El torero extremeño cortó dos orejas y causó una grata impresión
 
Felipe Aceves
Por fin lo ha conseguido Antonio Ferrera, era
 evidente en comparecencias anteriores, en diversas plazas mexicanas, 
que el torero español buscaba con ahínco entenderse con la lentitud y el
 temple del toro mexicano, las sensaciones que vivió en su debut en 
Aguascalientes –así nos lo confesó– calaron fuerte en su espíritu.
Hoy fue el día en que "Abuelo" de Santa Bárbara
 premió su empeño, más la entrega de los tendidos de la Monumental de 
México hicieron que asomaran lágrimas a los ojos del espada.
El
 primero de la tarde, ya lo había acercado a esos momentos vividos en el
 cuarto de la lidia, había recibido al astado con lances a pies juntos a
 los que siguieron los de compás abierto, completar la séptima y el 
remate en el centro del ruedo, para escuchar las primeras ovaciones. 
Con
 la muleta, debido a las energías limitadas (como el resto del encierro)
 llevó con mimo a "Calesero", a través de una templada faena por ambos 
lados, que remató con una entera que cayó un pelín defectuosa y que 
evitó que Usía amarrara el pañuelo.
Pero vendría el siguiente peldaño al cielo con el cuarto de la tarde, se abrió de capa Antonio con tres verónicas y una media muy bien toreada. El pupilo de don Javier Borrego Estrada había cantado sus virtudes; todo era cuestión de cuidarlas y capitalizarlas, cosa nada sencilla. 
Por
 mandiles puso de largo al toro a la jurisdicción del picador,  y allá 
fue el astado con entrega, para levantar al penco en cuatro patas y 
derribar caballo y jinete. La emoción subió de tono cuando, como en 
aquellas antiquísimas tauromaquias "quitó" al toro del picador 
derrumbado, por chicuelinas, que remató con una media belmontina, con el
 toro enredado a su cintura y dejándoselo atrás de la faja.
En
 el tercio de muerte, entre las líneas del tercio "Abuelo" no perdía 
detalle del torero, así que cuando lo citó desde casi el centro del 
ruedo acudió el burel con alegría, para ser prendido por la muleta del 
extremeño y engarzar una primera serie de redondos con la diestra, luego
 del cambio de mano, rematada la serie por bajo ligando el de pecho. La 
plaza hervía. Le siguió otra más.
Ferrera ya
 estaba en otra dimensión, previendo lo que vendría decidió clavar el 
ayudado en la arena y tener mayor libertad; claro, hay quién no está de 
acuerdo con ese detalle,  citó de largo e inició con una vitamina a la 
que siguieron los templados con la diestra, el cambio de mano y bordar 
los naturales. 
La borrachera de toreo estaba 
en su apogeo, por un momento pareció que la faena llegaría a su fin, 
cuando plegó la muleta a la altura de su rostro en lo que pareció un 
intento discreto de ocultar su rostro, pero el toro había cogido un 
segundo aire que Ferrera aprovechó.
Hasta
 en tres ocasiones plegó y desplegó la franela para citar, a los que le 
siguieron otros tantos naturales, aquello era emocionantísimo, detalles,
 desplantes de buen gusto y una estocada hasta las cintas culminaron la 
obra. Como tardaba en doblar el astado, a pesar de la labor de 
enterramiento de la peonería, el espada se quedó solo con el toro y él 
mismo retiró la toledana, hecho que aceleró el derrumbe del gran toro 
del campo zacatecano.
El palco de la Autoridad 
mostró un pañuelo, y el púbico exigió que se otorgar un segundo trofeo. 
La vuelta fue entre prendas de vestir, acompañado por don Javier Borrego Estrada. Un gran toro. Sin duda.
Los paisanos no tuvieron la misma suerte, el primero de Jerónimo, un toro de Lebrija, precioso
 de lámina (berrendo en cárdeno, bragado corrido, calcetero y astifino) 
embistió con bravura y emoción, pero quizá le faltó castigo, porque se 
comía los engaños, pero volvía en dos manos. 
Par
 más inri, el torero estuvo pesado con los aceros, hasta escuchar un 
aviso. Y el segundo de su lote, con calidad, pero si fuerza para 
sostener las buenas embestidas.
Juan Pablo Sánchez tampoco
 tuvo el santo de cara, calidad en sus dos astados, pero fueron pobres, 
muy pobres de energía, buscó llevar con alfileres las buenas embestidas 
de sus enemigos, pero fue inútil. Pudimos –eso que ni qué– gozar del 
temple y lentitud proverbial del toreo del de Aguascalientes, quien al 
igual que Aguilar, a pesar de 
las exiguas posibilidades de triunfo ratificaron el gran momento en el 
que se encuentran; pero pues cuando no hay arroz, imposible cocinar 
paella. El público los reconoció y despidió del ruedo con respeto.
Ficha 
Ciudad de México.- Plaza México. Quinta corrida de la Temporada Grande. Menos de un cuarto de entrada (unas 6 mil personas) en tarde soleada, con algunas ráfagas de viento. Cinco toros de Santa Bárbara, parejos en hechuras y en tipo, con clase pero un tanto flojos en su conjunto. Y uno (2o.) de Lebrija, encastado. Destacó el 4o., premiado con arrastre lento. Pesos: Pesos 521, 558, 543, 520, 476, y 472. Antonio Ferrera (verde manzana y oro): Vuelta tras fuerte petición y dos orejas. Jerónimo (azul turquesa y oro): Pitos tras aviso y silencio. Juan Pablo Sánchez (azul marino y oro): Silencio en su lote. Incidencias: Destacó en banderillas Alejandro Prado, que saludó en el 3o. El ganadero de Santa Bárbara, Javier Borrego Estrada, dio una vuelta al ruedo con Ferrera tras la lidia del 4o.
Ciudad de México.- Plaza México. Quinta corrida de la Temporada Grande. Menos de un cuarto de entrada (unas 6 mil personas) en tarde soleada, con algunas ráfagas de viento. Cinco toros de Santa Bárbara, parejos en hechuras y en tipo, con clase pero un tanto flojos en su conjunto. Y uno (2o.) de Lebrija, encastado. Destacó el 4o., premiado con arrastre lento. Pesos: Pesos 521, 558, 543, 520, 476, y 472. Antonio Ferrera (verde manzana y oro): Vuelta tras fuerte petición y dos orejas. Jerónimo (azul turquesa y oro): Pitos tras aviso y silencio. Juan Pablo Sánchez (azul marino y oro): Silencio en su lote. Incidencias: Destacó en banderillas Alejandro Prado, que saludó en el 3o. El ganadero de Santa Bárbara, Javier Borrego Estrada, dio una vuelta al ruedo con Ferrera tras la lidia del 4o.
No hay comentarios:
Publicar un comentario