Texto y fotos Germán D'Jesús Cerrada
Al terminar un partido de fútbol entre Estudiantes y Portuguesa, le era difícil salir a los árbitros del Soto Rosa.
Esta situación no solo se vivió en juegos contra el equipo llanero, sino también con el Deportivo Táchira o cualquier otro equipo si los aficionados consideraban que los árbitros habían dirigido con desaciertos el encuentro. La situación era peor si Estudiantes perdía o le empataban en los últimos minutos de juego.
La rivalidad con los equipos Portuguesa, Deportivo Táchira, ULA FC, entre otros, se sentía en el gramado y en las gradas, cada juego era una historia a contar. Casi siempre se atravesaba en el camino el jugador número 12 que era el árbitro. Los equipos con dinero compraron árbitros o decisiones en la mesa de la Liga Mayor. A Estudiantes, que tenía un buen equipo en la década de los 70 con jugadores criollos de primera e importados de calidad que sudaban la camiseta, le costó llegar a la cúspide y estar en la Libertadores de América.
En muchas oportunidades vimos a la Policía o la Guardia Nacional controlando a la fanaticada que había quedado insatisfecha por el resultado del partido.
Las patrullas policíales eran conducidas hasta el campo de fútbol con la finalidad de proteger a los árbitros.
En las gráficas de 1973 vemos a los agentes policiales escoltando a la terna arbitral, los cuales son sacados en una patrulla policial del gramado del Soto Rosa.
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