Álvaro Sandia Briceño
La casa de mi abuelo Hilarión Briceño estaba ubicada en la Calle Zerpa No 55, cuadra y media arriba de donde hoy está la Torre de los Andes, en ese entonces una vieja y amplia casona en la cual estaban las maquinarias de la Luz Parra, una de las dos empresas que surtían de electricidad a la ciudad. La otra era la Luz Picón. Teníamos magníficos vecinos entre ellos mi tío Enrique Uzcátegui Burguera, el doctor Miguel Valeri Paoli, farmacéutico del viejo Hospital Los Andes, el doctor Héctor Sánchez Romero, profesor universitario, y a la familia Chalbaud Troconis. Luego se mudaron para la casa contigua a la nuestra Don Frank de Jongh, su esposa Josefinita y sus hijos, con los cuales siempre hemos mantenido excelentes relaciones.
El abuelo Hilarión tenía un radio marca Philco en una consola de madera y desde que era un niño aprendí a sintonizar las emisoras. Mi recuerdo más lejano se remonta a la Carrera de automóviles Buenos Aires-Caracas, que atravesó toda Suramérica y con múltiples escalas en ciudades y países. Un domingo vimos pasar los veloces carros por la Calle Independencia hacia la zona de Milla buscando la Vuelta de Lola y dc allí a Valera hasta llegar a Caracas. La ciudad se paralizó y el tráfico por nuestras carreteras también hasta una hora después que había pasado el último carro que eran de los llamados de “mecánica nacional”, Dodge, Ford, Chevrolet y algún europeo, adaptados para desarrollar altas velocidades. Nada que ver con los Ferrari, Aston Martin, Williams, Mac Laren o los Mercedes Benz que hoy admiramos en las carreras de Fórmula Uno. En nuestro país los corredores supieron de las curvas y regresivas de la Carretera Trasandina desde San Antonio del Táchira hasta Carora y de allí hasta Barquisimeto en las decenas de curvas de ese trayecto y luego a Valencia, Maracay, Los Teques y Caracas en una o dos escalas más. Casi todas las carreteras eran de tierra y con muy pocos tramos asfaltados. La llegada a Caracas, así lo escuchamos en la voz de los narradores, fue un duelo entre los Hermanos Gálvez y Marimón, argentinos, y Atilio Cagnaso, de origen italiano. El carro de Oscar Gálvez se incendió casi llegando a la meta y mi abuela María, que poco sabía de carros y de conductores y aún menos de la bendita carrera, sacó el Rosario y se puso a rezar para que Dios ayudara a Gálvez y le permitiera culminar felizmente la carrera. A todas estas, no recuerdo por fin quién ganó la carrera.
Una tarde y en la misma casa, cuando estábamos sentados en la mesa del comedor dispuestos a cenar, sentimos un fuerte y largo temblor. Todos nos fuimos con premura al patio a esperar a que pasara y recuerdo haber escuchado al abuelo decir “en alguna parte hubo un terremoto”. Terminamos de cenar y el abuelo, preocupado por lo sucedido, me ordenó que sintonizara las noticias. Habían pasado una o dos horas, las noticias estaban lejos de la velocidad de hoy, cuando escuché que había ocurrido un terremoto en la ciudad de El Tocuyo, con muchas casas destruidas y decenas de muertos bajo los escombros.
La radio era la manera de estar comunicado con Venezuela y con el mundo con el Reporter Esso, “El primero con las últimas”, que había que captar a las 7 de la noche si se quería saber las noticias más recientes.
Me aficioné tanto a escuchar radio que aún recuerdo la programación en las tardes de Radio Caracas, que sintonizaba cuando llegaba de clases en el Colegio San José y ya había hecho mis tareas: A las 5 “!A gozar muchachos!” con la Billos Caracas Boys en vivo, a las 6, Pochito Colgate con Charles Barry, a las 6 y media “Los tres Villalobos”, a las 7 “El Bachiller y Bartolo” con Amador Bendayan y Abel Barrios, a las 7 y cuarto “Tamakun, el vengador errante”, a las 7 y media “Frijolito y Robustiana” con Carlos Fernández y Ana Teresa Guinand, a veinte para las ocho “La Bodega de la Esquina” también con Amador Bendayan, a las 8 “Fiesta Fabulosa” con la Billos y con el Musiú Lacavaleri como animador y a las 8 y 30 “Evocación”, un estupendo programa en que Luis Edgardo Ramírez y Francisco José Croquer recitaban hermosos poemas. Era el único programa en que Pancho Pepe Croquer, famoso locutor de béisbol y boxeo de la “Cabalgata Deportiva Gillete”, utilizaba su nombre de pila: Francisco José Croquer.
Pancho Pepe Croquer compartía micrófonos en la “Cabalgata Deportiva Gillete” con Buck Canel, portorriqueño y Felo Ramírez, cubano, y trasmitían los Juegos de Estrellas y también la Serie Mundial de Béisbol desde el Yankee Stadium o el Polo Grounds o Ebbets Field, los estadios sedes de los equipos de Nueva York, en el tiempo en que los Yanquis de Nueva York en la Liga Americana y los Gigantes de Nueva York y los Dodgers de Brooklyn en la Liga Nacional, ganaban en los últimos años de 1940 y en los primeros de 1950, del siglo pasado, sus respectivas ligas. Las peleas por los campeonatos mundiales de boxeo las transmitían desde el Madison Square Garden y desde allí escuché ganar al cubano Kid Gavilán, el Campeonato Mundial Peso Welter.
Buck Canel hizo famosa la frase en los últimos innings: “No se vayan que esto se pone bueno” y Felo Ramírez es un miembro del Salón de la Fama de Cooperstown y allí tiene su voz grabada en español en tres grandes momentos del béisbol de grandes ligas que transmitió para los millares de sus oyentes: El jonrón 715 de Hank Aaron, el hit 3.000 de Roberto Clemente y el juego perfecto de Don Larsen de los Yankees contra los Tigres de Detroit en una Serie Mundial.
Pancho Pepe Croquer, saludaba a sus radioyentes con la frase “Buenas noches, amigos de Venezuela y de América”.
También era conductor de automóviles de carrera. Corrió en el Circuito de Los Próceres en Caracas cuando competían figuras como Juan Manuel Fangio, Sterling Moss o el Marqués de Portago y perdió la vida pocos años después en el Circuito de Barranquilla, en Colombia, cuando su veloz automóvil se volcó en una curva. Su entierro en el Cementerio General del Sur en Caracas reunió a muchos de sus admiradores y significó casi un duelo nacional.
Otro recuerdo de esos tiempos fue la novela “El derecho de nacer” que se trasmitía a las seis y media de la tarde. Durante la media hora que duraba la novela se paralizaba el país y también mi casa en la cual se suspendían las garantías, se declaraba el estado de sitio y operaba la ley marcial porque todos, incluyendo mi abuela María, que solo salía los domingos para la misa de 6 de la mañana, estaban pendientes del “culebrón” de Felix B. Cagnet, cuyos personajes Albertico Limonta, María Dolores, Jorge Luis María Elena y don Rafael del Junco, eran la comidilla en las conversaciones de todos los sectores de la ciudad. Cuando don Rafael perdió el habla (y era el único que sabía el secreto de Albertico) y luego la recuperó, Billo Frómeta popularizó una sabrosa guaracha “Ya don Rafael habló” que al son de la Billos Caracas Boys se bailó en todos los salones de fiesta y en otros sitios menos rumbosos también.
La radio, insisto, nos mantenía al día o casi al día del acontecer en el globo terraqueo aunque algunas noticias llegaban con días o semanas de atraso, que no nos importaba mucho porque como decía mi tío Amadeo Ferrigni en Chiguará, leyendo un periódico con meses de haber sido publicado, “para mí las noticias son nuevas porque apenas me estoy enterando de lo sucedido”.
La Voz de la Sierra fue la primera emisora de radio que se fundó en Mérida gracias a los empresarios Adelmo Quintero, Amílcar Segura y Roberto Strauss. Al final la totalidad de las acciones fueron adquiridas por el primero de los nombrados. Quizás debido a mi corta edad entre su apertura y el cierre no tengo mayores recuerdos de esa emisora pionera.
Aquí en Mérida viví plenamente oyendo a Radio Universidad y a Radio Los Andes. Radio Universidad tuvo sus primeros estudios en una casa ubicada en la esquina donde hoy está el Edificio de CANTV en el cruce de la Avenida 4 con la Calle 22 y viene a mi memoria porque en la misma casa tenía su clínica el Dr. Domingo Gómez Mora, odontólogo. Mamá me llevó para que me sacara un “diente de leche” y luego de la extracción y para aplacar mi llanto me llevó a conocer los estudios de la emisora, muy modestos en mis brumosos recuerdos.
Después Radio Universidad se mudó para la esquina de la Calle 2 (Lora) frente al Mercado Principal, en los altos de La Casa de los Licores de César Guillén Calderón. Había programas simpáticos animados por sus productores como “Revista de la Noche” y su sección “Qué es la cosa” de Juan Parejo Marrón. Los domingos había un programa de aficionados en los cuales escuché cantar a los hermanos Napoleón y Luis Alfonso Martos.
El programa de noticias de la noche del periodista Miguel Ángel Liendo fue emblemático y oí las entrevistas que le hizo al Indio Araucano y a Adilia Castillo. Con el tiempo el poeta y periodista León Alfonso Pino desde el aeropuerto recibía declaraciones a autoridades universitarias, políticos y a las personas importantes que llegaban o estaban prontas a partir en las aerolíneas Avensa o Aeropostal.
Radio Los Andes con su lema “Un eco valiente de la cordillera en el cielo de América” permitió que se iniciaran en las lides de la locución amigos como Germán Uzcátegui Rivas y Néstor Trujillo, que aún mantiene en el aire su programa “Carrusel de la Fama” después de 50 años de haberlo fundado y lo transite en otra de las emisoras de la ciudad.
La gran ventaja para los merideños era que estas dos emisoras, Radio Universidad y Radio Los Andes, tenían muchas horas con programas musicales y en una ciudad pequeña como la nuestra, en la cual una de las diversiones era pasear en carro con los amigos y las amigas, al sintonizarlas, hacía más grato el andar y desandar por las dos calles principales, la (3) Independencia y la (4) Bolívar, con tal cual incursión por la Avenida Urdaneta hasta la Bomba de Mario Peña y por la zona norte llegar por la Avenida Universidad hasta la Vuelta de Lola.
Otra cosa era cuando se iniciaba algún viaje por carretera y se colocaban en el dial estas emisoras. Allí se daba uno cuenta del poco alcance que tenían, pues ya en Los Guáimaros si íbamos vía a Lagunillas o pasando Tabay en la vía a Mucuchíes, se iba diluyendo la señal y entonces teníamos que apelar a las emisoras colombianas como la Cadena Caracol, Radio Sutatensa, La Voz del Río Cauca o Radio Cadena Nacional, para que nos alegraran el recorrido.
La televisión llegó a nuestra ciudad, de manera oficial, el 9 de octubre de 1964, con un programa especial de Radio Caracas Televisión, en que transmitió dos magníficos documentales sobre Mérida, producidos por el Instituto de Cooperación y Ayuda Técnica de los Concejos Municipales del Estado Mérida (INCOATE), para los cuales el poeta Neptalí Noguera Mora escribió los guiones y la cámara del experimentado camarógrafo Leo Ozols captó a la ciudad con la Plaza Bolívar y la hermosa Catedral, la Universidad y el Aula Magna, las Facultades y sus profesores y estudiantes, el Teleférico hasta Pico Espejo y los hermosos paisajes de la sierra nevada y nos paseó por Tabay, Mucuchíes y sus trigales con era y granero, San Rafael, Apartaderos, el Pico del Águila y Timotes y sus siembras de hortalizas, los bucólicos Pueblos del Sur, Ejido y sus cañamelares, Lagunillas y la Laguna de Urao, los parajes de La Azulita y sus cafetales, Bailadores con sus flores y Tovar y más allá el Páramo de La Negra.
Después de haber presenciado con gran emoción los documentales pasados por el Canal 2 con cobertura nacional, los ejecutivos de la televisora presididos por el señor Peter Bottome, brindaron un agasajo a las autoridades presentes en el Salón Albarregas del Hotel Prado Río con la asistencia del Gobernador del Estado Mérida Don José Nucete Sardi y el Secretario General de Gobierno Profesor Gustavo Amador López, el Presidente de la Asamblea Legislativa del Estado Mérida, Dr. Germán Briceño Ferrigni, el Arzobispo Coadjutor Monseñor José Rafael Pulido Méndez, el Presidente del Concejo Municipal del Distrito Libertador Dr. José Vicente Contreras Pernía, el Rector de la Universidad de los Andes Dr. Pedro Rincón Gutiérrez, el Juez Superior del Estado Dr. Héctor Albornoz Berti, el Director General de INCOATE Dr. Luciano Noguera Mora, periodistas e invitados especiales.
Estas notas las escribo para celebrar y compartir con el ingeniero Néstor Trujillo y en ofrenda a este Quijote de la locución merideña que ha cambiado la adarga por el micrófono, y que durante los últimos cincuenta años nos ha tenido al día en el acontecer de nuestro patio y también del patio y solar del vecino con su programa “Carrusel de la Fama” y al que recientemente la Academia de Mérida rindió un merecido homenaje, en el cual el académico Carlos Guillermo Cárdenas fue el orador de orden y en su magnífico discurso, hizo un recuento de la historia de la radio en nuestra ciudad y enhebró en sus recuerdos la crónica y la cronología de ese programa radial e hizo una extraordinaria semblanza de nuestro amigo y amigo de todos, Néstor Trujillo, en una sesión que será recordada por mucho tiempo.
1 comentario:
Solo una mente privilegiada, lúcida y longeva puede tener capacidad para escudriñar y retrotraernos con la precisión de un Nivada “el reloj que fue a la Antártida con la marina norteamericana”, tantos y tan gratos momentos procurados por uno de los inventos más importantes del siglo XIX realizado por el hombre. Gracias al Dr. Álvaro Sandia por la dedicatoria tan emotiva y llena de gratos recuerdos de un tiempo “que se nos fue como el agua se escapa de nuestras manos”. Néstor Trujillo H.
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