Sufre rotura completa de la pared abdominal en una tarde en la que Ureña y Garrido cortan una oreja
Terrorífica cogida a Pirri - Efe
ANDRÉS AMORÓS
La tarde comienza dramáticamente: en el primer par de banderillas, el toro hiere en el vientre a Pablo Saugar, Pirri, de muy respetable dinastía: lo mantiene prendido del pitón un largo rato. Se ve claro que lleva una fuerte cornada. Después de casi tres horas de operación, concluida ya la corrida, el parte médico firmado por el doctor Ángel M. Hidalgo confirmaba la seriedad del percance. Pirri fue intervenido de «una cornada con disección de uretra y evisceración intestinal, rotura completa de la pared abdominal y múltiples perforaciones intestinales. Se realiza resección intestinal. Múltiples lavados. Reparación de pared. Además, presenta múltiples heridas perforantes en labio que se suturan. Pronóstico grave».
Dos diestros llevan capote de luto por Víctor Barrio. ¿Por qué no se guarda un minuto de silencio? No lo entiendo. Hace justamente un año, en este mismo ruedo, Iván Fandiño le dedicó su brindis al cielo…
En su debut, en San Fermín, los toros de El Puerto de San Lorenzo son grandes, serios, pero complicados y deslucidos. Se salva el último, de La Ventana del Puerto. Cortan un trofeo Ureña y Garrido.
En el primero, Curro Díaz traza notables derechazos y mata a la segunda. El cuarto, manso, puntea en la muleta; sólo puede apuntar algunos muletazos estéticos.
El segundo flaquea pero derriba: apenas le pican. Paco Ureña logra algunos muletazos lucidos pero el toro embiste desigual, como la faena. Mata con facilidad: benévola oreja. El quinto derriba espectacularmente dos veces (gran quite de Garrido), es incierto y violento, pega arreones. Ureña salva con dignidad la papeleta pero pincha.
Debuta en Pamplona José Garrido. Recibe con larga de rodillas al tercero, huido y brusco. Aunque porfía, decidido, el toro no se deja torear ni matar: una prenda. El último, de La Ventana (de origen Aldeanueva), es el que, en el encierro, se adelantó a sus hermanos y embiste mejor aunque flaquea.
Garrido, arrebatado, echa las rodillas al suelo; luego, se templa en muletazos por los dos lados y recurre al arrimón, en tablas. Mata a la segunda: oreja.
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