miércoles, 4 de marzo de 2020

Ábalos en La Terminal (de Caracas)

Artículo sobre Venezuela y el Ministro de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana

La Terminal de Abalos
C.R.V.

Señor Ministro Ábalos.

Sitúese en de Caracas, Venezuela, en plena “era” Chaves. Desembarqué allí junto a un grupo de españoles, la mayoría toreros, que habían hecho el paseíllo en Mérida. Una ciudad universitaria, joven en carácter, de vida nocturna mestiza, intelectual y culturalmente vital. Para ir a Mérida o para regresar de ella hay que recorrer en coche un buen tranco de la Cordillera de los Andes hasta llegar a una pequeña ciudad llamada El Vigía, que tiene un aeropuerto de esos de juguete en el piedemonte andino.

Tiene una pequeña meseta verde que permite despegar y aterrizar a aviones, también de juguete. Lo malo es que, aterrizando en Caracas, quedan muchas horas muertas para ligar el avión hacia Madrid. Viajar a Venezuela, entonces y hoy, es un riesgo físico de grado superlativo excepto para la cohorte del régimen y sus aliados en negocio, léase aquí a Zapatero y Pablo Iglesias.

 Además, servidor no posee el poder divino de flotar sobre las aguas como Delcy la torturadora. Ésta, como ya bien explico usted, señor Ábalos, transitó, pero levitando, por suelo español en un pisar sin pisar suelo español.
Servidor no posee el poder divino de flotar sobre las aguas como Delcy la torturadora. Ésta, como ya bien explico usted, señor Ábalos, transitó, pero levitando, por suelo español en un pisar sin pisar suelo español.
Yo era un “turista más” en Caracas. Uno que había visto como la moneda nacional no servía para nada, cómo se cortaba la luz a diario a primera hora de la tarde. El precio bárbaro de la gasolina en un país al que le sobra el petróleo. Observé desabastecimientos en farmacias y mercados, una corruptela diaria en las policías… Observé como la gente joven llenaba la plaza de toros y se ponía a cantar canciones pidiendo la marcha de Chaves. Me recordaba a esas películas donde los estadios de futbol estaban repletos de detenidos jóvenes en el Chile de Pinochet. Usted, de eso, ni idea, claro. Eso lo sabe bien Zapatero, le puede preguntar si miento.

Para aprovechar la espera, decidí visitar a un amigo en Caracas. Quizá le suene: Víctor José López El Vito. Periodista que apoyó la euforia de cambio del Chavismo para pasar a ser su primer crítico cuando comprobó dónde iba Venezuela. Desde entonces fue perseguido, vigilado, acosado. Le insto a que usted o el vicepresidente Iglesias lleven a este pedazo de periodista y de hombre a hablar en el Congreso. Hablar de la vida en Venezuela. Sigo, señor Ábalos: desde que dos tipos jóvenes de paisano pusieron sus ojos en un servidor, comenzó el guión de una película de terror. Porque en La Terminal de Caracas no todo sucede como le sucedió a Tom Hanks en la película, ni como le sucedió a Delcy en la Terminal de Madrid.

Placas. Pasaporte. Ahí lo tienen. Dónde va. A Madrid. De dónde viene. Mérida. Y donde va a la calle si va usted a Madrid. A ver a un amigo periodista. Cual. Tal. Pascual. …Pasados diez minutos, la misma pareja y las mismas preguntas, con otros modales de matón. A la tercera “encuesta” de la pareja, uno de los dos se guardó el pasaporte en su bolsillo. Ese pasaporte es mío y me lo das. Está detenido. Porque cosa. Esposas. Camine. Cuarto cerrado. Servidor en pelotas. Con mi maleta abierta me enseñan una bolsa de coca. Momento de negociar. Como no estaba Adriana Lastra, lo pasé regular.

Se quedaron con todos los dólares que llevaba. Todos. Los bolívares que llevaba, señor Ábalos, la moneda nacional, fue rechazada. Reloj y otros objetos. Me hicieron firmar unos papeles en los que afirmaba que los señores de la policía política de Chaves, precedente de la del dictador Maduro, me ha había tratado de forma escrupulosamente legal, y que salía del país luego de haber sido confirmada una conducta que atentaba contra los principios de la República Bolivariana. Ya sabe: la bolsita de coca que ellos tienen siempre a mano los buenos para chantajear al malo.
Avala usted a un régimen que ha empobrecido, ha torturado, ha secuestrado a decenas de miles de personas. Hoy, usted, Zapatero, ese señor Pedro, ese Iglesias, no podrían poner un pie en Venezuela como un “turista” sin jugarse el físico.
Es usted avalista, señor Ávalos, de un país en donde un estudiante no tiene acceso al dólar para salir del país a estudiar libremente. Avala usted a un régimen que ha empobrecido, ha torturado, ha secuestrado a decenas de miles de personas. Hoy, usted, Zapatero, ese señor Pedro, ese Iglesias, no podrían poner un pie en Venezuela como un “turista” sin jugarse el físico. Le hago ver: la mentira no muere de vieja. Le aconsejo morirse antes de que la mentira que ustedes avalan haya nacido definitivamente, pues debe de ser insufrible que se destape la verdad que señala, culpa y deshonra a uno mismo.

Escribo esto al relance de la salida a concurso de la plaza de toros de San Cristóbal. Concurso, ¿sabe?, para dar toros. Usted, que va de aficionado sin serlo (usted es un tipo de aspecto duro cuya dureza es mas impostación de barra de bar inexistente que fruto de sus convicciones) ya sabe cómo es un concurso en ese país. Usted es experto en Venezuela, en evitar conflictos diplomáticos. Por cierto, me explicará cómo calificar a un país en donde un Ministro de Transportes hace de Ministro de Exteriores y/o de justicia en una Terminal de un aeropuerto. Y como experto en el toreo y en Venezuela, sabe que el toreo  se gestiona en cualquier moneda útil nacional o internacional. Moneda útil en Venezuela, sólo hay una: el dólar. Que controla el Estado propiedad de su Delcy y el mercado negro.
Usted, que va de aficionado sin serlo (usted es un tipo de aspecto duro cuya dureza es mas impostación de barra de bar inexistente que fruto de sus convicciones)
No miento. El bolívar es la moneda nacional inexistente por inútil que da la medida de la pobreza extrema del país.  Una moneda que no la quieren por inservible ni los policías criminales del régimen que usted y los suyos avalan. Una moneda que pone en situación límite cualquier intento de gestión de lo que sea, por ejemplo, de los toros. Esa es su Venezuela, el país real propiedad de su Delcy.  Y esa es su Terminal, la de Caracas. A donde le invito a viajar de incógnito a ver que sucede. A Viktor Navorski, el personaje interpretado por Hanks en “La Terminal“, de Spielberg, se le apareció La Catherine Zeta-Jones. A usted se le apareció alguien menos agraciada y se comió el sapo. A mi ni la una ni la otra sino el estado del terror que usted avala.

En un país donde mi amigo El Vito vive ya décadas perseguido, sobreviviendo, mientras a usted los míos le llevan gratis a una barrera y le brindan un toro. Libres son de hacerlo. Pero libre soy de que cuando lo hagan diga alto y claro que no deseo para este noble arte adeptos de cierta catadura moral. El toreo, o es de gente de bien o no merece la pena. Y si merece, que la cantidad que nos paguen sea tan grande que no nos quede más remedio. 

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