
Una de las típicas mansiones de Los Hamptons, en Long Beach (foto: Ansa)
(ANSA) - NUEVA YORK, 15 ABR -
Se alcanzó la paz entre locales y foráneos en Los Hamptons, después de que, a mediados de marzo, para escapar al coronavirus, decenas de miles de ricos de Nueva York se habían trasladado a esa zona del Long Island, tradicionalmente un paraíso de verano de sectores pudientes y famosos, provocando la furia de quienes lo habitan todo el año.
La población en Los Hamptons se había triplicado a los niveles de julio, colapsando negocios y supermercados y haciendo temer a los residentes la llegada del virus traído desde la Gran Manzana, con un consecuente impacto en los pequeños hospitales locales. Pasado un mes, la alarma parece haberse calmado: los ciudadanos de East Hampton y de Southampton registraron entre las tasas de contagios más bajos de la zona, con cuatro o cinco casos por mil habitantes contra los más de 43 mil del resto de la isla.
La primera señal de tregua fue una carta enviada, hace unos días, por asociaciones comunitarias y municipales al gobernador, Andrew Cuomo en la cual, al pedir limitar los paseos a Hamptons por los limitados recursos sanitarios, no se menciona a los turistas que ya desde hace semanas están en sus propiedades "a condiciones de que respeten las reglas de auto-cuarentena de dos semanas".
La carta también refleja una dinámica de resentimiento atávico pero también de dependencia que opone la población local a los propietarios de las segundas casas desde que, a finales del siglo XIX, los magnates de Nueva York comenzaron a construir mansiones en los campos de papa de la zona, dando trabajo a la población residente. (ANSA).
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