El sevillano se lleva el mejor lote, pero no puede repetir la historia de 2016; notable faena de Garrido
El Cid, al natural - Serrano Arce
ROSARIO PÉREZ Santander
Al filo de un reencuentro a lo grande se quedó El Cid, que en 2016 desató la tormenta perfecta con «Madroñito». «Horquillón» era esta vez el nombre del importante toro de Adolfo con el que se rodó la película. Pero ahora no hubo laureles ni glorias... Había agarrado el picador un buen puyazo a este cuarto, que empujó en el peto y esperó en banderillas. Manuel Jesús concedió distancias sobre la diestra en una emotiva serie. Continuó por la mano de repartir las cartas, y lo que los astros traían era la suerte de un gran adolfo y el clásico toreo del sevillano, que bordó los de pecho. Acortó los caminos por la zurda y voló naturales muy toreros. A pies juntos siguió, con un desplante con la muleta en el hombro. Tras coger la espada de verdad se recreó en su zurda, pero en esta ocasión no se repitió la historia del indulto... ¿Y que pasó? Lo que tantas tardes: el acero se llevó el triunfo. Antes aprovechó con despaciosidad la noble y humillada embestida del primero, con la tela adelantada y rastrera al natural. Por el derecho se quedaba más corto y decreció la intensidad hasta la llegada de la torería por bajo. Pinchó...
Una notable faena cuajó Garrido al tercero, que, pese a obedecer, requería estar despierto. Y así anduvo el extremeño, listo con media docena de muletazos de rodillas como aperitivo de una obra en la que, con el toque fuerte preciso y pulseando, trazó zurdazos tremendos. Mérito tuvo ponerse delante del sexto, una prenda.
Con tres costillas rotas, Ureña hizo un esfuerzo por reaparecer tras su épica batalla en Valencia. Hubo momentos destacados con el segundo, pero en el más complejo quinto se apreció que no se encontraba al cien por cien. Eso sí, fue el único cañón con la espada.
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