domingo, 30 de agosto de 2015

Paco Ureña, dos orejas de serios victorinos en Bilbao

Rafaelillo y Escribano pinchan el premio que el murciano se gana con dos buenas estocadas; Juan José Domínguez sufre una cornada

Paco Ureña, dos orejas de serios victorinos en Bilbao
Dramáticos momentos, con Juan José Domínguez intentando zafarse del toro mientras acuden sus compañeros / efe
andrés amorós
El triunfo de Diego Urdiales y Alcurrucén –de los dos, no lo olvidemos– ha puesto de acuerdo a todos. Ésta es la Fiesta que queremos: un gran toro y un gran torero. Conclusión: todos salimos de Vista Alegre dando saltos. Pero este domingo, con toros de Victorino, se llega sólo a la media entrada: ¿dónde está la afición de Bilbao?

Cierra la Feria Victorino Martín con una gran corrida: toros serios, encastados que dan buen juego, aplaudidos todos. ¿Qué más se puede pedir? Logra el triunfo Ureña; lo rozan Rafaelillo y Escribano. [Así lo narramos en directo]
 
El primer toro, cárdeno como sus hermanos, humilla mucho, pero embiste pegajoso (como la tarde), vuelve rápido. Con oficio y valor, Rafaelillo –que sustituye a Ferrera– logra unos naturales estupendos, a costa de un pitonazo en la cara y de varios sustos. Faena emocionante, toda por la izquierda. Con los aceros, pierde la merecida oreja. Al cuarto, el de más peso (585 kilos), lo recibe con una larga de rodillas. Pica bien Esquivel, muy ovacionado. Dándole distancia, Rafaelillo consigue excelentes muletazos, con mando y con suavidad, tan seguro como si estuviera delante de un «toro artista». Vuelve a perder trofeo por la espada pero muestra un excelente momento de madurez.

El segundo, muy serio, topa en el capote, va a media altura pero con muchos pies. Escribano traga, en banderillas: quiebra en tablas al violín y levanta una gran ovación. En la muleta, el toro resulta suave. Alegrándolo con la voz, consigue buenos muletazos, con decisión y profesionalidad. Pincha en hueso antes de la estocada, el toro tiene una hermosa muerte pero pierde el trofeo. También es pegajoso el quinto. En banderillas, hiere a Juan José Domínguez. Escribano banderillea con facultades, liga muletazos con mando y mano baja, muy asentado, a un toro que repite mucho: una faena con mucha transmisión porque el toro es noble pero no un borrego. La estocada defectuosa vuelve a frustrar el merecido premio.

Su arma decisiva: la espada

Sale suelto el tercero, no luce en varas, embiste como dormido, reservón, pero le permite a Ureña templados muletazos (incluido algún susto, para confirmar que no es tan dócil como puede aparentar). Al final, traza naturales muy lentos, que levantan el entusiasmo. Se vuelca con la espada: justa oreja. Cierra estas Corridas Generales «Jaqueto», un negro entrepelado (el único que no es cárdeno), que embiste con nobleza al capote de Ureña. Pica bien Iturralde, igual que lidia Víctor Hugo. El toro tiene movilidad y recorrido. Ureña logra suaves naturales y buenos pases de pecho. Una labor irregular, coronada con otra gran estocada: oreja. La espada ha sido, esta tarde, su arma decisiva.

Todo lo que se hace a toros serios, encastados, tiene mérito. Los toros de Victorino han sido nobles pero no «la tonta del bote». Ni un instante nos hemos aburrido. Ésta es la Fiesta auténtica, emocionante. Si Rafaelillo y Escribano hubieran matado mejor, se habría cortado trofeos a todos los toros: un resultado que hubiera sido histórico.

Postdata. Me despido de Bilbao recordando unos versos ácidos y tiernos, como él era– de un gran poeta bilbaíno, Blas de Otero: «Ciudad donde nací, turbio regazo/ de mi niñez.../ te llamo desoladamente, desde Madrid,/ porque sólo tú sostienes mi mirada,/ das sentido a mis pasos/ sobre la tierra». Hasta el año que viene.

Ficha de la corrida

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