jueves, 25 de julio de 2019
Feria de Santander: «¡Fuera el sanchismo! ¡Viva España!»
Santander
Una cosa es la vida y otra es la novela. Y la realidad es que Pablo Aguado pegó un aldabonazo con una inolvidable tarde de cuatro orejas en «su» Sevilla, pero luego no ha vuelto a despegar con esa fuerza en ningún otro escenario. Claro que cuenta con ese halo que muchos quisieran, el de la literatura del arte. Falta hacen toreros con tan ilusionante corte como el de Aguado, capaces de emocionar por la vía del toreo de siempre. Bendita sea su irrupción. Pero tiempo al tiempo. Y paciencia. Flaco favor le hacen algunos palmeros, que en esto del toro los hay tanto o más dañinos que los agitadores de aplausos en el Congreso. «¡Fuera el sanchismo!», gritaron en el tendido, aunque más alto sonó el «¡viva España!» de un señor rebotado por la «ineptitud de los políticos». «Con mi voto que no cuente ni uno, ni de la izquierda ni de la derecha», comentó un aficionado camino de la plaza, espejo de la situación del país...
Para capacidad y gobierno, los de El Juli, que lleva dos décadas instalado en el poder. Y eso que ayer no tuvo precisamente el mejor lote, sino todo lo contrario. Con suavidad recogió al bonito primero, un colorado chorreado y calcetero al que no metió ni las cuerdas, pero cuya sangre llegaba a la pezuña. Tras el quite por chicuelinas de compás abierto, el toro complicó la existencia a la cuadrilla.
Hasta un profesional como Álvaro Montes pasó apuros. Genuflexo arrancó Julián López la faena a un domingohernández apagadito pero obediente. Tiró de su maestría para conducir la embestida por ambos lados. Todo lo hizo a favor del animal, al que la figura madrileña exprimió hasta el último viaje. Tras unos entusiastas circulares en el sentido natural y a la inversa lo pasaportó de un fulminante espadazo para inaugurar el marcador con un trofeo.
Tapó muchos defectos y metió en vereda al cuarto, bruscote en los inicios. El Juli, que nunca se aburre y máximo conocedor de esta ganadería, hizo todo lo que requería el ejemplar salmantino, le dio fiesta con inteligencia y lo cazó con su habitual manera a la primera. La pañolada no cuajó lo suficiente y el presidente se guardó el moquero blanco para otra ocasión.
Tanto bullicio o más que en los escaños había ayer en Cuatro Caminos, que presentaba un aspecto espectacular en el día grande. Era la festividad de Santiago y se notaba, con la gente ansiosa por ver una jornada de éxitos, aunque todo quedó a medias en una corrida de Garcigrande a la que faltó casta, pero con algún ejemplar en el que se rumiaba la gloria.
Un buen «Terrateniente»
Fue el caso de «Terrateniente»: portaba 500 kilos de belleza, con esas guapas hechuras que invitaban a embestir de pitón a rabo. Miguel Ángel Perera se plantó en los medios firme como el faro de la isla de Mouro y se echó el capote a la espalda por saltilleras. No tiene las cosas fáciles el extremeño esta temporada y, con ambición, se postró de rodillas en el principio de faena. Lo oxigenó y le concedió distancias en una serie diestra con ligazón. Bajó las telas y giró como un compás. Repetía y repetía con nobleza el garcigrande en las poderosa derecha pererista. Pero decreció la intensidad por el izquierdo... En el regreso a la mano de escribir, ya en las cercanías, se llevó un susto sin consecuencias. Se anotó un aviso mientras lo cuadraba para matar y, tras la estocada en el rincón, paseó una oreja de este «Terrateniente» de ricas embestidas.
No fue igual el quinto, que se desplomó en el primer muletazo. Perera anduvo con dispuesta listeza hasta lograr que el toro acabara embistiendo en sus manos. Meritoria su labor, recompensada con el galardón que le aupaba a hombros como triunfador.
Pablo Aguado roció de aroma la negra arena mientras ganaba terreno en las verónicas de saludo al tercero. «¡Vamos, como en Sevilla!», exclamaron tras el torero prólogo andándole al toro. Entre algún muletazo con el medio pecho ofrecido y estilo clásico, no acabó de surgir el acople frente a un «Verones» con posibilidades, sin terminar de dar ese pasito más necesario. Solo alguna perla al son de la «Caridad del Guadalquivir». Sabedor de que tenía que arrear, recibió con una larga de rodillas al sexto, aunque el perfume se hallaba en sus personales lances. Dos verónicas del quite pararon el tiempo, pero la gente andaba con protestas al lastimarse el pitón izquierdo. Torería en el inicio, con un hermoso muletazo rodilla en tierra. Y temple en la tanda diestra para relajarse en muletazos de tanto gusto como bondad tenía el chochón animal. Aguado puso su sello, como en esos naturales a pies juntos con aires del Sur, pero falló con el acero. Hay que seguir esperando...
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