Venía a Zaragoza de ganar el prestigioso Zapato de Oro, el trofeo del ciclo de novilladas de Arnedo, el más importante de la temporada, y encandiló de principio a fin. ¡Qué torero!
Y eso llevándose el peor lote de la buena novillada de Jandilla-Vegahermosa.
A su primero lo recibió de forma espléndida con el capote; la media, un
deleite. Muletazos largos, con sensibilidad, con torería. Los pases de
pecho descomunales, los trincherazos, carteles de toros, y la locura en
la Misericordia. Tras la estocada, un punto desprendida, es verdad, una oreja, petición de la segunda y negativa presidencial para abrirle la puerta grande.
En un quite por gaoneras al quinto se llevó un volteretón y el sexto, el garbanzo negro, no le dio opciones. Pero ¡qué torero!
Borja Jiménez cortó
una oreja al primero en una faena bullidora y se perdió con el cuarto
en otra de muchos muletazos pero que dijeron muy poco a los aficionados.
Mientras que José Garrido, un tanto indolente con el segundo, salió espoleado con el quinto. Se fue a portagayola, y cuajó una faena animosa con
una y otra mano y de largo metraje. Le pidieron la oreja y como el usía
no sacó el pañuelo blanco, el extremeño se aventuró a dar una vuelta al
ruedo.
La ovación final fue el reconocimiento del público para un ilusionante Ginés Marín. ¡Qué torero!
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