domingo, 22 de junio de 2014

Toros Los caballeros y el público las prefieren espectaculares

Desde el ninot de «Rocinante» hasta la plaza, Alicante cabalgaba ayer a caballo. Tarde quijotesca con tres caballeros exhibiendo sus facultades en el arte de Marialva, con pasajes de cuerdo dominio y otros de excéntricas locuras. La corrida de rejones, con gran ambiente, se precipitó por la senda de la fascinación, hasta el punto de que se veían gigantes donde había molinos. Porque toreo y música de ídem contemplamos a cuentagotas. Eso sí, hubo bailes de toda guisa, desde bakalao a reggaeton ecuestre.
El capítulo de mayor argumento se vio en el toro inicial, el mejor de la corrida de Bohórquez. Las riendas del conocimiento aparecieron desde primera hora con Andy Cartagena, que lo enceló bien con la banderola a lomos de «Iluso». Con «Cuco» toreó a dos pistas y pespunteó trincheras meritísimas. Llegaron los quiebros sobre «Río Grande» y los adornos acariciando la testuz entre el entusiasmo de sus paisanos. El fino «Juncal» rotó como un compás para plasmar tres violinazos. Pero el de Benidorm quería más y colocó un par a dos manos entre ciertas extravagancias. Amarró la puerta grande tras aguardar la muerte con su caballo rodilla en tierra y aplaudiendo al excelente ejemplar.

Tras la merendola a lo Sancho Panza, la espectacularidad se agigantaba. Lo cierto es que Cartagena formó un auténtico alboroto, aunque abusó de los giros, mareantes como aspas de viento. Sacó luego a la joya de su corona, «Pericalvo», que lo mismo se marca un tango que una bachata, con una conexión brutal con los tendidos. El chic populachero se acrecentó con «Mediterráneo» y «Cubano», tumbado en la arena como el que toma el sol. Gritos a coro de «¡tú sí que vales!» entre el delirio absoluto. Si no llega a pinchar, le piden hasta las patas.

Diego Ventura se quedó sin premio gordo por su desacierto con el rejón final. Exhibió momentos de maestría con el mansote segundo, con el que había que ponerse gafas de aumento para ver los pitones. Una cosa es arreglarlos, pero ese desmoche... Anduvo muy por encima del deslucido oponente, con escenas solo al alcance de los grandes, como el toreo a dos pistas y un quiebro inmenso sobre «Chalana». A por todas en el quinto -brindado a José María Manzanares-, pisó el mismísimo umbral de chiqueros para saludarlo, con muchos alardes. El acabóse llegó con los bocaditos de «Morante». ¿Quieren más? Pues allá que ofreció dos rosas y el adorno con el sombrero, la conferencia y los cabezazos. ¡Menudo frenesí! Pese al fallo con el acero, paseó un trofeo

Manuel Manzanares perdió la salida a hombros por fallar en la suerte suprema en el sexto. Puntuó con un trofeo en su tierra con el tercer toro. Todo entrega el joven desde que salió con «Jumillano». Serpenteó y enloqueció con los circulares invertidos, pero la verdadera algarabía brotó con las piruetas sobre «Mazantini» y las cortas sobre «Secreto», con mucho guiño a la galería. Algunos murubes pidieron eso; otros no tanto. Pero ayer los caballeros y el público, que se divirtió de lo lindo, las preferían espectaculares. Y así fueron las faenas.

Pasadas las diez de la noche y mientras a Cartagena lo aupaban a hombros, la fiesta continuó en el ruedo con Manzanares (José María) haciéndose fotos y aclamado por decenas de jóvenes.

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