Crónica de la 21ª de la Feria de San Isidro de Madrid
Por Javier Jiménez
Mundotoro
Existe el toreo más allá de Morante. La plaza de toros de Las Ventas volvió a colgar el cartel de ‘No hay billetes’ al relance o reclamo de Morante de la Puebla en otra tarde bajo la amenaza del agua. Llovió, pero brotó el toreo con el aroma más castizo de Uceda Leal y el de muleta entregada de Sebastián Castella, que, tras cortar una oreja de su primero, protagonizó una actuación heroica al mantenerse en el ruedo tras una grave y extensa cornada con actitud de novillero, de no dejarse ganar la pelea a pesar de ser, hasta el momento, el triunfador de San Isidro. Uceda llenó el ruedo de clasicismo, con muletazos extraordinarios. Una oreja con una corrida de El Torero que fue remendada con un toro de José Vázquez y en la que Morante volvió a pasar por los tendidos con más pena que gloria con un lote sin opciones.
El tercero llevaba en su pelo el hierro José Vázquez: corto de manos, con cuello, de buenas hechuras y enseñando las puntas. Manseó sin remisión durante los primeros tercios, sin emplearse nunca, aunque con la tendencia siempre de querer coger los muletazos con el pitón de adentro. Comenzó de manera poderosa Sebastián Castella por doblones por bajo que sirvieron para atemperar la embestida, recogerla y disminuir su velocidad. Varios tuvieron un ritmo superior, sobre todo, un cambio de mano, al reducir la embestida. A partir de ahí, el toro fue otro. Con clase, con buen embroque, aunque si terminar de salirse. El tramo final de los muletazos era sobre las manos, por lo que enseguida volvía a estar de nuevo, pero sin la profundidad que da a los muletazos el remate por abajo. Muy inteligente estuvo Castella, dando tiempo entre tanda y tanda, pero también entre muletazo y muletazo. Algo que no era fácil con el viento soplando muy fuerte. Estaba la faena en un tono medio, sin llegar la explosión. Más ligazón tuvieron las series por el pitón derecho. Sin embargo, llegó la guinda con el acero. Una gran estocada volcó al toro en apenas 15 segundos y la gente explotó. Tanto que le dieron una oreja.
Muy serio fue el sexto, que ya en el recibo a la verónica de Sebastián Castella marcó que lo suyo era la velocidad sin embroque y en línea recta. Además, de vencerse por dentro. Llegó a la muleta el toro muy complicado, siempre midiendo, con la cara a media altura, saliendo de los muletazos con la cara por arriba. Control de vendedores. Todos en su puesto. En uno de esos viajes sin entrega y embroque, el astado prendió a Castella con una violencia brutal. El pitón caló en el muslo izquierdo, pero se salvó de tres o cuatros viajes brutales a la altura del pecho y del cuello. De pitón a pitón pasó el galo como cual trapo. Se mantuvo heroico en el ruedo, hasta conseguir muletazos de mucho mérito, ganando siempre el pitón. Metió la mano con habilidad. Actitud para quitarse el sombrero.
Llegó Uceda Leal a la feria para poner sobre el ruedo venteño el aroma del toreo más clásico. Aquel de concepto castizo que siempre ha calado en el público de Madrid. Pero, ahora, las pasiones llegan más por otro corte. Y eso se pudo apreciar en la faena a su primero, un toro de embestida noble, aunque con acusada querencia hacia las tablas. Mayor era el recorrido en los viajes hacia los adentros. Lo supo aprovechar Uceda Leal en una faena de gran belleza, con muletazos sueltos de gran corte. Siempre buscando cargar la suerte, la pierna hacia adelante y la línea curva. El cuarto fue un pavo por sus pitones, más que por su armonía, a pesar de tener buenas hechuras. Dos toros. Dos trapíos. Tuvo éste de Lola Domecq una buena embestida, que se fue afianzando durante la lidia. De bravo, pues apretó con la cara abajo en el caballo. Y volvió José Ignacio a desatar el tarro de las esencias con las imperfecciones propias del toreo de siempre. Pero, algunos muletazos, fueron monumentales, ganando siempre el paso. Naturales, trincherazos… Una faena siempre a más que culminó con una estocada de escuela. Y de premio. Como la oreja que fue a parar a sus manos. De las más toreras de la feria.
Llegaba Morante a su última comparecencia y todo lo dejó en el recibo a la verónica al segundo. De gran mérito, pues toreó de salida sin inercias, con el toro viniendo casi dormido, a una velocidad reducida en el embroque. Aguantó sin enmendarse el sevillano, que siempre buscó enganchar muy adelante. Extraordinario. Pareció demasiado fácil. Luego, el toro apenas dio opción por su embestida con genio propia de su mansedumbre. Al quinto le dieron en el caballo buscando que doblara las manos, pero al no entregarse, nunca llegó. Por lo que tuvo que hacer frente Morante -que pasó al toro en numerosas ocasiones con el capote- a una embestida sin transmisión. Los pinchazos en la suerte suprema terminaron de agitar las pasiones de un público que fueron para ver torear a Morante, pero se fueron con el toreo de Uceda y Castella. Ficha del Festejo:
Plaza de toros de Las Ventas (Madrid). Vigésimo primero festejo de la Feria de San Isidro. Lleno de ‘No hay billetes’. Toros de El Torero y José Vázquez (3º), bien presentados, serios, de buenas hechuras. Corrida a la que faltó mayor entrega y casto. El mejor fue el cuarto, siempre a más, con clase y humillación.
• UCEDA LEAL, silencio y oreja.
• MORANTE DE LA PUEBLA, silencio y bronca.
• SEBASTIÁN CASTELLA, oreja y silencio.
Incidencias: El Niño de Aravaca saludó una ovación tras parear al cuarto. Hace lo propio Rafael Viotti en el sexto.
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