‘SÍ
HAY BILLETES’
Antolín
Castro
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Que tiempos no hay billete |
Cada día una plaza vacía más, cada
día el cemento es el espectador más numeroso en los festejos taurinos. Da lo
mismo que sean días de feria, corridas de postín, novilladas, figuras los que
actúen o, incluso, gestos de toreros en solitario.
Es demoledora la lección pero nadie
aprende, se les va el agua entre las manos y ni siquiera reaccionan. Todos se
pavonean de ser estrellas, pero todos están estrellados. No nos importa tanto
si Ponce o El Juli no cobran esa tarde o son los empresarios los que se arruinan,
lo que nos importa es la imagen, la imagen del desinterés por la fiesta que
nos ofrecen, a la que nos han condenado unos taurinos, ganaderos y engreídas
figuras, que lejos de defender la profesión que ejercen, la han prostituido
hasta llegar a las consecuencias actuales: la nada.
Siguen y siguen empeñados en que el
producto que nos ofrecen merece la pena y ya lo ven -ellos no lo ven-, lo que
merecerá la pena que las gentes huyen hacia otras ofertas que les interesan
más. Terminó San Isidro con buenas entradas cuando hace nada eran llenos. Ya
en la venta de abonos llegó el mensaje: no los queremos, ahí se quedan ¡¡en
San Isidro!! y quedaron en taquilla un millar. Para jóvenes pusieron a la
venta, por 100 euros todo el año, 600 abonos y se vendieron una sexta parte,
todo un record. De la Feria del Arte y Cultura mejor no hablar, hasta media
plaza con figuras lograron llevar. Pues le echan la culpa al empedrao.
Toreros emergentes, con méritos en el
ruedo, no interesan a nadie. Una encerrona como la de Fandiño en Bilbao, su
tierra, con toros de ganaderías serias, no llevó gente a la plaza. Ponce,
Padilla y Talavante, al día siguiente, con toros de ganadería artista,
llevaron entre los tres unos poquitos más (dividido el personal entre los
tres toreros anunciados, llevaron cada uno menos que Fandiño). Lamentable lo
primero y la consecuencia de cómo está esto es la lectura de lo segundo.
De tanto adorar al ‘becerro de oro’
se ha dejado de adorar al toro. Rima y es verdad. El Toro era el rey y le han
cortado las uñas. Ni el becerro lleva gente, ni es de oro. Es de plomo, como
lo son casi todas las tardes de festejos. Creen que por salir a hombros en
las plazas de tercera son ellos de primera. Se equivocan y las pruebas son
tan amplias y graves como para condenarles a todos, si de un juicio se
tratase.
Por casualidad ha caído en mis manos
esta foto, es de 1965, no es de cuando Joselito y Belmonte, no hace falta, y
es visible como un torero sale a hombros por la puerta grande de Las Ventas.
Ya sabemos que hoy en día también salen otros toreros, pero hay diferencias
sustanciales y visibles.
En la gráfica en blanco y negro,
vemos a un novillero, he dicho novillero, que se presentaba en Madrid,
llamado El Inclusero, fuera de San Isidro, pero que sí levantaba el interés,
sin ser del G10 ni nada de estas modernidades, solo por ser torero y tener
éxitos en otras plazas antes de presentarse en Las Ventas. Para los que todavía
no se hayan fijado les invitamos a observar el cartel que hay colocado en las
taquillas: ‘No hay billetes’.
Esa es la diferencia fundamental con
relación a lo que vivimos hoy. Ni juntándose tres del G10, de esos que se
autodenominan figuras, son capaces de poner ese cartel en Las Ventas fuera de
San Isidro, aunque ya hemos visto que lo pueden hacer, tres bien juntitos,
contando con todo el abono o con el apoyo de la Beneficencia. Fuera de ello,
el cemento. Ejemplos hay para dar y tomar.
La otra diferencia, además del famoso
cartel, es que antes los toreros eran toreros, ahora son figuras, con lo que
viste eso para poder hacer anuncios en televisión. Por eso interesaban en las
plazas y no fuera de ellas. A la plaza llevan gente el toro y el torero en sus
máximas expresiones. Como de eso casi no ha habido en las últimas décadas,
pues se puede colgar el cartel de ‘Sí hay billetes
para hoy’,
y lo que es peor… para mañana, para el año que viene y así hasta que se
queden sin vender ni uno.
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