Sale a hombros con Bautista en Valladolid en una buena corrida del Pilar
Hasta los más pequeños asistieron entusiasmados a una corrida de las que hacen afición. ¡Qué bueno fue el conjunto del Pilar! Gran envío ganadero, sí señor, de los más completos de la temporada.
Menudo lote se llevó Emilio de Justo y ¡cómo toreó! Otra película la suya. La mejor escena se rodó con el sobrero, «Mirabajo» de nombre, un listón largo y ensillado. Belleza en la bienvenida a la verónica y en las del quite, después de que este pilarico derribase al picador. El extremeño brindó al público y pronto (y en la mano) se puso a torear. La distancia ofrecida y el ritmo en las telas. Como ritmo portaba la embestida, a la que De Justo lució con listeza. Brotaron muletazos de cintura rota, muñecas como agujas de reloj y mentón hundido al pecho. Sentimiento en estado puro. Compuso en cada serie y se adornó con una sabrosa trinchera. Faena medida y torera, regada con empaque antiguo. Las valerosas manoletinas finales epilogaron la obra, aunque algunos ojos hubiesen preferido un broche por bajo. Porque Emilio de Justo, más que torero de guerras, lo es de arte. Hasta el ganadero pidió con énfasis las dos orejas, mientras desde las gradas rompía una ovación a este quinto bis, merecedor al menos de un arrastre lento, a la mexicana...
Antes, De Justo había acariciado el tiempo en los despaciosos lances del saludo al segundo -hubo una media de cartel- y se gustó en unas chicuelinas. Sensacional capote el suyo. Mientras se llevaban a Morenito de Arles a la enfermería por una lesión, el matador principió sobre la derecha con clásicas maneras. Concedió distancia al torete, de bastante clase, y de su muleta parieron derechazos con largura y mando. Por el izquierdo se quedaba más corto; aun así, nacieron seminaturales con aroma. Se sintió en los de pecho, a la hombrera contraria, y abrochó con unos ayudados. La hora final tuvo verdad y paseó una merecida oreja.
Ya el primer ejemplar, bien lidiado por Rafael González, traía un alegre son. Juan Bautista lo aprovechó a derechas, con el temple y la ligazón como bandera. También gotearon unos naturales de notable corte en su entonada faena, con cabeza y detalles, rematada de un sopapo. Se iluminó entonces el marcador con el trofeo inaugural. Uno generoso sumó en el cuarto, que renqueaba mucho dentro de su bondadosa condición. Labor de enfermero del francés, que lo sostuvo a media alturita con alta dosis de paciencia y sobrada técnica.
Manso y huido salió el tercero, al que López Simón recogió en los medios con bonitos lances. Brindó al respetable y se creció en unos firmes estatuarios, con una espaldina que provocó el «¡ay!» en los tendidos. Dispuesto el de Barajas en una labor con altibajos a otro potable animal, pese a la irregularidad de sus embestidas. Las ceñidas bernadinas finales condujeron a la«cariñosa» oreja. El sexto, más desagradecido, se paró en la muleta. El madrileño hizo un esfuerzo, pero no pudo salir a hombros con sus compañeros frente al lote menos bueno. Aun así, gran corrida del Pilar y un torero que marcó la diferencia: Emilio de Justo. El toreo de siempre y que se aleja de la vulgaridad asombra a cualquier hora: sencillamente, es otra historia.
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