martes, 21 de mayo de 2019

Gonzalo Caballero: del «discurso de los cojones» a los «cojones para matar»



Un año después de devolver el premio a la mejor estocada, se tiró a matar o morir en el tercer toro

Dura y complicada corrida del Pilar en tarde de sobresaltos

El pitón se hunde en el muslo de Gonzalo Caballero al entrar a matar
El pitón se hunde en el muslo de Gonzalo Caballero al entrar a matar - Paloma Aguilar

Rosario Pérez 

Volvía Gonzalo Caballero a Las Ventas. En el ambiente aún resonaba el conocido como «discurso de los cojones» tras su ausencia el pasado San Isidro, cuando devolvió el premio a la mejor estocada.

Cosas del destino: en la suerte suprema cayó herido en su regreso. Aquella noche de 2018 Caballero incendió la gala isidril y las redes con la anáfora de los bemoles: «Tengo cojones para torear con el muslo abierto» y más «cojones» para lidiar una corrida de corte torista «cuando sea figura». «Cojones le ha echado para matar al tercer toro», se oyó en la plaza. Y lo cierto es que se tiró a matar o morir.

Literalmente, como si Caballero, tan niño y tan hombre, se aplicase aquella máxima de Da Vinci en la que en cada paso, más que aprender a vivir, se aprende a morir.

En lo más alto del «9», José Ramón comentaba que había sido su actuación «más seria». En terreno cercano, en una andanada, se rumoreaba que Victoria Federica –a la que el torero llama su «talismán»– se llevó un susto tremendo con el percance de su amigo especial. Como toda la Monumental. Si a Goya le faltó en su tauromaquia pintar el rostro de las multitudes viendo torear a Belmonte, no se le hubiese escapado la cara de horror de los tendidos venteños, cuando el pitón se hundió en el muslo del matador madrileño. Inmóvil en la arena, las cuadrillas formaron una camilla humana para llevárselo en volandas al hule. Antes había firmado una entregada faena, con un par de naturales de nota y unos derechazos prometedores, «con más sinceridad que técnica». Se atropelló en las bernadinas finales, con el vestido barnizado de grana: Caballero no es de los que llega al hotel con el terno más limpio que en un estreno. Luego derramaría sangre de verdad, la del que ofrece el corazón al desnudo. Y eso que aquel pilarico había sido definido como «el más noble y facilón de la primera parte». Pues aquel «Medicino», que así se llamaba el toro –¡vaya lidia nefasta recibió!–, dejó al espada «con el nervio ciático pelado, como una cuerda de violín, sin movilidad en el pie», según explicó el doctor Máximo García-Padrós.
La Asociación el Toro de Madrid pidió desde el «7» la dimisión del president
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No fue el único momento dramático en una corrida del Pilar exigente y con complicaciones, un duro encierro que sorprendió a la afición: «No lo esperábamos así». Ya el que abrió plaza prendió de manera espeluznante a Juan del Álamo, lanzándole al cuello pitonazos de tintes fúnebres. Un milagro que el salmantino regresara con tanta entereza a la cara de «Dulcero», de más sal que azúcar, tónica del sexteto.

Fue una tarde de sobresaltos y emociones, encontradas a veces, y en las que no siempre el ritmo del muletazo iba acorde al de la embestida. Y más aún con el incómodo viento. Para vendaval, el que sopló cuando tras romperse el paseíllo el «7» ejerció su derecho a expresarse libremente con una pancarta dedicada al presidente Gonzalo Villa por la segunda oreja, «¡de risa!», concedida a Perera el día del Patrón: «¡Fuera del palco!», gritaban. Hasta allí llegó la policía: un aficionado dijo que si echaban a alguien, se levantaba todo el tendido. «Solo falta que el paga no pueda hablar...» Y no le faltaba razón, aunque lo que sí sobró fue un grito a destiempo mientras Álamo se perfilaba en la hora final. Después, todas las palabras se centrarían en la corrida. «De mucho interés», resumieron dos entendidos.

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