domingo, 6 de octubre de 2019

Morante de la Puebla resurge de sus propias sombras en la Feria del Pilar



Oye una bronca en su primer toro y corta una oreja al cuarto

Morante de la Puebla
Morante de la Puebla - Fabián Simón

Ángel González Abad

La cara y la cruz, el blanco y el negro. O al revés. Morante de la Puebla en doble versión. De casi Morante a Morantazo, lo que va de quien ni está ni se le espera, al diestro comprometido y artista. Morante apenas fue Morante en el primero, al que no quiso ni ver. No porque fuera una fiera corrupia ante la que pegar la espantada que siempre han dado los toreros con duende, es que no quiso verlo, ni mirarlo. Y entre la bronca, muchos todavía se preguntan el porqué. Pues por gracioso, dijeron algunos. Pero con el cuarto, otro toro feote de la desigual corrida de Garcigrande, las cosas cambiaron, y, cuando nadie lo esperaba, surgieron dos chicuelinas movidas que supieron a gloria, por llenas de gracia. Pero lo mejor estaba por llegar en dos series con la derecha plenas de mando, temple, ajuste, de arte en definitiva. Sobre todo en tres muletazos, que todavía resuenan en la Misericordia. Morantazo, que ahí sí hubo un torero. La oreja le redimió de las gracias primeras.

Urdiales venía por el lesionado Manzanares y se encontró con el segundo, de Domingo Hernández, al que toreó con excelentes formas por el pitón derecho. Fueron dos tandas en las que, dentro de la desigualdad, hubo muletazos de la mejor expresión. No desentonaron los naturales y se gustó en un torerísimo final por bajo. Los aceros emborronaron todo. Como en el quinto, un bravucón que embestía a arreones, con el que lo intentó con escasos logros.

Cayetano resolvió con una contundente espada dos faenas un tanto difusas a dos toros manejables. Sin apreturas, el público tornaba del beneplácito a la censura, según iba la cosa. Algún muletazo largo, poca templanza y esa suerte suprema que a veces, y ayer no fue la ocasión, lo tapa todo.

La expectación de la corrida, que se tradujo en una plaza hasta la bandera, respondió a medias. Al final, el recuerdo de unos retazos del mejor arte. Morante, que se atrevió a cruzar el umbral del compromiso y dio el paso del Morante que no fue ni Morante a Morantazo. Eso que ganamos.

No hay comentarios: