?
-¿Qué se siente al cruzar el umbral de la Puerta Grande de la primera plaza del mundo?
-La
verdad es que pasó todo muy rápido. Pero es algo indescriptible. Ver a
tanta gente esperándote, gritando ¡torero, torero!: no quería llegar
nunca a la furgoneta, me hubiera gustado paralizar el tiempo justo en
ese momento.
-Con este triunfo se une a la
nutrida nómina de toreros jóvenes llamados a renovar al escalafón. ¿Cómo
afronta esa responsabilidad?
-Con mucha
ilusión. Me siento muy capacitado para entrar en esa baraja. Ya me
sentía antes, aunque necesitaba un toque de atención así para dar
motivos a los empresarios para que cuenten también conmigo.
-Ya no tendrán excusas para no incluirle en las ferias.
-Pienso
que este triunfo ha llegado en un momento muy bueno de la temporada,
cuando las ferias están aún sin cerrar. Ojalá sea así y pueda estar en
todas esas ferias donde hasta ahora, por unas cosas o por otras, me
estaba costando mucho entrar.
-Sabe que lo difícil de esto no es llegar, sino mantenerse.
-La
grandeza del toreo es tal que te puede cambiar la vida en diez minutos.
Como en mi caso. He pasado de ser prácticamente un desconocido a que me
conozca todo el mundo. Pero ahora hay que seguir. No conformarse ni
creérselo. Esto no es una meta, sino el principio del camino. Soy
todavía muy joven y debo mantener los pies en la tierra. Esta profesión
no es abrir la Puerta Grande de Madrid y ya está. Hay que seguir con la
misma humildad y espíritu de sacrificio. Así, y solo así, lograré el
objetivo e llegar a lo más alto.
-En San Isidro le van a esperar y a medir con más exigencia. ¿Preparado para notar al Madrid más estricto?
-Por supuesto. Es más, lo estoy deseando.
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