Crónica de la 3ª de la Feria de Abril de Sevilla
Mundotoro
Regresaba Juan Pedro Domecq a Sevilla en la tercera de la feria con un desierto de bravura en un ciclo que ha ido de mucho y muy bueno a muy poco. Tres corridas que dejan un mensaje: la autoridad está teniendo buena mano en el sentido de buen talento. Están saliendo toros, hoy mismo un par de ellos, propios de Jerez o Huelva al lado de otros de grandes tipos. El mensaje, y decimos sin ser nunca sospechosos, es que si no se puede confundir tamaño con trapío, tampoco hemos de confundir hechuras con escasez. Igual que tampoco se puede confundir al toro artista con uno desrazado y sin trapío. Una tarde con más mensajes, en la que destacó el capote de Pablo Aguado, siempre fresco y muy dispuesto; y una faena de Morante de exquisito gusto. Con una corrida vacía, Manzanares pasó sin opciones.
El sexto fue el más cuajado de tipo con el que Pablo Aguado volvió a relucir el toreo a la verónica. De enganchar las embestidas con los vuelos de la parte de abajo del recogido capote. Nada rígido, ni impuesto. Todo con soltura y naturalidad. La difícil facilidad de salida. Iba ya la tarde en cuesta abajo sin frenos, -«Y que siempre se apuntan a la misma», decían entre los tendidos-, cuando Aguado quitó a la verónica con una suavidad que fue convenciendo a la afición de que podía ser. También las primeras tandas en el tercio sobre la diestra, con la figura muy relajado. Había que hacer un esfuerzo de creencia fuerte en esos instantes, porque al astado le costó siempre salir de los terrenos de adentros. Dicho y esto. Tras dos series, buscó el refugio de las tablas, mientras el sevillano dejaba algún natural suelto siempre por los terrenos de adentro.
Comenzó la tarde siguiendo el ritmo de la feria. Escaso de trapío y de cuello fue el abre plaza, de humillación media. Sin embargo, tuvo en su suerte encontrarse con el único torero capaz de poner al toro todo lo que no tiene. De crear arte con el toro medio. Con el que sólo pasa. A base de ponerse en el sitio idóneo, para quedar colocado una y otra vez a la perfección, Morante fue ligando los muletazos con una suavidad y ceñimiento exquisito. ¡Qué privilegio vivir en la época de Morante! Al natural, el toro tenía más humillación y el de La Puebla del Río lo acarició a la par que se lo pasaba por la faja. Sin brusquedad. La espada quedó desprendida y la petición fue minoritaria. Con el mal andado cuarto, vació de todo, no se dio mucho coba.
Lo mejor de José María Manzanares llegó en el recibo de capa al segundo. Tres verónicas de manos bajas y una media después de dar celo a un toro que ya marcaba su querencia hacia los adentros. Siempre rajado, exigió firmeza en los toques, pues a telas sin mando, los viajes eran por dentro, casi arrollando. De anticiparse siempre. Estuvo el de Alicante pasándolo por ambos pitones sin terminar de apretarse. Tampoco de confiarse cuando el de Juan Pedro se paraba. Con el cariavacado quinto, acapachado y muy estrecho de sienes, tampoco tuvo ninguna opción. Tras la Semana Santa llegó el calor a Sevilla, aunque Juan Pedro Domecq trajo la penitencia.
Ficha del Festejo:
Incidencias: Los banderilleros Curro Javier y Alberto Zayas se desmonteraron tras parear al primero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario