Nicolás Maduro en Mérida

Por Fortunato González

Parece que Nicolás Maduro nunca había venido a Mérida. Su actitud, lo que hizo, dejó de hacer y lo que dijo lo revela. Puso en evidencia su desconocimiento de la historia, de la cultura, de los valores merideños, de su economía y de la patética realidad que se sufre en Los Andes. 

Destaca el despliegue de lujo y la arrogancia de él y de su comitiva, su desprecio por la gente que le esperaba, el maltrato a sus ministros que mostraban una sumisión lastimosa; algunos rostros dejaban en evidencia su malestar, como el del gobernador del Táchira.  Imperdonable falta de respeto a los gobernadores que tienen su misma condición de elegidos, incluso con mayor legitimidad que la suya.  

Dejó la impresión que nunca había venido a Mérida ni le ha interesado jamás.  Dijo que venía como presidente, y en ese papel ofreció regalos importantes como una gran inversión para la recuperación de los espacios físicos de la Universidad de Los Andes, ocho gandolas de transporte de combustible para las zonas rurales. 

Respecto del nuevo puente del Río Chama en El Vigía terminado hace tiempo, sus conexiones y su puesta en servicio, y las obras de Onia, fue ofensivo e irrespetuoso con el gobernador Jehyson Guzmán, quien no es su subalterno, sino Gobernador del Estado Mérida elegido por el pueblo. Le dio un plazo de ocho días para ponerlo en servicio, cuando ha estado paralizado por mucho tiempo por irresponsabilidad del Gobierno Nacional, es decir, de Nicolás Maduro. 

Nada dijo de la planta termoeléctrica de El Vigía “Don Luis Zambrano”, una de las mayores estafas contra la nación, cuya recuperación fue anunciada hace 4 años, ni del “cañón eólico” que anunció Chávez en Ejido e instalaron unos generadores que se convirtieron en chatarra en meses, pero anunció la instalación de un novedoso sistema eléctrico de energía solar. 

Como candidato dejó claro que para ocupar un par de cuadras necesita sus escoltas, unos cuantos enchufados y pagar motorizados. A falta de mensaje hizo el ridículo al son del “Gallo Giro” en una danza escenificada entre la plaza Bolívar, la Catedral Metropolitana, el palacio Episcopal, el palacio de Gobierno y los tribunales de justicia, a una cuadra del edificio del Rectorado de la ULA, una ofensa a la majestad a las más importantes instituciones de Mérida y una burla a los merideños que viven sus miserias por su culpa.

Quedan cuatro gandolas, promesas, un enorme gasto de un viaje que ha podido ser menos dispendioso, aunque la austeridad no la conoce, como tampoco la norma que prohíbe usar los bienes del Estado en su campaña electoral. 

Queda la impresión de que no hay emociones ni en él, ni en los que vinieron en su comitiva, ni en los pocos asistentes a sus actos. Deja una sensación de fracaso, de su rabia que no logra contener. Dejo algo bueno al avivar la esperanza de que el 28 de julio los merideños seguirán el ejemplo de toda Venezuela y le daremos un adiós para siempre.