Crónica de la 11ª de la Feria de San Isidro de Las Ventas de Madrid
Por Javier Jiménez
Mundotoro
Después de Joselito Adame, ningún torero mexicano tuvo el ambiente tan predispuesto para quitar el privilegio a Eloy Cavazos de ser el último matador de toros de este país en salir en hombros por la Puerta Grande de Madrid en 1972. Medio siglo después, Leo Valadez rozó la gloria. A centímetros. Sólo la mala fortuna hizo que el sexto, al que había cuajado un enorme quite por zapopinas, se lastimara en un fuerte encontronazo con las tablas tras hacer hilo a Curro Vivas. Un golpe que sonó a portazo. México tendrá que esperar. Oreja de peso de Leo Valadez, cuya dimensión se convierte en una de las revelaciones de la feria de San Isidro. Vuelta al ruedo para Adrián de Torres en una faena de valor sin alaracas en la que fue volteado con enorme violencia en varias ocasiones. El jiennense echó un pulso a Juan Leal, que volvió a mostrar un enorme valor en una tarde de compromiso con una corrida de Fuente Ymbro que no fue para sacar nota, pero en la que destacó un buen toro.
El toro de la corrida fue el tercero. Un cinqueño cuya edad se reconocía en la expresión de la cara. De aquellos que definen a la perfección el trapío. Largo, corto de manos, con cuello y enseñando las palas. Con enorme variedad, como toda la tarde, lo recibió Leo Valadez con el capote, queriendo el toro humillar, pero sin definirse. Con cierto desorden. Cumplió el de ‘fuenteymbro’ la tónica general de arrancarse con brío y violencia al caballo, aunque las peleas fueron desiguales. Más de arrancadas, que de emplearse debajo del peto. Varios muletazos por ambos pitones al comienzo de faena le sirvieron a Leo Valadez para sacárselo a los terrenos del tercio y coger el ritmo y pulso a la embestida. Sorprendió el mexicano por un toreo de mucho peso y templanza. De cadencia y gusto. Varias serie sobre el derecho enganchando mucho la embestida, para tirar de ella. Sin inercias. Quiso el de Ricardo Gallardo humillar en condiciones y con clase por ese pitón, pero menos al natural. Por ahí, las embestidas fueron más cortas. Fue poco a poco Valadez creando una faena de tono a más. Una serie antes de coger la espada tuvo rotundidad, poso, mano baja y la impronta de un torero que ha dado un paso de gigante este invierno. Una faena importante. Puso la guinda con un remate por bernadinas de rodillas antes de enterrar el acero entrando con enorme rectitud. Tanto, que el pitón dibujó la cornada en el muslo del torero. Todo quedó en un susto. Con el toro ya muerto, el público pidió la oreja, que fue concedida. Al sexto le formó Valadez un auténtico lío en un ajustado quite por zapopinas. Imposible pasárselo más cerca, pues, en algunas, tuvo que llegar a arquear el cuerpo. Los tendidos rotos y el ambiente propio de la gente que empuja. Llegó este quite después de un gran tercio de varas de Alberto Sandoval y con todas las expectativas estaban puestas en la muleta. Le costó salir de los terrenos de los adentros en banderillas, aunque metió el toro la cara abajo en la buena lidia de Rafael González. Lacio el capote de vueltas azules. A la salida del último par, apretó el ‘fuenteymbro’ a Curro Vivas hasta chocarse con gran violencia frente a las tablas. Acusó el toro tan fuerte golpe, encogiéndose por momentos. Consiguió reponerse, aunque la embestida no volvió a ser igual. Desfondado. Poco pudo hacer Valadez más que plantear una faena seria en la que volvió a estar por encima del toro. Pero el objetivo era otro. Y en el ambiente se notó.Comenzó la tarde con una muestra inquebrantable de valor por parte de Adrián de Torres. El diestro de Linares se jugó el tipo a base de tragar con un astado muy incierto, que siempre venía por dentro por el pitón derecho. Tuvo en su capote la ‘armadura’ para librarse de una cornada en un quite por chicuelinas con el toro sin embroque y la cara a media altura. La voltereta fue de las quitan el aliento. ¡Qué violencia! Como si de un trapo se tratara voló Adrián de Torres hasta en dos ocasiones con este primero. La otra, cuando ya el trasteo había dado todo de sí. La sacudida contra el albero con los riñones deja a cualquier mortal una semana en la cama. O en la misma plaza. Viajaron los pitones por cabeza, cuello y pecho. Escalofriante. No se pudo poner ningún reproche a la faena de Adrián de Torres, que volvió a jugársela en Madrid. Entró a matar al encuentro y la espada entró certera. El público pidió la oreja. No faltarían más de media docena de pañuelos, pero el presidente comenzó a contar. Tuvo el pecado de no ser tarde de clavel. La vuelta al ruedo resultó unánime.El cuarto tuvo en el ruedo un comportamiento de no haber descansado bien en corrales, pues tuvo buenas intenciones, pero siempre costándole mucho tirar hacia adelante. A media altura, protestaba; y con la mano baja, se caía. En esa difícil ecuación se desarrolló una lidia en la que Adrián de Torres intentó siempre hacer las cosas para el toro. Y al protestar en su embestida, resultaba muy compleja la limpieza en los trazos, dando la falsa imagen de que el toro tenía más a aquellos que no excavaron en su condición. Todo lo volvió a hacer por derecho.
Compromiso de Juan Leal, que volvió a pisar con enorme frialdad terrenos que queman. Así, se la jugó con el desrazado y violento segundo, que estaba a punto de cumplir los seis años. Con el quinto, el más armónico de la corrida, comenzó la faena con un pase cambiado de rodillas en el centro del ruedo. Quiso el galo ligar los muletazos sobre la diestra, pero el cuatreño se quedó por abajo y tuvo que rectificar su postura. Marcó ahí el toro que lo suyo no iban a ser los viajes largos ni los remates, sino más los embroques. Intentó Leal una primera parte, dando sitio al toro, pero a la embestida le faltó, entre otras cosas, ese punto para conectar con los tendidos. Algo que sí llegó en los terrenos de cercanías, donde cuajó una importante serie al natural. Entró con rectitud en la suerte suprema, sin aliviarse, echó el toro la cara arriba, le tapó la salida y el pitón viajó entre el pecho y la axila. Un fuerte golpe se llevó Juan Leal, que le hizo, incluso, sacar la espada. Pero el toro ya estaba herido de muerte. Tarde de un valor sin límites, con el toreo de Valadez y con la sensación de rozar la gloria. Pero México tendrá que esperar.
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