El nuevo brote de Romero
Triunfa José Ruiz con un Garrido a mucha altura y una oreja para Rey
CARLOS PALACIO,
Santander
La media llevaba el sello en el ADN que
comparte con el Faraón que apreciaba el festejo desde la barrera. Es
cierto que el novillo fue todo lo bueno que podía esperar, noble,
pronto, con entrega, calidad y recorrido. Pero también había que estar
con él y Ruiz Muñoz estuvo a la altura. La lidia tuvo
orden y estructura, es verdad que a veces corrigió la postura y la
colocación sobre la marcha, pero es normal en alguien que torea su
tercera novillada con picadores. Lo importante fue cómo resolvió. Cómo
tiró la tela al morro sin descomponer la figura y embebió de muleta al
noble utrero para tirar de él y pasarlo con sello único. Además, hubo
momentos en los que el novillo le sorprendió y José sacó muletazos recursivos y variados sin perder la compostura,
y encima, le salieron con aroma. Por eso la plaza se entregó, como él
mismo lo hizo en un espadazo lento y contrario que, tras tirar al
novillo, dio paso a las dos orejas incontestables y a la ilusión de ver
un torero distinto.
No tuvo la misma claridad el sexto, que
si bien fue obediente, se movió rebrincado y con un punto de
temperamento. Esto no descompuso al gaditano, que volvió a confirmar su sello con capote y muleta,
en un trasteo elegante y con sentido de la medida, algo que últimamente
escasea entre los novilleros. Además, metió el brazo con habilidad.
Torea poco Fernando Rey
y por eso salió con ganas de mostrarse. Ya con el capote pronto cambió
las verónicas por las chicuelinas, las largas y lopecinas en el quite,
con las que arrancó la primera ovación de la tarde. Tras brindar al Faraón de Camas,
en una barrera de sombra, abrió su faena de muleta por estatuarios,
rematados con un pase de pecho lento y hondo. A partir de ese momento el
novillo cambió, conservó la nobleza, pero se empezó a quedar corto y a buscar debajo de la diminuta mulera de Fernando,
defecto que se acentuaba si tenía la salida hacia los medios. El
malagueño estuvo firme y logró arrancar algún muletazo meritorio, pero
el novillo fue a menos.
Las ansias de triunfar pudieron hacer
pasar de revoluciones al malagueño en su segundo, con el que muchas
veces se mostró amontonado e irregular, pero cuando cuando consiguió asentarse y corrió la mano con lentitud, dejó ver la clase de otro buen novillo de Juan Pedro
y el notable trazo del muletazo firme y templado que posee. Entre esas
dos aguas navegó su faena, con momentos de apuros y desarmes, y otros de
toreo bueno. Y así fue la estocada, entregada y algo defectuosa, pero
suficientemente efectiva para valer la oreja que paseó.
Iba de quites la tarde y el de José Garrido
al segundo fue una declaración de intenciones. En el centro del anillo,
sin enmendar, le dio tres gaoneras de respiración cortada y taleguilla
tinta en sangre de toro, rematadas con revolera y ovación cerrada. Valor y firmeza tuvo que derrochar el extremeño,
que inició con autoridad por abajo, para después porfiar con un animal
que tuvo intención de tomar bien la muleta, pero que a partir del
embroque soltó la cara y tiró violentos hachazos al aire. Descompuesta la embestida pero nunca el torero,
ni la estructura de su obra, que fue seguida con intenso silencio por
un público que supo valorar el esfuerzo de un novillero entregado y muy
superior a su contrincante. Faena de conocimiento, capacidad y valor mal
rematada con la espada.
Fue el en quinto en el que dejó las cosas en su sitio. Pues, sin duda, es el novillero más capaz del escalafón. Su actuación tuvo una solidez apabullante
desde las mecidas verónicas del saludo, pasando por el galleo y el
quite por chicuelinas y desembocando en una faena de muleta en la que
tapó los defectos de un novillo al que le costaba pasar completo y al
que si le exigía demasiado, claudicaba o protestaba. Pero todo lo hizo
bien el extremeño, que empapó de muleta al utrero y lo condujo con autoridad, conocimiento y torería,
llegando, incluso, a mostrarse casi abusivo en su superioridad. Hubo
muletazos recios cuando el novillo apretó y otros de suave caricia
cuando se venía abajo, pero el conjunto mantuvo la misma tónica de la
estructura firme y las ideas claras. Lamentablemente la espada y un
golpe se descabello parecieron restarle importancia a la labor para una
Presidencia que negó un trofeo que habría sido más que justo, merecido.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Cuatro Caminos,
Santander. Feria de Santiago, segunda de abono. Más de tres cuartos de
entrada en tarde fresca. Cuatro novillos de Parladé, 1º
correcto de presentación, con prontitud y nobleza, pero a menos; 2º con
más cara que presencia, deslucido y sin clase; 5º de preciosas hechuras
y casi cubeto, obediente, pero escaso de codicia y recorrido; 6º, bien
hecho, escaso de fuerza y con cierto temperamento. Y dos de Juan Pedro Domecq, 3º estrecho de sienes y bien hecho, noble y con clase; 4º correcto de presencia, con calidad por ambos pitones.
Fernando Rey (verde botella y oro): Ovación y oreja.
José Garrido (verde botella y oro): Silencio tras aviso y ovación tras petición y aviso.
José Ruiz Muñoz (verde hoja y oro): Dos orejas y silencio. Salió a hombros.
Fue aplaudido Antonio Apresa tras picar al 6º.
No hay comentarios:
Publicar un comentario