domingo, 31 de marzo de 2024

Los domingos al sol

Crónica del Domingo de Resurrección de Sevilla


Por Javier Jiménez

Una faena a más y de poder, de ordenar la movilidad de un toro en busca de su entrega de Castella y otra de Roca Rey a un toro «trampa», cuya embestida tuvo clase, aunque a media altura en los inicios, dieron sentido a un Domingo de Resurrección final de una Semana Santa lluviosa. No se libró la jornada dominical del sino enviado por Dios, que esta vez no registraron las previsiones. Todos tienen su margen de error. Cuando parecía que la puntilla caía en forma de diluvio, el cielo expulsó un rayo de sol para el buen sentir de los tendidos. Se compuso el ruedo y salió el toro media después de lo previsto. La incertidumbre de los horarios y los retrasos pendientes del cielo saltó la línea de la última procesión y llegó a La Maestranza. Morante regresaba y su lote fue para desesperarse. No le embiste ni uno, cuando más necesitamos que le embistan.

Llama la atención que al ruedo saltara una corrida tan desigual de presentación para la que se presume una de las corridas de mayor boato de la temporada. Del gusto y mimo de todo aquel sevillano por cuidar los detalles. La pajarita y corbata perfectamente anudada, aunque por toriles saliera lo contrario a la armonía. A las siete fue el ‘cerrojazo’, con un maquillaje perfecto en el albero, para no verse su estado verdadero: pesado y complicado para los de a pie a pesar de la gran labor y aquí sí mimo de los operarios. El segundo, un toro de poco perfil y expresión por su cara lavada, echó las manos por delante y embistió con el pitón de fuera en el capote de Sebastián Castella.

Se movió sobre las manos en los primeros tercios, siendo claramente benefactor de una suerte de varas que siempre castiga al toro bravo y del que sale airoso el que no se entrega. A tanta fuerza sin dominar, el diestro galo impuso su orden en un inicio por abajo clave. Como también lo fue el metraje de las series. Siempre llegando casi a la decena de muletazos con el objetivo de ir reduciendo la embestida. Meritoria por limpieza y por valor. De tragar mucho en el momento del embroque. Embestía el toro por oleadas, con el pitón de fuera, sobre las manos, con genio… y terminó cogiéndola por abajo. El fondo bueno de las ganaderías. Fue agradecido -el único- el de Hnos. García Jiménez al trato de Castella. De gran importancia los muletazos. El final de faena a pies juntos por naturales tuvo el temple milagroso, casi inexplicable. Tras una estocada, paseó una oreja. Hizo todo cuando pudo Castella con el quinto. Un castaño largo de viga y alto de alzada. Se le midió en el castigo, pero la falta de raza le llevó a moverse con el freno de mano echado. Como no hubo entrega y los viajes fueron por dentro, la ligazón y el lucimiento fue imposible.

Tuvo más interés la primera parte de la corrida de Matilla por su uniformidad en las embestidas, siempre bajo el prisma de una falta de entrega de verdad. De venirse arriba ante la exigencia. Regresó a los corrales el tercero -muy en la línea Atanasio en su pelaje, hechuras y comportamiento-, cuya falta de fuerzas le impidió desarrollar una condición que apuntaba buenas cosas de salida. En su lugar, salió un sobrero de Olga Jiménez amplio por todos los lados. De correr la Estafeta por julio. Tuvo clase el astado, aunque siempre a media altura. Dio Roca Rey una vuelta a su concepto, abriendo los calificativos de su toreo de poder, siendo capaz de adaptarse al toro en varias series muy templadas en el toreo a media altura.

Rompió la música a sonar y también dos series con el compás más abierto, aunque medidas mucho en su trazo, altura y fondo. Sin embargo, le costó al toro responder en la distancia corta y a la mano baja. Tras una estocada paseó una oreja. En sexto lugar, salió el segundo sobrero de Román Sorando. El más armónico del encierro. De mejor lámina, pero bajo la misma tónica de la falta de raza. Puede el toreo de Roca Rey con la diferencia de alturas y registro, no así con la embestida tan anodina que tuvo el astado a pesar del esfuerzo de Roca Rey.

Sardo fue el toro que abrió la temporada en Sevilla. Con pecho y algo basto de hechuras, siempre marco desde el inicio su tendencia hacia los adentros. A punto de estuvo de llevarse por delante a Morante de la Puebla antes de colocar al toro en el caballo. Tres verónicas -por la uniformidad en los viajes del astado- pusieron caro el toreo de capa dentro de una corrida que no lo permitió -siempre apretó a los adentros sin salirse de los capotes-. En la muleta, ninguna embestida fue parecida a la anterior. De más franqueza siempre en los terrenos paralelos a tablas. Tras una humillada, en la siguiente el astado perdía el celo. Falta de entrega. Tampoco la tuvo el cuarto, que terminó viniéndose abajo. Morante, tan trasparente siempre, demostró toda la tarde no pierde el sitio ni el temple en sus muñecas a pesar de los obligados parones. Tampoco el valor para torear ceñido, aunque con la espada simplemente se vio que nunca lo vio.

Ficha del Festejo:

Hierro de García Jiménez - España

Plaza de toros de  Real Maestranza de Caballería de Sevilla. Primer festejo de la temporada. Lleno de ‘No hay billetes’. Toros de Hnos. García Jiménez, Olga Jiménez (3º bis) y Román Sorando (6º bis), desiguales de presentación, de hechuras y de remate. Justo de raza y entrega en líneas generales. Destacó la clase, aunque sin fondo y a media altura del tercero. También, la entrega del segundo. 

• MORANTE DE LA PUEBLA, silencio y silencio.

• SEBASTIÁN CASTELLA, oreja y silencio.

 ROCA REY, oreja y silencio.

Incidencias: Antes de comenzar el paseíllo, sonaron los acordes del Himno Nacional de España. Los banderilleros Curro Javier y Alberto Zayas se desmonteran tras parear al primero. Antonio Joao Ferreira y de nuevo Alberto Zayas hicieron lo propio en el cuarto; José Chacón, en el quinto.

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