martes, 10 de julio de 2018

Cuarto encierro de San Fermín: rápida y limpia carrera de los atléticos toros de Fuente Ymbro

Solo tres mozos han resultado contusionados a causa de caídas y atropellos


Los toros de Fuente Ymbro, durante el encierro de hoy, el más rápido y limpio de lo que llevamos de fiesta.


Visto y no visto. Así ha sido el cuarto encierro de San Fermín, protagonizado por los toros de Fuente Ymbro, que acudían a Pamplona por decimocuarta vez.

Una carrera fugaz, meteórica, de solo 2 minutos y 15 segundos, lo que supone un nuevo récord de esta ganadería, establecido el año pasado en dos segundos más.

Una carrera rápida y limpia, pues según el primer parte médico no se ha producido ningún herido por asta de toro, y los servicios sanitarios solo han atendido a tres corredores varones policontusionados en distintas partes de sus cuerpos, aunque ninguno presenta riesgo de fractura.

Se nota a lo lejos que los fuenteymbro’ son atletas de élite del campo bravo; se nota que en la dehesa gaditana de San José del Valle cuentan con un corredero, donde los animales se entrenan para dejar bien alto el pabellón de la casa en su paso por los sanfermines.

Y a fe que lo consiguieron desde el momento mismo en que sonó el cohete que anunciaba la apertura de las puertas de los corrales de Santo Domingo.

Una mañana más, y así ocurre desde el inicio de las fiestas, los cabestros abrieron la carrera a toda velocidad por la empinada cuesta. Aunque por un momento uno de los toros les ganó la delantera, pronto volvieron las aguas a su cauce y los grandotes y castaños animales de desproporcionada cuerna marcaron el camino, que para eso también ellos entrenan cada día y conocen el recorrido mucho mejor que sus invitados matinales.

Así, a toda velocidad, y con la manada compactada, llegaron a la zona del Ayuntamiento, con menos gente en la calle y muchos curiosos en las vallas. Otra vez, se notó, y de qué manera, el efecto del líquido antideslizante. Pasaron a mejor vida, para desgracia de muchos, los resbalones de toros y cabestros en la curva de Estafeta, esos golpes espectaculares morrocotudos que animales y algún que otro mozo despistado se daba contra los tablones para gozo de espectadores y fotógrafos.

Ahora, parece que la manada viene con la lección aprendida, las pezuñas agarradas a los adoquines, y escorados todos los protagonistas hacia la acera derecha de Mercaderes, de modo que toman la curva con facilidad aprendida y enfilan la recta de Estafeta con renovados bríos.

Todos juntos enfilaron los más de trescientos metros de la calle más multitudinaria del encierro; y como cada mañana, se produjeron bonitas carreras, caídas, golpes y atropellos por la velocidad extrema de la manada, la aglomeración de corredores y el despiste y la imprudencia de algunos de ellos.

La caída de varios mozos hizo tropezar a uno de los toros que quedó momentáneamente rezagado, pero como es atleta con amor propio, pronto recuperó la verticalidad y alcanzó a sus hermanos.

Curiosamente, el último de la fila durante todo el encierro fue Libertador, un toro de capa melocotón, de 560 kilos de peso, el más vago de toda la manada, que no perdió comba, pero quedó claro que correr y, mucho menos, los récords no van con él. Fue el último en llegar al ruedo y alcanzar los corrales. Y su decepción fue que tras la puerta no estaba el campo verde de San José del Valle. ‘Os lo dije: tanto correr, pa qué…’.

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