Perdió un ojo y media cabeza en la plaza. Siete veces estuvo a punto de morir y las siete resucitó. Juan José Padilla, el torero menos ortodoxo, se despide este domingo tras 25 años, 1.400 corridas y 39 cornadas repartidas por todo su cuerpo
REPORTAJE GRÁFICO: CARLOS GARCÍA POZO
La casa, que podría ser la mansión de un narcotraficante si no pusiera Puerta Gayola justo en la puerta, está muy cerquita del mar, entre Chipiona y Sanlúcar de Barrameda. Es un templo de dos plantas lleno de vírgenes, santos e imágenes religiosas, incluida una figura de monseñor Escrivá de Balaguer en la cocina, donde otros tienen el salero y el aceite. Hay como 15 o 20 cabezas de toro adornando las paredes, una camisa blanca empapada en sangre enmarcada en el pasillo, óleos mayestáticos de su figura y cientos de fotos. Con el Rey emérito, con el hijo de Suárez, con el Cordobés, con la Pantoja... En el piso de arriba, entre decenas de trajes de luces en vitrinas, cuelga una foto suya de hace años. Tendría treinta y pocos y unos 15 kilos más que ahora, las mismas patillas de bucanero pero el gesto amable de un niño bien de Jerez de la Frontera. Se queda mirándola un rato y uno piensa que se va a echar a llorar.
- ¿Le da pena ver fotos suyas de antes?
- ¡¿Qué pena ni qué pena?! Si ahora estoy más guapo que nunca.
- ¿Qué ve cuando se mira en el espejo?
- Veo a un hombre muy afortunado, un hombre que ha conseguido logros mayores de los que jamás habría podido imaginar. Me siento orgulloso de haber emprendido una profesión dura, difícil, pero que a la vez me ha dado una enorme recompensa.
- ¿Y ha valido la pena?
- Vale la pena cada cornada porque el torero no debe guardarle nunca rencor al toro. Por difícil y duro que sea, es la verdad del toreo.
Ha valido la pena cada cornada. No le guardo ningún rencor al toro pero tampoco lo voy a echar de menos
- ¿Por qué se retira allí?
- Porque es la plaza en la que parecía que acababa todo y en la que todo resurgió de nuevo. Hay un antes y un después de Zaragoza. Nadie apostaba a que pudiera volver a torear después de aquello y lo hice. Después de aquella cornada yo pensaba torear unas 15 o 20 corridas más y sin embargo he rebasado las 500. Era un torero conocido y respetado, pero en otros circuitos, los de las grandes corridas, no estaba. Después de este percance, Dios me premió con la parte amable del toreo. Los empresarios tuvieron sensibilidad, entendieron que había pasado muchísimos años de corridas duras y los compañeros también me dieron
- la oportunidad de comer de esa tarta tan apetitosa. El sufrimiento es parte de la gloria y a mí me llegó la gloria.
- ¿Y por qué decide poner fin ahora?
- Todo tiene un ciclo, un momento. He cumplido 25 temporadas maravillosas y no creo que pueda redondear otra de mejor manera. Me voy en un buen momento. Físicamente me encuentro al cien por cien, pletórico, las empresas cuentan conmigo en todas las plazas y la afición quiere verme aún. Decido colgar el vestido de torear antes de que lo hagan otros.
- ¿Tiene más miedo ahora o cuando empezó a torear?
- Siempre he tenido miedo. Antes, durante y después. El miedo es algo que está patente, existe en el torero. Intentamos disimularlo, que no es fácil, pero forma parte de esta mítica profesión.
- ¿Y va a más?
- Sí, porque también van a más tus exigencias, tus riesgos. Creas una familia, una vida, un entorno... Cada vez sientes más miedo. Pero es un orgullo poder sentirlo. Sería frustrante no haber llegado hasta aquí por no haber tragado ese miedo.
- ¿Le condiciona para decir adiós?
- No me retiro por miedo. Lo hago simplemente por respeto a mi profesión y a mi trayectoria. Dios me ha puesto todos estos logros en mi camino y creo que no hay mejor manera que decir adiós a mi carrera que en el mejor momento.
- ¿Cuántas veces ha pensado: quién me mandó meterme aquí?
- Alguna vez he tirado la toalla. Yo tenía la ilusión desde niño, pero ésta es una profesión muy dura, de muchos sinsabores más allá de las cornadas. A veces te entregas y te dedicas a ella con todo pero somos muchos los mandados y pocos los elegidos. Me veía toreando por los pueblos y, con todos mis respetos, ése no era mi sueño. Yo tuve un percance muy grave en Huesca. Un toro me reventó el duodeno contra la columna vertebral y no me mató de milagro. Ahí sí pensé que la profesión no estaba para mí.
- ¿Por qué no abandonó?
- Por amor propio... Soy de las personas que piensan que si uno cae siete veces, se tiene que levantar ocho. El fruto está en ser humilde, aceptar las circunstancias como vienen y en trabajar y no ser autocompasivo.
No soy un superhombre. Siempre he tenido miedo, antes, durante y después, y ese miedo cada vez va a más
De aquella cornada en Huesca, la más grave que ha sufrido, Padilla conserva un bordado en la piel a la altura del ombligo que empalma con el rosario que le cuelga del cuello junto a un escapulario, un crucifijo y un cristo de oro. A la altura de la sien derecha tiene otro medio centenar de puntos que le sujetan el cuero cabelludo que le arrancó otro toro en Ávila como si fuera la piel de un plátano. Cuando posa con el pecho descubierto, con sus chihuahuas Rabia y Enano correteando por el jardín, Padilla está entre un personaje de Mary Shelley y un secundario de Tarantino.
- ¿Le molesta que se le reconozca más por sus cornadas que por sus faenas?
- No, para nada. Sí es cierto que he sido un torero muy castigado pero he tenido tanta suerte que, cada vez que me han pegado fuerte los toros, me he repuesto. En siete ocasiones he sido cogido de extrema gravedad y en siete he tenido la suerte de volver. Entiendo la repercusión y entiendo que mucha gente me reconozca por las cornadas pero creo que en la memoria de todos queda la voluntad del torero.
- ¿Dónde le duele más?
- ¡Qué va tío! Estoy fenomenal, no me duele nada. Estoy cumbre. Los doctores se encargan de ello, que para eso está la ciencia y la medicina.
- ¿Quién le ha ayudado más, Dios o los médicos?
- Yo creo mucho en Dios y creo que todo esto sucede por algo. Es Dios quien te pone a las personas en el camino, a los buenos médicos también.
- ¿Estar tan cerca de la muerte le ha acercado más a su Dios?
- Entiendo, como cristiano, que la vida empieza después de la muerte y, como hombre de fe, creo que aquí estamos para asimilar las circunstancias y afrontar todas las batallas que se nos presenten en la vida. No estamos para dolernos. Mi obligación es luchar por reponerme y no quedarme en un sofá sentado ni en una cama empotrado. Después de la cogida del ojo, cuando estaba en la UCI y vi tantas luces y máquinas, me dije: Hostia, aquí no estoy yo con San Pedro, a mí Dios me ha dado otra oportunidad. Y lo primero que se me ocurrió decirle a mi mujer fue que buscara a mi apoderado y le dijera que no se les ocurriera quitarme de Lima, donde tenía una corrida a finales de mes.
- Ha dicho alguna vez que el torero salvó al hombre.
- Cuando me dieron el alta y volví a casa, pasé unos días difíciles, muy triste. Lo pasé muchísimo peor en casa que en el hospital. Me aferré a mi crucifijo y a mi Dios y no quería darle cara al mundo. Poco a poco empecé a entender que el verdadero valor no era ponerme delante del toro, sino afrontar la vida, salir a la calle, admitirme como estaba. Entendí que no podía transmitir ninguna tristeza, que era lo que se estaba respirando en casa. El paso definitivo para tomar la decisión de volver a torear fue definitivo para salvar al hombre.
- ¿Cómo se ve el mundo con un solo ojo?
- Yo siempre digo que el ojo que me falta es el ojo de Dios. No necesito otro ojo para ver bien, disfrutar de la vida, conducir, montar en bici, para disfrutar de mi familia y amigos ni para disfrutar mi profesión.
- ¿Y con un oído destrozado?
- Tengo una audición muy reducida y unos decibelios muy altos de acúfenos, un pitido constante. Desde el 7 de octubre de 2011 no he vuelto a saber lo que es el silencio, pero tampoco es un drama. Pongo en balance el ruido y haber perdido la vida y me digo: bendito sea este ruido.
- Cinco meses después de la cornada que le dejó tuerto y medio sordo,
Padilla volvió a los ruedos. Unos días antes se enfundó el mismo traje
de luces de Zaragoza y pidió matar a dos hermanos de Marqués,
el toro que le destripó la cara. «Amigos, compañeros y familiares se
opusieron a que volviera. Mi padre y mi hermano venían todos los días
porque no lo veían claro. Pero yo tenía el apoyo incondicional de mi
mujer y de mis hijos y nunca dudé». Regresó en Olivenza, Badajoz,
vestido con un traje que tiene en el recibidor de casa colocado sobre el
respaldo de una silla de mimbre. Verde esperanza y adornado con hojas
de laurel de gladiador romano. «Soy un admirador total de Gladiator,
de esos guerreros que luchaban para salvar su vida por los pueblos e
iban subiendo peldaños hasta llegar al coliseo. Los encerraban con
tigres y leones pero tenían la capacidad para ganar todas las batallas».
- ¿Es usted un héroe o un loco imprudente?
- No soy un superhombre. No hago nada que no pueda hacer otro, tampoco menos. Siempre he salido a la plaza con todas las capacidades. Cuando reaparecí dejé muy claro que no quería compasión. Los toros salen siempre a coger y te pueden coger tengas un ojo, dos, cuatro o seis. Yo con un ojo voy preparado para superar el compromiso de cada tarde y si salgo al ruedo, salgo con mi propia identidad.
- Y así el Ciclón de Jerez pasó a ser El pirata.
Primero el parche, luego el pañuelo de bandolero.
Las banderas con la calavera, primero en Pamplona y luego en el resto de España. Si a Jesulín le tiraban bragas, a él le lanzan banderas de Jack Sparrow. «Como podrás comprender, no ha sido premeditado pero es verdad que con cada percance he ido construyendo el personaje». Si en los 80 y en los 90 se hacían chistes de Curro Romero, hoy se hacen de Padilla.
Hay uno que dice:
-Tan mal no iría la corrida cuando me dieron la oreja.
-Era la tuya, Padilla, era la tuya.
El torero se parte (metafóricamente). «Estos chistes me parecen simpáticos, los agradezco. Me río y lo acepto. Más humor que hay en Andalucía... A los de mal gusto no les presto atención.
A esa gente que te desea la muerte, lo peor. En fin... Hay una gran falta de humanidad».
Si mi hijo fuera de Podemos o del Pacma, ya me encargaría yo de cambiarle de idea
- ¿Tiene algún amigo antitaurino?
- Sí, pero respetan mi profesión. No vienen a verme pero lo respetan.
- ¿Cree que la fiesta está en peligro?
- Sinceramente sí la veo en peligro, en un momento desgraciadamente difícil. El ataque antitaurino animalista y de un sector político nos hace daño.
- Podemos ha pedido un referéndum sobre el futuro de las corridas.
- Ahí lo tienes. ¿A cuento de qué viene pedir
- ahora un referéndum? Sabiendo además que lo tienen perdido...
- ¿Está seguro?
- Clarísimo. Pero con la de cosas que hay por arreglar en España, ¿qué político quiere meterse con un sector socioeconómico tan importante como es la tauromaquia, que da de comer a tantísimas personas?
- ¿Qué le dolería más, que su hijo se afiliara a Podemos o al Pacma?
- (Se ríe incluso más que con el chiste). Ya me encargaría yo de cambiarle de idea porque me molestarían los dos... Fíjate que, hablando en serio, respetaría sus ideales porque lo importante es respetar las ideas de los demás. Pero a ver si respetan también las nuestras. La tauromaquia no es de derechas ni de izquierdas ni de ningún partido político. La cultura
- es del pueblo.
- Usted fue muy criticado por celebrar una faena en Jaén con una bandera franquista.
- Ya lo expliqué. No me di cuenta de que llevaba el águila y no era mi intención provocar nada.
- Yo no soy para nada nostálgico pero sí me siento español y muy orgulloso de serlo y defiendo mi bandera, mis ideales y mis orígenes.
- ¿Le da pena no torear por última vez en Cataluña?
- Qué tristeza de verdad, qué sensación tan penosa ver un país, perdón, una región, que ya esté rota hasta familiarmente. Aún así, no soy pesimista y seguro que podrán cambiar las circunstancias.
- ¿Qué pasará antes, que se prohíban los toros o que se independice Cataluña?
- Yo creo que la prohibición de los toros tardará y que Cataluña no se independizará nunca.
- Que tarde no significa que no ocurra algún día.
- Vale, rectifico. No ocurrirá ninguna de las dos cosas.
- ¿Qué es lo que más va a echar de menos cuando deje los ruedos?
- El chip de dejar de torear está activado y estoy convencido de que no voy a echar de menos el vestido de torear, ni el compromiso de cada día. Quizás sí la adrenalina, esa sensación de responsabilidad que surge a principios de cada temporada.
- ¿Alguien ha intentado convencerle de que siga?
- No lo van a conseguir, seguro. No hay paso atrás. He sentido tanto cariño y tanto respeto en todas las plazas de las que me he despedido que jamás podré olvidarlo. Pero entiendo que después de 25 años y estos percances vividos, no voy a echar de menos nada del toro en el ruedo.
- ¿Ha pensado que habría sido de usted sin el toreo?
- Habría sido panadero, que es lo que era.
- ¿Y sabe ya cuánto le ha costado llegar hasta aquí?
- Cuando reaparecí después de perder el ojo, vino un día mi amigo David de María, el cantante, impresionado porque me había visto en la portada del New York Times. Me decía: quillo, ¿te has visto en la portada del New York Times? Y yo: sí, coño, claro. La portada es preciosa. Pero tío -me decía-, ¿tú sabes cuántos españoles han salido en esa portada? ¿Tú sabes lo que es eso? Claro, coño. ¿Y tú sabes lo que me ha costado?, le dije. ¿Qué te ha costado? Pues un ojo de la cara... Así que eso, llegar hasta aquí me ha costado un ojo de la cara y un poco más.
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